¿Sabía que la sombra de los actos de violencia física y mental, ya sea individual o colectiva, no solo oscurece la vida de las víctimas, sino que además se extiende a sus hijos? Algunos estudios lo demuestran. Los expertos lo llaman “efecto segunda generación”.

Las psicólogas Ximena Faúndez y Marcela Cornejo, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, señalan que estudios con descendientes de sobrevivientes judíos del Holocausto, y con familiares de víctimas de las dictaduras en países como Chile, Argentina, Brasil y Uruguay, dan cuenta de que haber presenciado un acontecimiento traumático producto de la violencia organizada tienen consecuencias, no solo para quienes la sufrieron en propias carnes, sino también sobre varias generaciones de sus descendientes.
En su estudio ‘Aproximaciones al estudio de la Transmisión Transgeneracional del Trauma Psicosocial’, estas expertas chilenas explican que “aspectos intergeneracionales del trauma” y “legado multigeneracional del trauma”, son algunos de los términos que más se utilizan para describir este fenómeno.
En otro estudio efectuado en Israel y titulado ‘Transmission of Response to Trauma? Second-Generation Holocaust Survivors’ Reaction to Cancer” se analizó a 106 mujeres con cáncer de mama, hijas de víctimas del fascismo nazi en Europa durante la Segunda Guerra mundial, comparándolas con 102 mujeres con la misma enfermedad y cuyos padres no sufrieron el Holocausto.
Este trabajo, liderado por las investigadoras Lea Baider y Tamar Peretz, mostró que la segunda generación de los sobrevivientes del Holocausto son especialmente vulnerables a trastornos psicológicos. Así, cuando se enfrentan a un trauma, como el de padecer cáncer de mama, reaccionan con angustia psicológica extrema (“distress“), y las mujeres cuyas madres están aún vivas, figuran entre las más angustiadas.
“El trauma psíquico es consecuencia de un suceso traumático o de una secuencia temporal de sucesos menos intensos que sobrepasan la capacidad de la persona para hacerle frente”, explica a Efe, la psicóloga clínica Iria Salvador, especializada en psicoterapia del tratamiento del trauma.
Efecto segunda generación
Según esta experta “las consecuencias del trauma no serán solo para quien lo vive directamente, sino que acostumbran a afectar a las personas próximas, como la familia o amigos, distorsionando las relaciones y los recursos de la persona que lo sufre para manejarse en su vida y enfrentarse a otras situaciones”.
Según Iria Salvador, pueden provocar este fenómeno conocido como “efecto segunda generación” o ESG, “eventos como guerras, terrorismo, dictaduras, desastres naturales, accidentes con muerte, que normalmente afectan a un conjunto de personas al mismo tiempo, y tienen por tanto un alcance social”.
El ESG “también puede producirse en una escala más pequeña, a nivel individual, y consecuentemente familiar, a través de eventos traumáticos como violencia, abusos, violaciones, asesinatos, o por haber estado expuesto a accidentes naturales o ser testigos de accidentes, de muerte o de lesiones graves”, explica.
“Haber pasado por un evento de estos no implica necesariamente desarrollar un trauma y que este afecte a las generaciones posteriores, ya que no es solo la exposición e intensidad del suceso lo que importa, sino también la capacidad que cada individuo tiene de hacerle frente y manejar todo el estrés que implica”, matiza esta profesional.
Sanando las heridas del alma
“Cada persona tenemos diferente capacidad para manejar y afrontar las situaciones: algunas pueden salir fortalecidas de una vivencia traumática y otras pueden desarrollar algún problema del tipo de trastorno de estrés postraumático, que si no se resuelve puede permanecer en el tiempo y traer consecuencias emocionales, psicológicas y conductuales”, explica Salvador.
Según esta experta, “muchos estudios proporcionan evidencias de que los síntomas de estrés postraumático son más comunes en los hijos de quienes han vivido experiencias traumáticas, y que la segunda generación posee menos recursos para manejar la enfermedad y las situaciones estresantes que otras personas, pero la transmisión de estos efectos dependerá, en una importante medida, de cómo se gestiona y se afronta el problema”.
