Primero es el trabajo, luego los amigos y, poco a poco, el paciente del síndrome de Hikikomori desarrolla un aislamiento social que alcanza los 40 meses de media y cuya presencia en España es cada vez más destacable, según un estudio realizado por psiquiatras del hospital del Mar de Barcelona

La soledad trastornada de Hikikomori
EFE/Walter Bieri
  • 9 de diciembre, 2014
  • MADRID/EFE/ALEJANDRO PARRILLA

El “aislamiento social severo”, tal y como lo define su propia traducción, no es una soledad buscada o un ejemplo regio de ascetismo, sino un trastorno caracterizado por una pérdida del contacto con el exterior que afecta a cerca del 2% de la población joven en Japón.

Con la intención de que no sea tarde cuando la preocupación por este síndrome llegue a España, los tres casos que se habían descrito hasta la fecha han sido el punto de partida para un estudio con 164 pacientes, realizado por psiquiatras del Hospital del Mar de Barcelona.

“En España creemos que es algo excepcional, pero está más presente de lo que pensamos”, indica Ángeles Malagón-Amor, directora del estudio y doctora en neurpsiquiatría y adicciones.

El desconocimiento del síndrome de Hikikomori hace que esta patología sea vista como una actitud, lo que provoca que sólo se tome conciencia de su gravedad cuando el aislamiento progresivo lleva a una persona a estar aislada entre 6 meses y 30 años.

¿En qué consiste el síndrome de Hikikomori?

Ya sea durante unos meses o a lo largo de décadas, el paciente de Hikikomori busca evitar cualquier compromiso social, lo que le lleva a abandonar primero el empleo o los estudios, después cualquier actividad en sociedad y, finalmente, los amigos son la última puerta hacia la soledad.

“El aislamiento se suele desarrollar de forma progresiva, aunque hemos tenido casos puntuales de aislamientos drásticos”, señala.

Un hombre camina entre los árboles de un hospital para tratar la lepra en Buenos Aires (Argentina). Efesalud.com
EFE/Cézaro De Luca

Esta comportamiento radical puede estar provocado por un hecho traumático o sin una causa clara, sin embargo, el 54% de los pacientes que desarrollaron progresivamente el síndrome tenían antecedentes psiquiátricos familiares.

Aunque todavía no se sabe que fue antes, Hikikomori o los trastornos psíquicos, lo cierto es la duración del retiro social suele ser mayor cuando el síndrome se relaciona con enfermedades mentales como:

  • Los trastornos afectivos se relacionan con esta patología en el 74,5% de los casos.
  • Las patologías psicóticas en el 34,7% de los pacientes.
  • La ansiedad desarrolla esta vinculación con la enfermedad en un 22%.

“Cuanto mayor sea la duración del síndrome, mayor es el deterioro social y laboral”, destaca.

Un desgaste difícil de recuperar en la vida del paciente de Hikikomori, cuyo perfil es el de un hombre joven de 36 años de edad, según el 73,8% de los casos estudiados, mientras que la edad media en las mujeres aumenta a los 51 años.

Cómo actuar ante la exclusión

El alejamiento progresivo del paciente con respecto a su entorno hace que sea este último el encargado de alertar sobre los primeros signos de la enfermedad.

“Prevenir es difícil pero la detección precoz es muy importante”, subraya la doctora Malagón-Amor.

Por ello, el entorno y sobre todo la familia, deben estar atentos a determinados aspectos, como el abandono de la rutinas sociales por parte del paciente, para evitar que transcurran los tres años de media que una familia tarda en alertar del problema a los profesionales sanitarios.

En el momento que se produce esta alerta, se activa un protocolo de actuación que, en función de la gravedad de cada caso, consta de los siguientes puntos:

  • El primer paso es el tratamiento psicoterapéutico en el domicilio del paciente.
  • El segundo consiste en conseguir que acuda al psiquiatra de zona.
  • Si ambas medidas no funcionan, se recurre al ingreso hospitalario.

“En el 40% de los casos se consiguió que acudieran al psiquiatra de zona, pero en un 28% se tuvo que recurrir a la hospitalización involuntaria”, explica.

A este procedimiento se añade el trabajo con los familiares, principal nexo de unión del paciente con su mundo social y, por tanto, un elemento fundamental a la hora de corregir los efectos del síndrome. Sin embargo, la familia también puede actuar en sentido contrario mediante el desarrollo de una actitud protectora tendente a ocultar esta situación.