Los diagnósticos del doctor Juvenal Urbino en “El amor en los tiempos del cólera”; esa diabetes cuyo mejor remedio era ser pobre o la autopsia detallada en “Crónica de una muerte anunciada”, nos presentan a un Gabriel García Márquez muy familiarizado con la Medicina. Llegó a describir procesos, enfermedades y remedios con la precisión de un médico

Poco después de la muerte de Gabo, se destaparon los procedimientos médicos que habían inundado su obra. Su padre fue homeópata, y, aunque “el primer síntoma de la vejez es que uno empieza a parecerse a su padre”, Gabriel García Márquez relegó esta pseudociencia y dotó de un matiz médico a muchas de sus obras.
Juan Valentín Fernández de la Gala, licenciado en Medicina e investigador, en su tesis doctoral “Médicos y medicina en la obra de Gabriel García Márquez”, analiza la obra del escritor colombiano, en la que llegó a describir procesos, enfermedades y remedios con gran precisión, aunque como él mismo decía, “no hay medicina que cure lo que no cura la felicidad”.
Fernández de la Gala, le preguntó a Gonzalo, hijo de García Márquez, por el asesor médico que le aleccionaba en materia de enfermedades. La respuesta de Gonzalo fue: “Mi padre no tenía un asesor médico. Tenía todo un equipo médico a su disposición. Este equipo estaba formado por pediatras, psiquiatras, toxicólogos o forenses a los que daba la lata día y noche”.
Médicos encarnados en personajes
“El amor en los tiempos del cólera”
El doctor Juvenal Urbino, gran conquistador de mujeres, se licencia en París y es la imagen perfecta del hombre moderno. Se trata de un médico que se dedica a curar el cólera en un “moridero de pobres”.
Muere el mismo día que su amigo y compañero de ajedrez Jeremiah de Saint-Amour, quien se suicida con cianuro de oro, idea sacada de un libro de toxicología.
Es doctor Urbino un calco del médico cartagenero Enrique de la Vega. El autor del estudio lo afirma con rotundidad por la siguiente anécdota que cuenta: Margarita de la Vega, hija de Enrique, se encontró con Gabo en el Hotel Nacional de La Habana. Entonces el escritor colombiano le pregunto: “Bueno, y ¿qué te pareció el retrato que hice de tu papá en mi novela?” La hija del médico se quedó sorprendida.
“La hojarasca”
Otro de los médicos que se revisten de ropas de un personaje de novela es Antonio José Barbosa, quien fue amigo del abuelo de Gabo, el coronel Márquez. El doctor Barbosa, que venía de Maracaibo, fue el primer médico que tuvo Aracataca, pueblo natal de García Márquez. En este perfil, se refleja perfectamente los rasgos de periodos depresivos graves que sufría el medico en el que se inspiraba el personaje. Este médico de la novela se había retirado de la Medicina cuando le aparecen heridos de guerra pidiéndole cura. Ante su negativa, aunque “la vida es la cosa mejor que se ha inventado”, decide suicidarse por volverse odioso para el pueblo.
“El coronel no tiene quien le escriba”
En “El coronel no tiene quien le escriba”, el médico que ilustra al doctor del libro, es Mohamed Tebal. Este médico argelino le dio a Gabo mucha información sobre asma y diabetes, que se pone en boca de Octavio Giraldo. García Márquez y Tebal se conocieron en París. El médico llegó a ocupar el puesto de alcalde en la ciudad de Tremecen, donde se ocupó de crear un centro para niños asmáticos (había alta incidencia en la zona). Además el padre de Tebal era diabético (incluso llegó a perder una pierna).
Respecto a la diabetes, aparecen dos técnicas de laboratorio para medir la glucosa, que Gabo describe perfectamente (y seguramente serían las que utilizaba Tebal). Una era para detectar la glucosa en la orina y otra es el reactivo de Benedict, también para detectar la glucosa en la orina.
