El doctor Carlos Macaya Miguel, catedrático emérito de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), comenta un evento trascendental en el Noticiero del Corazón: “Los tratamientos oncológicos con quimioterapia y radioterapia, especialmente en la lucha contra el cáncer de pulmón, mama, colon o los cánceres hematológicos, pueden generar o acrecentar el riesgo de enfermedad cardiovascular”
Noticiero del Corazón: “La correspondencia directa entre cáncer y enfermedad cardiovascular”
Los fármacos oncológicos, quimioterapia cada vez más eficaz, y la radioterapia, cada vez más precisa, continúan interfiriendo de forma directa en el sistema cardiovascular: hasta un tercio de l@s pacientes oncológicos desarrolla complicaciones cardiovasculares. Tanto es así que un 20% de ell@s necesitan modificar o suspender su tratamiento por complicaciones cardiovasculares.
Cáncer y corazón comparten múltiples factores de riesgo y ambas patologías pueden coexistir en un mismo paciente, máxime en las etapas del envejecimiento. En la actualidad, no se dispone de escalas prospectivas que valoren de forma conjunta el riesgo cardiovascular y de cardiotoxicidad, y las escalas tradicionales subestiman el riesgo asociado al tratamiento del cáncer.
“Se recomienda estratificar el riesgo cardiovascular con las tablas SCORE (estimación de riesgo de muerte cardiovascular) antes de iniciar el tratamiento antitumoral y evaluar la presencia de los factores, detectados en estudios retrospectivos y registros, que aumentan el riesgo de eventos cardiovasculares durante el tratamiento antitumoral”, destaca el Dr. Carlos Macaya.
Uno de los factores de riesgo compartidos son los lípidos, un compuesto orgánico molecular.
“El uso de fármacos cardiotóxicos puede empeorar el control de estas moléculas orgánicas, precisando un ajuste de tratamiento con estatinas. La comorbilidad y la toxicidad medicamentosa también hace más complejo el control de este factor de riesgo”, señala.
Las Unidades Cardio-Oncológicas cuyo objetivo es proteger al corazón
Las enfermedades cardiovasculares derivadas de los tratamientos antitumorales complican no solo el pronóstico cardiovascular, sino también el pronóstico oncológico. Por todo esto, resulta fundamental monitorizar y prevenir la toxicidad cardiovascular desde una perspectiva multidisciplinar.
Las complicaciones cardiovasculares de los tratamientos antitumorales se relacionan con insuficiencia cardiaca, hipertensión arterial, arritmias, cardiopatía isquémica, miocarditis y periocarditis, valvulopatías, enfermedad venosa tromboembólica, hipertensión pulmonar y enfermedad vascular periférica.
“Los problemas cardíacos más habituales que presentan este tipo de pacientes son la insuficiencia cardiaca, las arritmias y la enfermedad coronaria precoz, siendo frecuentes en personas por encima de los 65 años que ya se enfrenten a factores de riesgo cardiovascular o padezcan cardiopatía previa”, explica el Dr. Carlos Macaya.
Según datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en España se diagnostican unos 250.000 casos nuevos de cáncer al año, de los que dos tercios se presentan en pacientes mayores de 65 años, una edad de riesgo cardiovascular en el nivel moderado-alto.
“Necesitamos, sin ambages, mejorar todavía más la estratificación del riesgo cardiovascular y optimizar el control de los factores de riesgo antes, durante y después de los tratamientos oncológicos”, expone.
Por ejemplo, alrededor del 11% de los pacientes de 40 años que superaron un cáncer en su infancia necesitan tratamiento cardiovascular o sufren una cardiopatía grave, generalmente insuficiencia cardíaca (IC). El cribado sistemático en estos pacientes reduce un 18% la incidencia acumulada de insuficiencia cardíaca.
Los daños cardíacos por el tratamiento en cáncer de pulmón, mama o hematológico
En relación al cáncer de pulmón, tanto el corazón como los grandes vasos sanguíneos se encuentran “geográficamente” próximos a los lóbulos pulmonares y, por tanto, la radiación torácica condicionará la aparición de mayor incidencia de enfermedad cardiovascular.
Es así en el cáncer de células pequeñas o microcítico, que es el más agresivo por su rápida metástasis hacia el cerebro, hígado y hueso, y cuyo origen mayoritario se encuentra en el hábito tabáquico (aproximadamente el 70% de los tumores de pulmón).
“El tratamiento de este tumor con una quimioterapia muy fuerte, incluso añadiendo radioterapia, requiere un seguimiento exhaustivo al corazón y grandes vasos del paciente en todas las fases posteriores, sobre todo con ecocardiograma y resonancia magnética nuclear cuando sea preciso”, afirma.
