Un viejo hospital de Nicaragua, un campo de trabajo en Ecuador, una mesa de operaciones, un banco de alimentos, una aldea en El Escorial o la geografía española. Los escenarios son diversos, casi tanto como los testimonios, pero todos ellos tienen un hilo en común: la solidaridad es lo que mueve a los seis protagonistas de este reportaje audiovisual a compartir su tiempo, su entrega y sus conocimientos con los demás
Solidaridad, la ternura de los pueblos
Los proyectos son incontables y las formas de colaborar, casi infinitas. Pero para llegar a ellas hace falta un motor inicial: la motivación. Manuel Nevado, vicepresidente de Psicólogos sin Fronteras, explica que esta puede ser muy diversa. “En algunos casos las conductas altruistas van en función de las escalas de valores que tenemos, y por eso cada uno somos solidarios con programas, acciones o colectivos que nos tocan desde nuestro punto de vista personal, con lo que estemos más sensibilizados”.
Guillermo Fouce, presidente de Psicólogos Sin Fronteras y profesor de la Universidad Complutense de Madrid, considera que lo importante es trabajar, educar y estructurar estas motivaciones diversas para pasar de un voluntariado epidérmico, de bajo grado de compromiso, a ir más allá. “Pasar de hacer cosas a pensar en las causas, las consecuencias y los efectos para madurar el voluntariado y profundizarlo”.
Para Manuel Nevado solo existe verdadera solidaridad cuando algo se hace sin buscar absolutamente nada a cambio, salvo la satisfacción que pueda aportar a uno mismo. Por eso cree que solidaridad y empatía van de la mano. “Cuando trabajas la empatía puedes ponerte en la piel de otra persona que está atravesando una etapa mala”.
También señala que necesario que una causa sea abarcable, ver que el tiempo o el dinero que donas tiene una repercusión directa. “Lo ves cercano a ti y desarrollas esa empatía, piensas que mañana puede ser tu casa…”. Fouce añade que, para lograr el compromiso, es necesario entender la causa, compartirla y asimilarla. “No es lo mismo poner una piedra que entender que con ella estoy construyendo un castillo”.
No obstante, este experto también considera que esa acción tiene que reportar un beneficio. “No somos superhombres ni sufridores, y es satisfactorio ver cómo puedes echar una mano para que la gente comparta lo que le está pasando, lo ponga en común y busque respuestas colectivas. Sin eso es muy difícil que se mantenga una acción que he iniciado”.
Pero va más allá: no solo es necesario lo anterior, sino también tener la opción. “Es tan banal como tener la posibilidad de hacer algo y que me mueva, es decir, la clave es empezar a hacer cosas”. Quizá por ello, los voluntariados que mejor funcionan en la Comunidad de Madrid, como cuenta Nevado, son los de personas mayores a personas mayores, dado que tras la jubilación desaparece la restricción de tiempo que impone la necesidad de trabajar.
Todos estos elementos se integran en los siguientes testimonios de voluntariado. Proyectos muy diversos de personas en distintos momentos de su vida que, a través de sus experiencias personales, ayudan a comprender el verdadero valor de la solidaridad.
Manuel Esteban, miembro de las Brigadas Urológicas
“Yo digo siempre que si operamos a cincuenta pacientes en una semana, el problema es el 51, el que no nos ha dado tiempo”. Habla el doctor Manuel Esteban, presidente de la Asociación Española de Urología y jefe del servicio de Urología del Hospital Nacional de Tetrapléjicos de Toledo.
Desde hace quince años forma parte de las Brigadas Urológicas, equipos formados por los mejores urólogos de España que, auspiciados por la AEU y por Astellas Pharma, viajan cada año a Nicaragua, Guatemala y Honduras para realizar una labor humanitaria quirúrgica. “Trabajamos con la premisa de atender a los pacientes que peor situación personal tienen y a los que precisan cirugías más complejas y caras”.
La idea surgió como fruto de una conversación entre el doctor Esteban y un empresario nicaragüense: En mi país hay muchas necesidades, las personas no tienen acceso a la salud y muchos fallecen de complicaciones que en el primer mundo no se entenderían, de enfermedades que pueden ser resolubles con cirugías que ustedes hacen.
Desde aquel momento, varios urólogos dedican una o dos semana al año a realizar intervenciones y a formar a los profesionales de la zona, aportando material médico a estos centros sanitarios, que cuentan con recursos muy limitados.
