“Uno de los grandes mitos es que las epidemias son consecuencia directa de los desastres y que no se pueden prevenir”, asegura el doctor Javier Arcos, coordinador de Médicos del Mundo. Recién llegado de Nepal, el especialista afirma que uno de los factores que precipita la aparición de enfermedades en emergencias es el desplazamiento de la población que busca un nuevo lugar donde asentarse.
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En las III Jornadas Internacionales “Periodismo en crisis, emergencias y desastres”, que organizan Indagando TV y la Universidad Carlos III de Madrid, uno de los temas principales ha sido el de los efectos que tienen las catástrofes, naturales o no, en la salud.
Existe un estrecho vínculo entre vulnerabilidad de la población y aparición de epidemias. Esto revela, por tanto, por qué según qué catástrofe y dónde se produzca, su incidencia en la salud es mayor o menor, según Javier Arcos.
De la última década, es inevitable enumerar entre la lista de catástrofes naturales al tsunami de Indonesia o los terremotos de Haití y Nepal. Son quizá los más mediáticos de los últimos diez años por su implicación y número de víctimas. Tres desastres en los que Javier Arcos ha acudido a prestar ayuda y conocimiento como médico de familia y especialista en Acción Humanitaria.
Este doctor explica las diferencias entre epidemia (aparición de un número de casos de una enfermedad mayor a los esperados en un lugar concreto o durante un tiempo determinado), endemia (enfermedad que aparece de forma regular en el mismo periodo todos los años) y pandemia (enfermedad en una extensión geográfica de forma extensa).
“Los cadáveres no generan epidemias”, insiste Arcos sobre otro de los mitos existentes. Para que una epidemia se produzca, explica, tienen que darse una serie de factores entre los que destaca el desplazamiento de la población. Un grupo numeroso de personas se ve en la necesidad de cambiar su residencia a otro lugar, normalmente improvisado, que carece de las condiciones higiénicas imprescindibles para su habitabilidad. Es en ese entorno en el que se propagan las enfermedades.
La fórmula, según el especialista, para que se dé una infección es: agente infeccioso+ huésped susceptible+ ambiente.
Una vez que existe la epidemia, se pueden tomar medidas básicas en salud pública para reducir su riesgo: agua y saneamiento, servicios básicos de salud, vacunación, prevención de malaria y dengue y vigilancia epidemiológica.
Si hay dos consecuencias de las que no pueden escapar prácticamente todos los desastres son el aumento de infecciones respiratorias y diarreas, según el médico experto en humanitarisimo. Tras ellos, el sarampión y la malaria son los más frecuentes.
Rigurosidad en los protocolos de seguridad
El representante de Médicos del Mundo recuerda su primera misión: Indonesia. “Allí desaparecieron por completo de algunas ciudades los sistemas sanitarios”, apunta Arcos. Allí se propagó el sarampión, por su fácil contagio por vía aérea. El hacinamiento ayudó también a esa expansión.

Más tarde llegó Haití, “tenía más vulnerabilidad, el impacto fue mayor”, ha señalado Arcos. El dengue y el tifus encontraron allí el escenario perfecto para contagiar a miles de personas. Sin embargo, “fue la llegada del cólera lo que provocó un problema de salud pública que todavía persiste”.
Javier Arcos explica que el cólera lo comenzaron a propagar los integrantes de la ONU que habían llegado de Nepal a Haití y que sin querer descuidaron las medidas de prevención. “Tenemos que ser muy rigurosos con protocolos de seguridad en el tema de salud”, insiste.
Su último destino ha sido Nepal, con un bajo índice de desarrollo humano y una compleja orografía. Allí acudió casi de inmediato al producirse el primer seísmo y ha regresado hace unos días, sin saber cuál será su próximo destino al que acudir a salvar vidas.
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