Los adenocarcinomas de pulmón, tumores de células grandes, prácticamente sin relación con el tabaco, son neoplasias sólidas que se tratan con quimioterapia, pero también con inmunoterapia (medicinas para estimular el propio sistema inmunológico del paciente).
Si esta tipología de cáncer de pulmón no responde a la quimioterapia o la inmnoterapia se tiene que emplear radioterapia.
“Los supervivientes de este tumor necesitarán un control cardiológico a largo plazo, sobre todo a los que sufrieron numerosos ciclos de quimioterapia y radioterapia, pudiendo quedar afectados a nivel de los grandes vasos, como la aorta y arterias coronarias”, explica.
Afortunadamente, a día de hoy, las dosis de quimioterapia provocan bastante menos toxicidad, al igual que la radioterapia, una acción terapéutica mucho más localizada y focalizada y menos generalizada.
“A este respecto, la inumonoterapia, tratamiento del cáncer con anticuerpos monoclonales por vía intravenosa, es la menos tóxica no solo a nivel cardiovascular, sino a nivel del resto del organismo”, añade.
Los efectos secundarios de la inmunoterapia, muy raros, pueden provocar neumonitis -inflamación de los pulmones-, tiroiditis -inflamación de la glándula tiroidea- o encefalitis -inflamación cerebral-.
El tratamiento de los cánceres de mama, frecuentemente abordados con quimioterapia y radioterapia, también conduce al deterioro del tejido de la bomba cardíaca y los grandes vasos.
“Hoy en día la mejora radioterápica aminora los efectos secundarios a nivel cardíaco, pero el control y seguimiento de las pacientes es y debe ser muy exigente tanto para l@s radioterapeutas como para médic@s oncólog@s y cardiólog@s”, resalta el Dr. Macaya.
Dentro de las complicaciones cardiovasculares derivadas de los tratamientos onco-hematológicos, la disfunción ventricular secundaria a cardiotóxicos es una de la que genera más controversia en su definición y manejo.
“Si no se realiza un despistaje activo puede pasar desapercibida durante años y se termina diagnosticando en una fase irreversible de la enfermedad”, apunta.
Se sabe que los tratamientos onco-hematológicos triplican el riesgo de eventos cardiovasculares a medio y largo plazo, pero la evidencia científica en su manejo es escasa.
Esto significa que el tratamiento de la cardiotoxicidad plantea un enorme reto a los equipos de cardio-onco-hematología implicados en la atención de pacientes con cáncer, cuyo objetivo es facilitar el tratamiento y minimizar la toxicidad cardiovascular.
En este sentido, cabe recordar que la Sociedad Española de Cardiología, la SEOM, la Sociedad Española de Oncología Radioterápica (SEOR) y la Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia (SEHH) firmaron en 2016 un documento de consenso que abogaba por la creación de equipos multidisciplinares de cardio-onco-hematología “que trabajarán en comunión con l@s pacientes”.
Vigilar el sistema cardiovascular de los supervivientes del cáncer
Más allá de las estrategias de prevención primaria, las principales herramientas para el diagnóstico de la disfunción ventricular por los tratamientos antitumorales son las técnicas de imagen y los biomarcadores, que permiten un diagnóstico en fases subclínicas con más probabilidades de recuperación.
“La monitorización clínica con electrocardiograma es básica en pacientes con riesgo de arritmias e hipertensión”, señala el Dr. Macaya.
También debe considerarse la necesidad de tratamiento cardiológico en pacientes con cáncer siempre que se detecten anomalías de la función cardíaca o síntomas sugestivos de cardiopatía.
“En pacientes que han recibido cardiotóxicos deben extremarse el control de los factores de riesgo cardiovascular y potenciar las medidas generales de salud cardiovascular tales como la dieta, el ejercicio físico o la abstinencia al tabaco, entre otras”, indica.
Además, es necesario mantener una alta sospecha clínica ante síntomas que puedan sugerir cardiopatía. En pacientes de alto riesgo, deben programarse controles periódicos.
“La supervivencia del paciente con cáncer ha mejorado muchísimo en los últimos años gracias al diagnóstico precoz y los tratamientos innovadores como la inmunoterapia. Sin embargo, la prevalencia de enfermedad cardiovascular en ellos es muy elevada. No podemos dejar que el beneficio que hemos ganado en supervivencia del cáncer se pierda en mortalidad cardiovascular”, recalca el Dr. Carlos Macaya Miguel para concluir este Noticiero del Corazón.
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