Estas, son dos técnicas que se practicaron hasta finales de 1950 o principios de 1960. En aquel tiempo, estas técnicas se hacían a pie de cama. Se calentaba el tubo con la orina y se olfateaba. Esto permitía saber si había cuerpos cetónicos en la orina (indicaba que el diabético estaba descompensado) o permitía conocer la cantidad de glucosa que estaba perdiendo el paciente.
“Crónica de una muerte anunciada”
Gracias a sus conocimientos de anatomía, García Márquez pudo recrear con bastante realismo la autopsia de Santiago Nassar, en “Crónica de una muerte anunciada”. Conocía más o menos el procedimiento y quería dotar a este instante de un lenguaje sonoro. Tuvo problemas para acceder al informe de la autopsia que necesitaba. Hay datos como que el cerebro pesaba 700 gramos más que el de un inglés, que dotan de cierto humor al procedimiento. El que le hace la autopsia, dado que el médico no estaba, es el párroco del pueblo, el padre Amador, quien tenía algún conocimiento del procedimiento por haber estudiado Medicina.
“Del amor y otros demonios”
García Márquez no podía evitar su condición de periodista y tenía una manía obsesiva por el dato. Por ejemplo, cuando tiene que describir en “Del amor y otros demonios” a Bernarda Cabrera, que es adicta al cacao, consultó a un psiquiatra que era experto en adicciones. El médico le hablo de la sed intensa y persistente y, en el libro, García Márquez dice que ese personaje bebe con frecuencia.
Libros consultados por García Márquez
Fernández de la Gala ha podido identificar dos libros que García Márquez manejaba para documentarse: uno de ellos, se llama “Los discursos medicinales”. Ahí parece la ambientación médica que se dan en “Del amor y otros demonios”. En el otro se tratan remedios contra la rabia.
Por último, parece ser que Gabo manejó también unos libros que trataban de difundir normas básicas de higiene que se debían tener tener en cuenta para evitar males mayores aunque “el cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir”.
Se habla de que también utilizó un tratado de toxicología, que aparece plasmado en la intoxicación por cianuro de Jeremiah Saint Amour de “El amor en los tiempos del cólera”. Pero este tratado ya iba destinado a los escritores de novela negra, para que supieran cómo funcionaban los principales venenos.
Remedios indígenas
Estos remedios guardan gran relación con el realismo mágico. Hay remedios que están absolutamente bien fundados y son reales, y hay otros que están basados en trabajo de herboristas, de curanderos… El investigador español Fernández de la Gala ha repasado más de un centenar de remedios.

“Memorias de mis putas tristes”
En esta obra hay un personaje que dice que a pesar de que su pelo ya está gris, lo conserva porque de pequeño, para quitarse los piojos, utilizaba un remedio conocido como Jabón del perro agradecido. Pero resulta que lejos de ser desconocido, es una marca comercial que existe.
“Cien años de soledad”
En “Cien años de soledad”, aparecen, por ejemplo, la gomara, el agua de florida, el ácido fénico, incluso alguno con su nombre comercial. También aparecen gran cantidad de plantas, como los famosos glóbulos homeopáticos.
En este libro hay un remedio que se utiliza mucho que es el pazote. Es como una planta cuya infusión se utiliza para expulsar a los parásitos intestinales. Lo cierto es que tiene fundamento porque contiene una sustancia, el ascaridol, que es letal para estos parásitos. Úrsula Iguarán, personaje matriarcal de “Cien años de soledad”, miraba el blanco de los ojos de los niños, para saber si había de aplicarles el pazote y así desparasitarlos.
Úrusla Iguarán parece que hereda remedios de los indios wayuu que habitan en La Guajira. Tiene cierta explicación ya que la familia del coronel Márquez, abuelo de Gabo procedía de La Guajira y tenía conexiones indígenas. Muchos de estos remedios Wayuu se transmitían y García Márquez los puso por escrito.
Aunque “el cuerpo humano no está hecho para los años que uno podría vivir” Gabo busca remedios y soluciones para los problemas de la salud, tanto en libros, tradiciones e incluso “roba” el perfil de algunos médicos reales.
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