Padre Ángel, presidente de Mensajeros de la Paz
“Comparto mi vida con los demás porque a veces uno tiene que ponerse en el lugar del otro, y porque he descubierto que la felicidad está en querer y en dejarse querer”.
Mensajeros de la Paz, fundada por el padre Ángel, es una ONG cuya principal actividad, en sus inicios, se centraba en la creación de hogares funcionales para acoger a niños y jóvenes que carecían de ambiente familiar, proporcionándoles un medio lo más parecido posible a una familia. Posteriormente, ha ido ampliando su ámbito de actuación a otros sectores como las víctimas de violencia de género, las personas con discapacidad física o psíquica o las personas mayores que viven en soledad, en situación de abandono o de extrema pobreza.
Han sido muchas las iniciativas que han ilusionado al padre Ángel a lo largo de su vida, pero destaca los tres que más le han marcado. “Había un proyecto precioso, Me querrás más que a un hijo, que consistía en acoger y adoptar a niños con discapacidad o niños en situación terminal”.
También destaca el teléfono dorado, a través del cual se escuchaba a gente que estaba sola. Sin embargo, quizá sobresale uno por encima de todos los demás: “Tener una iglesia abierta las 24 horas del día en el centro de Madrid, un sueño que tardé muchos años en poder realizar”.
Rosa Álvarez, voluntaria de Aldeas Infantiles
Rosa Álvarez descubrió su verdadera vocación tras su jubilación. “Me he dedicado toda la vida a la enseñanza y me ha gustado mucho, pero si yo hubiera sabido que se podía trabajar en Aldeas Infantiles y no solo ser voluntaria, habría orientado mi vida de una manera completamente distinta”, confiesa.
Rosa explica que, tras la jubilación, se produce un sentimiento de vacío. “Como me gustan mucho los niños, fue en este momento cuando tomé contacto con Aldeas Infantiles y pensé: A lo mejor ahora es el momento”.
Esta profesora se dedica a dar clase de apoyo de inglés de forma voluntaria a los niños de la Aldea Infantil SOS de Madrid, en San Lorenzo de El Escorial. Sin embargo, se ruboriza cuando alguien destaca su labor o agradece su colaboración: “Somos muy poco solidarios, y lo que hago yo hago no me gusta que se valore mucho porque es poquísimo, realmente”.
Carmen Torcal, cooperante de Manabí
Carmen Torcal tambieén es profesora y forma parte de Manabí, una asociación especializada en la cooperación para el desarrollo sostenible y el voluntariado internacional que centra su actuación en Guatemala y Ecuador bajo el amparo de Cáritas de la archidiócesis de Puerto Viejo, en la provincia de Manabí (Ecuador).
Fue el uruguayo Eduardo Galeano quien movió la conciencia de Carmen. “Un día, leyendo un libro suyo, vi una cita que decía que la indiferencia es el mal endémico de nuestra sociedad, y que es lo que no nos permite mirar hacia otro lado y ser tolerantes”. Estas palabras despertaron en ella la necesidad de poner el foco en otros lugares del planeta, y fueron las que la llevaron a buscar un organismo con el que colaborar.
En Manabí desempeña una doble función: mientras que en España se encarga de coordinar a los voluntarios que van a viajar al año siguiente (viajes, estancia y programación), en Ecuador desarrolla proyectos de educación, colaborando en la formación de profesores, tanto a nivel conceptual como aportando un instrumento de valor añadido, la biodanza -una disciplina que utiliza la música, el movimiento y los sentimientos positivos para lograr el conocimiento de unos mismo y profundizar en la relación con el entorno y con los demás-.
Carmen Torcal cuenta que el voluntariado le ha ayudado a ser más humilde. “Cuando vas allí tienes que actuar aprendiendo de los otros, sin imponer lo que tú crees que va a ser mejor”. Y destaca que, aunque los voluntarios colaboren, es la gente la que verdaderamente les aporta a ellos. “Muchas gotas de humildad, de cariño y de compartir lo poco que tienen. A las personas que vamos allí nos marca la vida. Hay un antes y un después“.
José Ignacio Sánchez, donante de riñón
Como cada año desde los últimos 26, España ha vuelto a superar en 2017 su propio récord en donación y trasplantes de órganos, y reafirma su liderazgo mundial. Este año, de nuevo, ha alcanzado los mejores resultados de su historia, con 46,9 donantes por millón de población (2.183 en total) y 5.259 trasplantes.
