El primer paciente al que se le trasplantó en diciembre pasado, en París, un corazón artificial falleció 75 días después de la operación, ha informado el hospital Georges-Pompidou, donde se practicó la intervención

Fallece el paciente al que trasplantaron el primer corazón artificial
EFE
  • 4 de marzo, 2014
  • Javier Tovar

El fallecimiento del hombre, un enfermo de insuficiencia cardíaca crónica de 76 años, se produjo el pasado domingo, sin que por el momento se hayan comunicado los motivos.

Las causas del deceso “solo podrán ser conocidas tras un análisis profundo de numerosos datos médicos y técnicos”, ha señalado el hospital.

El paciente había recibido un corazón totalmente artificial desarrollado por científicos franceses a partir de tejidos específicos para evitar el rechazo y sin necesidad de ir acompañado de un marcapasos.

Pese al fallecimiento del paciente, el hospital considera “importantes” las “primeras lecciones que han podido extraerse de este ensayo clínico”, en particular en lo referente a la “selección del enfermo, el seguimiento postoperatorio, el tratamiento y la prevención de las dificultas encontradas”.

También rindió homenaje al paciente, que en todo momento fue “consciente del reto” al que se sometía que lo afrontó “con confianza, coraje y voluntad”, lo que “aporta una contribución memorable a los esfuerzos emprendidos por los médicos para luchar contra una enfermedad en plena evolución”.

El trasplante del primer corazón totalmente artificial en un paciente tuvo lugar en el hospital Georges-Pompidou de París el pasado 18 de diciembre, y fue recibido con una gran expectación médica y mediática porque abría la puerta a la curación de miles de enfermos cardíacos que no tienen acceso al órgano de un donante.

Elaborado a partir de tejidos biológicos para reducir el riesgo de rechazo, el corazón fue desarrollado por la empresa Carmat para funcionar de forma autónoma, tras quince años de investigación.

La prótesis genera una circulación sanguínea a nivel fisiológico y estaba diseñado para imitar a la perfección el funcionamiento de un corazón humano, adaptando de forma autónoma su ritmo a la actividad del portador sin necesidad de un control externo.