“No sé si alguna vez se han preguntado cómo funciona la vejiga humana; y si es así, ¿se han imaginado esta acción como algo simple, como el resultado de un hecho rutinario del organismo, condicionado por el embolsamiento y el vaciamiento de la orina?”, plantea la Dra. Carmen González Enguita
Estudio urodinámico: con la vejiga abierta al escrutinio tecnológico
Pero no se queda ahí la inquietud divulgativa de la jefa del Servicio de Urología del madrileño Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, también esboza otra línea argumentativa: “¿Sabían que el proceso de la micción está guiado desde nuestro cerebro y que existen estaciones de control a nivel de la médula espinal?”
Orinar, verbo popular para denominar el acto de la micción, es un ejercicio físico muy, muy complejo; donde la voluntad y la decisión del individuo están siempre presentes.
“Es fundamental que toda una serie de circuitos neurológicos estén íntegros, sin menoscabo alguno, para que la micción se produzca de manera acorde y coordinada tras la determinación voluntaria de cada individuo”, subraya.
“Creo, por tanto, que ya pueden imaginar que no es un acto simple, sino complejo; y que tampoco es una acción mecánica, sino que el hecho de que precise la coordinación de diferentes elementos convierten el acto de orinar en un proceso complejo y dinámico“, establece con rotundidad informativa la cirujana.
De estas acciones dinámicas y coordinadas, de llenado y vaciado protagonizado por los fenómenos de la relajación y la contracción, se pueden obtener registros y datos mediante análisis tecnológicos específicos: un estudio urodinámico para desentrañar cómo funciona la vejiga del paciente.
“Se trata una prueba diagnóstica que examina el funcionamiento del tracto urinario inferior (vejiga y uretra), con el fin de observar posibles alteraciones en la micción; lo que se traduciría en algún daño o posterior enfermedad que necesita algún tipo de tratamiento”, explica.
En el estudio urodinámico se provocan, artificialmente, los síntomas que refiere el paciente en la consulta.
Bajo el sistema de intervención ambulatoria, con anestesia local para reducir molestias al paciente, hombre o mujer, se obtienen diferentes registros gráficos que indican, entre otras patologías, incontinencia urinaria, dificultad miccional, prolapsos o dolor pélvico.

¿Y cómo se relacionan la vejiga, la orina y la micción?
La vejiga tiene forma de globo, es órgano músculo liso membranoso -detrusor- que se hincha o desinfla en función del contenido de orina.
“Como curiosidad, el termino vejiga viene del griego cistos (κύστις), por lo que todas las palabras que se refieren a ella comenzarán con la raíz ‘cist‘, por ejemplo, cistitis, cistotomía, cistocele o cistoscopia”, expone la Dra. González Enguita.
La vejiga almacena alrededor de 500 mililitros de orina en el caso de las mujeres y de 700 ml en los hombres. Las personas producen entre un 1,5 y 1,7 litros de orina cada día.
Los músculos esfínteres se abren y cierran para vaciar o retener el paso de la orina hacia la uretra, conexión corporal con el exterior.
La orina es de color amarillento y es secretada por los riñones como resultado de la depuración y el filtrado de la sangre, parte final del metabolismo celular y, por ende, del funcionamiento de todos los órganos de nuestra anatomía.
La orina, que sale de los dos riñones por los uréteres, se acumula en la vejiga y se expulsa al exterior del cuerpo humano a través del meato de la uretra durante el proceso dinámico de la micción.
El acto de la micción se realiza cuando la vejiga elimina la orina que contiene en su interior: esta acción voluntaria ocurre, cuando no existe daño, al estar llena la bolsa, la vejiga.

“La micción es muy compleja, en la que intervienen circuitos e impulsos neuronales, receptores y neurotransmisores sobre las estructuras anatómicas, musculares, tanto de la vejiga como de la uretra”, señala la uróloga.
Es un proceso con un fundamento neurohumoral o mecanismo de compensación protagonizado por impulsos coordinados del sistema nervioso simpático (regulador de las respuestas de activación) y parasimpático (desactivador de la acción).
Durante la fase de llenado, la pared de la vejiga se distiende, relajada y complaciente, gracias a la acción del sistema nervioso simpático; lo que produce la relajación del músculo detrusor, a través de receptores Beta Adrenérgicos, y el cierre del cuello vesical por el efecto de los receptores Alfa-1 adrenérgicos.
La inhibición de la contracción del músculo detrusor permite que la orina que llega desde los uréteres a la vejiga se almacene tranquilamente al no recibir ningún impulso de ser expulsada al exterior por la vía uretral.
En esta fase aumenta la capacidad vesical sin aumentar la presión o necesidad de iniciarse la micción.
Un tiempo después, le seguirá la fase de vaciado de la vejiga: el sistema nervioso parasimpático activa sus receptores (mediante estimulación colinérgica) produciendo las contracciones del músculo detrusor, la vejiga.
A su vez, también por receptores colinérgicos, se relaja el cuello vesical y de la uretra debido a la inhibición del sistema nervioso simpático: se provocan los impulsos necesarios para que se favorezca la salida de la orina y se vacíe la vejiga.
Fisiología de la micción
“Por tanto, la micción se define como un desarrollo dinámico, donde la coordinación es básica y donde se precisa una correcta integración de las estructuras anatómicas participantes (neurológica y muscular), vías y centros nerviosos para que todo funcione correctamente”, destaca.
“El ser humano consigue, a los pocos años de su nacimiento, la continencia urinaria, no perder orina involuntariamente (incontinencia urinaria) cuando no toca en la fase de llenado”, añade.
“Asimismo, y en igualdad de condiciones, la vejiga se debe y tiene que vaciarse cuando corresponda, sin que se produzcan disfunciones miccionales en su conjunto”, completa.
¿Existe alguna diferencia entre la micción masculina y femenina?
Aunque la dinámica de la micción sea similar en ambos sexos, la anatomía del suelo pélvico en la mujer y la próstata en el varón establecen algunas diferencias.
Los músculos y ligamentos del suelo pélvico respectivo cumplen la función de soporte y estabilización de los órganos que ocupan la zona superior de la pelvis: vejiga, uretra, recto, útero, trompas de Falopio, ovarios, vagina, próstata y vesículas seminales.
La pelvis femenina es más amplia y está dispuesta estructuralmente para acompañar el desarrollo del útero durante la gestación. La masculina es más estrecha y alargada.
En la mujer, su complejo muscular elevador está diseñado con una apertura mayor para acoger el paso de la uretra y la vagina (hiato urogenital). La densidad de fibras musculares es menor que en los hombres en esta zona pélvica.
La inmensa mayoría de casos de incontinencia urinaria en la mujer se deben a la relajación involuntaria del esfínter uretral, ya sea porque por daño en el nervio pélvico o por debilidad en los músculos del suelo pélvico (cuyas causas se deberán al embarazo, parto o etapa menopáusica).
La próstata, especializada en la producción de fluidos para el semen, está atravesada por el conducto uretral. Si se agranda la próstata, sobre todo en las etapas más avanzadas del varón, se estrecha el uréter y disminuye el flujo de orina.
En sentido contrario, la incontinencia urinaria en el varón suele vincularse a una prostatectomía radical.
Concluye la médica y cirujana, Carmen González Enguita, jefa del Servicio de Urología del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz de Madrid.
SEGUNDO CAPÍTULO: ¿Qué es y para qué sirve un estudio urodinámico?
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