“Somos generosos si se nos explica bien, si vemos que el resultado es bueno y que va a ser para quien lo necesite, no para el más rico o el más famoso”, analiza José Ignacio Sánchez, que lleva treinta años a cargo de la Coordinación de Trasplantes de la Comunidad de Aragón.
El funcionamiento de un sistema tan complejo como el español requiere una gran organización. En él intervienen más de cien personas coordinadas por la directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), actualmente Beatriz Domínguez-Gil. “Todo suena como una orquesta con un fantástico director”.
El doctor habla también de una solidaridad contagiosa, y explica que en Reino Unido las tasas de negación a la donación de órganos de las personas que mueren en las unidades de cuidados intensivos por un problema cerebral son altísimas. “Aquí conviven con nosotros muchísimos ingleses, alemanes y nórdicos y no niegan la donación porque confían en el sistema, y a los ingleses ya les preocupa que sus ciudadanos que fallecen en España donen, mientras que los que lo hacen allí no lo hagan en la misma medida”.
La máxima expresión de la solidaridad en este campo es el donante altruista, quien garantiza el inicio de la cadena del trasplante renal cruzado. Cuando alguien quiere donar un riñón a un familiar o amigo pero no es compatible con este, el sistema de trasplantes permite que su órgano lo pueda recibir otra persona que lo necesite y que tenga a otra persona no compatible con ella dispuesta a donarle su riñón en cualquier lugar de España. Un sistema informático detecta las compatibilidades y logra que cada donante reciba su órgano estableciéndose así una cadena de solidaridad iniciada por el donante altruista. El riñón que “sobraría” de este cálculo va destinado a la primera persona compatible de la lista de donantes de cadáver, lo cual beneficia a todos dado que se avanza un puesto en esta lista.
Los devenires de la vida hicieron que, tras años de experiencia como coordinador de trasplantes, José Ignacio se convirtiera en donante de su hijo, que fue diagnosticado de una insuficiencia renal y ha recuperado su salud gracias al riñón de su padre.
Pese al escaso riesgo que supone el trasplante renal, requiere el control de por vida tanto del donante como del receptor. “Mi hijo toma quince pastillas al día, y esas medicaciones evidentemente tienen algún efecto que no sería deseable, pero le permiten vivir con una calidad de vida que, de otra manera, no hubiese tenido”.
El donante también ha de ser responsable de por vida, porque “pierde su muleta” en caso de que en un futuro le fallase un riñón. “Yo ya no fumo, no tomo patatas fritas ni bebo champán, pero le he dicho a mi nefrólogo que a los 80 años retomaré estos hábitos”. No obstante, José Ignacio no lo duda: “Yo le digo a mi hijo que me ha dado mucho más él a mí que yo a él”.
Rosa Vinagre, voluntaria del Banco de Alimentos
Rosa Vinagre desempeña la labor de directora de comunicación en el Banco de Alimentos de Madrid, una organización sin ánimo de lucro que se encarga de conseguir alimentos para distribuirlos de forma gratuita entre entidades benéficas dedicadas a la asistencia y cuidado en la Comunidad de Madrid. Está integrado en la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) y a la Federación Europea de Bancos de Alimentos (FEBA).
La crisis ha afectado notablemente a la situación de las personas más vulnerables en nuestro país. Rosa recuerda que, durante esos años, la sociedad reaccionó favorablemente: “Teníamos cada vez más peticiones y la gente respondió muy bien, estaba muy concienciada”.
Sin embargo, teme que las donaciones particulares disminuyan ahora con la idea generalizada de que ya ha terminado la crisis. “Es verdad que las cosas están mejor, pero han quedado unas bolsas de pobreza que van a existir siempre y que vamos a tener que atender. A lo mejor se trata de un número menor de personas, pero necesitan más porque ya han agotado todas sus reservas posibles”.
Entre las anécdotas que ha vivido a lo largo de este tiempo, destaca la solidaridad de la gente. “Recuerdo a una persona que llegó una vez con dos bolsas llenas y dijo: Es que yo he estado dos años sin trabajo y sé lo que es pasar hambre, y a mí me han ayudado y ahora me toca ayudar”. También a un padre que entró con un niño y dijo: “Vamos a donar, hijo, que a lo mejor un día nosotros necesitamos que nos ayuden”.
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