El azar genético quiso que Manuela y Pablo heredaran de sus padres dos alelos mutados de un gen que les provoca deterioro neurológico progresivo, una enfermedad poco frecuente llamada síndrome de Sanfilippo. Cuando se conmemora el Día Mundial de las Enfermedades Raras, la genética también abre la puerta de la esperanza: es posible que la terapia génica revierta la enfermedad

Síndrome de Sanfilippo: La esperanza está en la terapia génica

Síndrome de Sanfilippo: La esperanza está en la terapia génica

  • 26 de febrero, 2016
  • Ana Soteras

Esta es la historia de una pareja como tantas otras, con una vida normal que dejó de serlo de un día para otro. Beatriz Arconada y su marido tuvieron a su primera hija, Manuela, hace seis años. Dieciséis meses después llegó Pablo.

Los niños crecían con normalidad, aunque presentaban hinchazón de tripita y un hígado más grande de lo normal. Los dos dieron sus primeros pasos y pronunciaron sus primeras palabras como cualquier otro.

La familia, como hicieron otras, se trasladó a Alemania en el año 2012 por razones laborales. Y fue en ese país, a los pocos meses de llegar, cuando la normalidad se rompió.

Los niños -Manuela con tres años y Pablo a poco de cumplir dos- fueron diagnosticados con el tipo A del síndrome de Sanfilippo o mucopolisacaridosis tipo III, una enfermedad rara que afecta a 1 de cada 100.000 niños y que no se detecta al nacer.

El tipo A de Sanfilippo (hay otros tres tipos más) se origina por la mutación de un gen que causa la deficiencia de una enzima (sulfamidasa) necesaria para descomponer materiales complejos que el cuerpo ya no necesita y que al no ser eliminados acaban acumulándose en las células.

La terapeuta Nines Gordo practica el lenguaje con Pablo para evitar que lo olvide. EFE/Javier Mariscal
La terapeuta Nines Gordo practica el lenguaje con Pablo para evitar que lo olvide. EFE/Javier Mariscal

Esto provoca daños fundamentalmente neurológicos, una especie de demencia infantil, donde van perdiendo lo que han aprendido, una involución cognitiva y motora acompañada de hiperactividad y problemas físicos como infecciones respiratorias y de oído, además de rasgos característicos como pelo grueso y áspero, cejas pobladas y estatura por debajo de la media.

“Mis niños -explica Beatriz- están ahora en la primera fase, en la pérdida cognitiva. Entre los 4 y los 6 años los síntomas se agudizan. Manuela, en un año, ha perdido prácticamente el lenguaje, antes cantaba mucho. Se cae, tiene una hiperactividad exacerbada, las manos no las puede parar y se las mete en la boca, lo tira todo. No tiene sentido del peligro. Es sociable, alegre y muy cariñosa”.

Pablo es diferente: “Es muy ágil, no se cae ni mueve tanto las manos. Le gusta el fútbol, correr…Y aunque tiene más arranques de enfado, también es muy cariñoso”.

Aunque la evolución de la enfermedad depende de cada niño, en las siguientes fases los problemas motores se intensifican, pierden elasticidad y acaban en una silla de ruedas. Además, empiezan los problemas de deglución hasta llegar a necesitar un botón gástrico. Al final aparecen las crisis epilépticas y derivan a un estado vegetativo hasta el fallecimiento, que llega a los 15 años de media.

“Es muy doloroso. Cuando te dan el diagnóstico te hunden, pero nosotros estábamos solos en Alemania y tuvimos que mantenernos de pie. Fuimos a buscar a los niños a la guardería como cualquier día”, recuerda la madre. Dos años después regresaron a España.

Con la vista puesta en un ensayo clínico

Beatriz emprendió la lucha desde el primer día. “Soy doctora en Biología, me dediqué a conocer la enfermedad, a hablar con médicos e investigadores de todo el mundo y vi que había ensayos clínicos que podían ser una esperanza”.

Beatriz Arconada con sus dos hijos, afectados por Sanfilippo, en la puerta de entrada de su domicilio madrileño. EFE/Javier Mariscal
Beatriz Arconada con sus dos hijos, afectados por Sanfilippo, en la puerta de entrada de su domicilio madrileño. EFE/Javier Mariscal

Y en uno de esos ensayos podrían ser incluidos Manuela y Pablo. Se trata de una investigación de terapia génica iniciada en el Centro de Biotecnología Animal y Terapia Génica de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que dirige la doctora Fátima Bosch y que puede dar con la clave de la curación de una enfermedad que hoy por hoy no tiene tratamiento.