“Si la persona que ha padecido un trauma importante lo trata y lo resuelve, no tendría porqué haber transmisión a la segunda generación; sin embargo esta no es la opción más común”, indica.
“Tras un suceso impactante, muchas personas continúan adelante en sus vidas, pero experimentan las consecuencias de dolor, rabia, ansiedad, frustración y dificultad en el manejo del estrés, lo que comporta un deterioro en las relaciones y en la transmisión a sus descendientes de herramientas y recursos para enfrentarse a situaciones estresantes”, destaca Salvador.
Silencio y secreto
Otro factor importante del ESG, en opinión de esta psicóloga son el silencio y el secreto que muchas veces se genera tras un acontecimiento traumático.
Según Salvador, no es infrecuente que ciertas personas, tras un acontecimiento traumático, directamente lo repriman y lo nieguen. Eso puede incidir en que algún miembro de las siguientes generaciones sufra algún tipo de dolencia relacionada con ese hecho, pero que no disponga de un contexto para entenderlo.
“A veces un miembro de la segunda generación puede empezar a manifestar síntomas que no comprende, que no sabe de dónde vienen y que, en algunos casos, son un efecto de ese acontecimiento traumático significativo vivido en la familia y ocultado”, dice.
Los posibles síntomas abarcan, “desde trastornos físicos, como problemas digestivos, dolor crónico, alteraciones en la percepción sensorial o problemas psicosomáticos, hasta problemas emocionales, como sentimientos de desesperanza, enfado, de rabia, injusticia e impotencia, desinterés, inseguridad, problemas de ansiedad, depresión y baja autoestima“.
El “efecto segunda generación”, añade, “también puede generar síntomas psicológicos: estrategias de evitación y aislamiento frente al miedo y el dolor, creencias rígidas, dificultades para realizar proyectos, falta de motivación, fracaso en los estudios y el trabajo, conflictos familiares y de pareja, consumo de sustancias, problemas de alimentación o sensación de falta de sentido en la vida o de vacío”.
Además de acudir a psicoterapia, con un “terapeuta que tenga conocimientos específicos y formación a cerca del trauma”, Iria Salvador recomienda a los hijos afectados por un ESG, que procuren conocer la historia familiar, ya que eso les va a ayudar a comprender por qué las cosas fueron cómo fueron, “la razón de que mamá fuera tan ansiosa o tuviera tanto miedo, o por qué no se habla de lo que pasó en la guerra, o del abuelo o del suicidio de la tía”.
“Conocer la propia historia y la historia familiar nos ayuda a ampliar nuestra consciencia y ver de dónde pueden venir algunas cosas o, por ejemplo por qué tenemos siempre tanto miedo o nunca terminamos las cosas que empezamos”, destaca.
También puede ayudarnos pensar acerca de nuestras dificultades o problemas. “No es raro que las personas que han vivido un acontecimiento traumático y que viven con ellas tengan dificultades para afrontar el estrés, así que otra cosa que la persona puede hacer es buscar y desarrollar recursos para manejar las situaciones de tensión, como el deporte, la meditación o la relajación”, señala Iria Salvador.
“Por su parte, los padres que han sobrevivido a un acontecimiento traumático, es importante que puedan elaborar y superarla para poder reanudar sus vidas y seguir adelante, y que puedan hablar de lo que pasó y llegar a aceptar que forma parte de la historia individual y de la historia familiar”, añade.
Según esta profesional, los adultos traumatizados “pueden buscar otros adultos que les ayuden y apoyarse en ellos, liberando a sus hijos de esa carga, ya que son los hijos los que deben poder apoyarse en sus padres y no al revés”.
“Es fundamental que los padres tomen conciencia de cómo les afectó y cambió lo vivido, y de que sus miedos son suyos, para poder sanarlos y trabajarlos y, con ello, no transmitir esos traumas”, finaliza Iria Salvador.