La cara más natural de la asistencia sanitaria del futuro se está construyendo en un bosque de Noruega para ofrecer, a los pacientes y sus familias, un respiro físico y psicológico a los tratamientos estrictos y al aislamiento de la hospitalización

Llega el hospital verde
Vista del interior de la cabina. Foto: Ivar Kvaal (Snøhetta)
  • 29 de enero, 2019
  • MADRID/EFE-REPORTAJES/RICARDO SEGURA

La psicóloga infantil Maren Østvold Lindheim trata a algunos pacientes que han quedado traumatizados por sus experiencias en hospitales, compartiendo con ellos, gracias al hospital verde, momentos de contacto con la naturaleza en la reserva natural aledaña al Hospital Universitario de Oslo (OUH, por sus siglas en inglés), donde ella trabaja.

En ese lugar se sentó sobre la hierba con un niño que había dejado de hablar hasta que, lentamente, la alegría de estar fuera de las paredes hospitalarias le estimuló a conversar con la psicóloga.

Lindheim ayudó a otro de sus pacientes infantiles a pescar en un arroyo cercano, donde el niño atrapó un pez y, a partir de ese momento esa acción es lo que ese niño recuerda del hospital y no el dolor, según la revista ‘Fast Company’.

Esta psicóloga es una de las impulsoras de un proyecto que para este medio marca “el futuro radical de los hospitales”: la construcción de un centro de atención que parece estar perdido en medio de un recóndito bosque, a solo cien metros de la entrada del OUH o Rikshospitalet, el hospital más grande del país.

Hospital verde, en medio de la naturaleza

Ideado por el estudio de arquitectura Snøhetta, este singular hospital verde o “retiro al aire libre” está en un exuberante bosque y cerca del arroyo Sognsvann, en la capital noruega.

También ha diseñado un edificio hermano, situado en un bosque de hoja caduca, entre robles y abedules, y con vistas a un estanque cercano, junto a otro de los hospitales más grandes de ese país nórdico, el Kristiansand, situado en la región de Sørlandet, en el sur del país, del cual este segundo refugio se encuentra también a una corta distancia a pie.

Ambos retiros, completados ya el pasado año, han sido diseñados para la Fundación Friluftssykehuset para ofrecer a los pequeños pacientes y sus familiares un respiro físico y psicológico a los estrictos tratamientos y al aislamiento que suele implicar la hospitalización a largo plazo, según Snøhetta.

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Dos niños juegan y se relajan en la cabaña; hospital que está junto al centro médico más importante de la capital de Noruega. Foto: Ivar Kvaal (Snøhetta)

La cabaña de Oslo se llama Friluftssykehuset Rikshospitalet, y la de Sørlandet se denomina Friluftssykehuset Kristiansand.

Esta fundación proyecta construir y donar a distintos hospitales noruegos y extranjeros, una red de estas cabinas en medio de la naturaleza, para ayudar también a pacientes con enfermedades somáticas y a sus visitantes a conseguir el mejor manejo posible de la enfermedad.

Estos refugios de madera se adaptan a su entorno natural y proporcionan un espacio pacífico donde sus ocupantes y visitantes pueden beneficiarse de las cualidades terapéuticas de la naturaleza, según sus arquitectos.

“La naturaleza proporciona a los pacientes una alegría espontánea y les ayuda a relajarse. Estar en un entorno natural les provoca una calma renovada que pueden llevarse al hospital. Estos retiros contribuyen a motivarles a pasar por el tratamiento y ayudan a un mejor manejo de su enfermedad”, señala Maren Østvold Lindheim.

Casitas de árbol llenas de magia silenciosa

“Las cabinas, que pueden usarse para el tratamiento y la contemplación, en las que pueden pasar tiempo familiares y amigos, junto a los pacientes lejos de los pasillos del hospital, están abiertas a todos los pacientes conectados a dicho centro médico independientemente de su enfermedad, y se gestionan a través de un sistema de reservas”, informa a EFE Ingrid Sårheim, comunicadora de Snøhetta.

Sus reducidos espacios, de unos 35 metros cuadrados, están en marcado contraste con los monumentales edificios de los hospitales, y su lúdica construcción recuerda a las típicas cabañas de madera o “casita del árbol” que construyen los niños, informa Sårheim.

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El bosque y la cabaña hospitalaria se confunden con el paisaje. Foto: Ivar Kvaal (Snøhetta)

Estas cabinas, que reciben abundante luz natural, están construidas como bloques de madera torcidos que se extienden hacia el paisaje a través de ramificaciones asimétricas, y la madera maciza de su estructura principal se volverá gris con el tiempo, mezclándose naturalmente con el entorno.

Cada cabina tiene una sala principal, una sala más pequeña para conversación y tratamiento, y un baño, y su interior está revestido en roble, haciéndose eco de los bosques del exterior.

Dentro de ese espacio, las almohadas coloridas y con distintas formas se pueden mover libremente, lo que permite a los pacientes infantiles construir chozas o tumbarse, para contemplar el dosel forestal a través de la ventana circular del techo de la sala principal.

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Una especie de ojo de buey se asoma en el techo de la cabaña que está incrustada en el bosque de Oslo. Foto: Ivar Kvaal (Snøhetta)

Las grandes ventanas de vidrio de la cabina se pueden abrir por completo a la naturaleza, para que los visitantes puedan asomarse al bosque, oler el suelo húmedo del entorno y escuchar el sonido del agua goteando mientras permanecen dentro de la cabaña.

“Aunque las cabinas están integradas en el campus del hospital, su ubicación aislada y estética natural hacen que se las perciba como un lugar distinto, un lugar de magia silenciosa y fuera de lo común, que proporciona un generoso espacio para respirar, muy necesario para los visitantes de todas las edades”, según Sårheim.