“En modelos animales, no solo hemos parado la enfermedad, sino que la hemos conseguido revertir completamente en los tratados en edad temprana”, asegura la científica. La esperanza es que estos excelentes resultados se repliquen en los ensayos clínicos con humanos.

El proyecto Sanfilippo, fruto de un partenariado público-privado entre la UAB y la farmacéutica Esteve, consiste en introducir la copia correcta del gen de la sulfamidasa humana. Y para eso es necesario alojarlo en un vector viral que sirva de vehículo para llevar este gen a las células y pueda allí fabricar la enzima defectuosa.

Pero hay una gran ventaja: aunque la enzima correcta falta en todas las células del organismo, no es necesario llegar a todas ellas.

El equipo de la doctora Bosch ha conseguido administrar (en ratones) el vector viral directamente al líquido cefalorraquídeo, que riega todo el cerebro y recorre la médula espinal por lo que se extiende por todo el sistema nervioso central, el principal afectado.

La administración se realizará a través de una única punción en el ventrículo, un área del cerebro, y que es una vía habitual utilizada por neurocirujanos pediátricos para diferentes casos, como la hidrocefalia.

“La enzima (sulfamidasa) -señala- se secreta, por lo que una célula ya corregida la secreterá, la de al lado la captará y también corregirá el déficit. Esta es la ventaja frente a otras enfermedades, como la distrofia muscular o la fibrosis quística, donde es necesario llegar a todas las células del organismo y es muy complicado. Pero en las enfermedades lisosomales y, en concreto, en las mucopolisacaridosis como Sanfilippo A creemos que se podrá curar con esta aproximación”.

El inicio del primer ensayo en humanos, que se realizará en el Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, está previsto para finales de 2016, una vez esté disponible con la calidad adecuada el vector viral a ser administrado y se disponga de todas las autorizaciones regulatorias necesarias, según fuentes de Esteve.

Infografía sobre la investigación de terapia génica para síndrome de Sanfilippo tipo A. Infografía: Laboratorios Esteve
Infografía sobre la investigación de terapia génica para síndrome de Sanfilippo tipo A. Infografía: Laboratorios Esteve

Trabajar en lo aprendido

Mientras llega el momento de que puedan acceder al tratamiento, Manuela y Pablo trabajan cada día para retener en lo posible lo aprendido, frenar la pérdida de lenguaje, de memoria, de atención.. Por eso, además del colegio, acuden a terapia de estimulación cognitiva y complementan su atención con equinoterapia y piscina, además de paseos por el campo que les ayudan a desfogar su hiperactividad.

Manuela, en primer plano, y su hermano Pablo, al fondo, con los psicólogos en una clase de estimulación cognitiva para intentar frenar la demencia que produce el síndrome de Sanfilippo. EFE/Javier Mariscal
Manuela, en primer plano, y su hermano Pablo, al fondo, con los psicólogos en una clase de estimulación cognitiva para intentar frenar la demencia que produce el síndrome de Sanfilippo. EFE/Javier Mariscal

Un día a día maratoniano. Por eso, Beatriz Arconada tiene que trabajar desde casa como autónoma las pocas horas que le quedan libres. “No puedo integrarme laboralmente porque nadie quiere una madre que no puede tener un horario completo”, lamenta. Y eso no solo interrumpe una carrera profesional, sino que aboca a perder una pensión en el futuro.

“Las madres cuidadoras, las que más estamos dando la batalla, somos invisibles para las administraciones. Y eso que nuestro trabajo es clave y ahorra mucho dinero al Estado”, apunta.

También pide que los hospitales tengan un protocolo de atención para estos niños especiales que reúna en una sola jornada todas las citas y las organicen de tal manera que las esperas sean lo más cortas posible y que la integración en los colegios cuente con apoyos adicionales, un “profesor sombra” que sirva de ayuda al niño y también al profesor del aula.

Unas reivindicaciones para mejorar el día a día de unas familias que perdieron la normalidad de sus vidas para enfrentarse a una intensa lucha que ahora atisba la esperanza gracias a la terapia génica para los niños que, como Manuela y Pablo, sufren el  síndrome de Sanfilippo A.

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