Para prevenir el cáncer o luchar contra él es importante seguir una dieta equilibrada y, en especial, alimentar la flora bacteriana del intestino con probióticos, verduras, frutas y fibra en general

Probióticos y fibra frente al cáncer
EFE/Paladar Comunicación
  • 4 de febrero, 2013
  • MADRID/EFE/ANA SOTERAS

Una alimentación inadecuada puede provocar la inflamación del intestino y, por tanto, puede convertirse en un factor de riesgo para desarrollar un cáncer.

Ante una inflamación intestinal, el sistema inmunológico despliega todas sus fuerzas para protegernos. Pero debemos evitar que esta inflamación se produzca para que nuestras defensas no se debiliten en el control que también ejercen en otras partes del organismo y puedan surgir otras enfermedades.

Por eso hay que reforzar las bacterias del intestino mediante el alimento que nosotros consumimos. Si les aportamos probióticos y fibra y tenemos precaución con los antibióticos y las diarreas, podemos tener en guardia a un ejército microscópico dispuesto a combatir contra la amenaza del cáncer.

Lo explica el doctor Francisco Arrieta, adjunto en la Unidad de Nutrición y Dietética del Hospital madrileño Ramón y Cajal, donde atienden a pacientes oncológicos tanto durante el tratamiento contra el cáncer como después. Les ayuda a seguir una alimentación equilibrada y regeneradora.

Cuando se conmemora el Día Mundial del Cáncer, el doctor Arrieta destaca la estrecha relación entre esta enfermedad y los alimentos que consumimos.

“Una mala alimentación te puede llevar a la obesidad, que es un factor de riesgo para desarrollar un cáncer. Pero la alimentación también es un vehículo para la entrada de tóxicos en el organismo que pueden provocar cáncer”, señala.

El cáncer de colon, de endometrio o de próstata son algunos tipos en comunión directa con la alimentación.

Los alimentos ricos en vitaminas (sobre todo frutas y verduras) ayudan a la formación de antioxidantes que favorecen la buena respuesta celular ante una agresión, mientras que el consumo frecuente de grasas o productos con hormonas pueden ocasionar que las células crezcan y se multipliquen descontroladamente dando lugar a tumores.

Existen alimentos poco recomendables, sobre todo dependiendo de su procesado, como los ahumados, o de su composición (si lleva hormonas o grasas). Igualmente, un alimento se puede convertir en tóxico cuando lleva pesticidas u otros productos químicos.

La siempre recomendable dieta mediterránea

La dieta mediterránea se perfila como el parámetro ideal de consumo. Incluye abundantes y variadas verduras, frutas, carnes (sin abusar de las rojas), pescados, huevos y legumbres. Además del aceite de oliva. Pero cuidado: si el aceite se recalienta para varios usos se transforma en tóxico, en un agente carcinógeno.

“El aceite que se mantiene en la freidora durante tiempo se hidrogena y se convierte en cancerígeno. A veces hacemos cosas por ahorrar y tenemos que analizar qué estamos haciendo mal”, apunta el endocrino.

Hay que comer de todo, un menú diario equilibrado en proteínas, grasas e hidratos de carbono que incluya probióticos y fibras que nos refuerce la flora bacteriana. Y si consumimos alimentos envasados es conveniente examinar para saber que ingredientes vamos a comer.

Los tratamientos y sus efectos

La Asociación Española Contra el Cáncer (aecc) insiste en que la nutrición es fundamental para los pacientes oncológicos ya que una alimentación deficiente aumenta el riesgo de infecciones.

Cuando el cáncer se ha instalado en nuestro cuerpo es necesario desterrarlo con tratamientos como la cirugía, la radioterapia y la quimioterapia, terapias  que pueden causar pérdida de apetito, vómitos o diarrea, entre otros efectos.

En esos casos se recomienda hacer una dieta adecuada y restringir el consumo de frutas y verduras mientras exista diarrea. En cualquier caso, lo primero es consultar al médico especialista.

El doctor Arrieta apunta que en el caso de pacientes sin apetito, que no toleren los alimentos o les resulte difícil tragar, se debe evitar la desnutrición con suplementos alimenticios, un concentrado que les aporte calorías y nutrientes. “Es un producto especial, una medicina”.

En los casos más agudos, esa alimentación se les aplica mediante una sonda.

Control del peso

La batalla contra el cáncer puede dejar secuelas físicas. Una de ellas es el aumento o la pérdida de peso.

Un ejemplo son las pacientes que han superado un cáncer de mama. Los cambios hormonales les han hecho ganar varios kilos. “Y eso les puede afectar anímicamente, puede caer el sistema inmunológico y existir riesgo de recaída”.

Por eso deben acudir a la consulta del endocrino una vez finalizado el tratamiento contra el cáncer. “Siempre debemos recuperar el peso ideal de cada persona”, sobre todo para que esos kilos de más no deriven en otra enfermedad que repercuta en su evolución.

Recuperar el peso adecuado después de la enfermedad ayuda al paciente oncológico a afrontar con optimismo su evolución, además de adquirir unos hábitos alimenticios que le protejan de otras agresiones.