La vuelta a la rutina de los más pequeños siempre viene acompañada del famoso “me aburro”: ¿Cómo podemos evitarlo? ¿Qué recomiendan los expertos?

Niños y vuelta al cole: dejemos el aburrimiento fuera de la mochila
EFE/ Mariscal

Instantaneidad, sobreestimulación e impaciencia: las nuevas generaciones están condicionadas por factores que definen la realidad actual. Por eso, el aburrimiento y la visión que de él tienen padres y niños tiene especial importancia por la frustración que produce y lo que puede llegar a desencadenar.

Josefa Ros, investigadora especialista multidisciplinar en Estudios de Aburrimiento, y Montserrat Amorós, docente y coordinadora del área de Psicología de la Educación en la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), explican cuáles son las bases del aburrimiento y cómo atajarlo.

Cómo expresan los niños el aburrimiento

El aburrimiento tiene una presencia incuestionable en la infancia y suele expresarse como una sucesión de trastadas.

Josefa Ros, en la actualidad investigadora posdoctoral de la Universidad Complutense de Madrid, habla del aburrimiento como una respuesta natural.

“Si algo nos aburre, simplemente tenemos que reinventarlo”, asegura la experta.

Y en el caso de los niños, ocurre lo mismo.

Después de un verano de entretenimiento, juegos, vacaciones y actividades varias, volver a la rutina puede resultar tedioso, repetitivo y poco estimulante.

Pautas para lidiar con el aburrimiento

Ante esta situación, Montserrat Amorós, docente y coordinadora del área de Psicología de la Educación de la UNIR, ofrece una serie de consejos para saber cómo afrontarlo.

  • Potenciar la reflexión: la introspección como pieza clave para atajar el aburrimiento.

Preguntar y conocer la perspectiva de los más pequeños facilitará la manera en la que se aborda el asunto. De esta forma, podremos ofrecer soluciones o alternativas. Cada uno posee una solución propia al aburrimiento y la única manera de llegar a ella es aprendiendo a lidiar a solas con él, recurriendo a la autoconciencia. Claro que no todos tenemos la misma capacidad de reflexión: en función de la edad de cada cual, deberemos exigir o potenciar este proceso introspectivo en mayor o menor medida.

  • Actividades nuevas e interesantes fuera de la rutina.

Cuando un niño nos dice que se aburre, nosotros no debemos ser el entretenimiento, sino la orientación. Josefa Ros habla de ofrecer “oportunidades a explorar”, alternativas a ese problema al que se enfrentan. Por lo tanto, buscar formas de ocuparnos que salgan de la rutina es esencial. Para ello, Amorós ofrece pequeñas actividades rutinarias que podemos llevar a cabo de otra forma.

Así, propone andar en vez de coger un autobús o salir a pasear por el campo, tomando rutas que normalmente no frecuentamos.

Hay que tener en cuenta que deben ser actividades que gusten a los más pequeños y que puedan asimilarlas como algo que aligera el día a día, que se sale de la rutina.

  • Objetivos a corto plazo: porque la incertidumbre aburre.

Muchas veces el aburrimiento en los niños viene dado por la incertidumbre de no saber lo que pasará. Si se establecen a corto plazo “objetivos” para crear expectativas, sustituimos el aburrimiento por el planteamiento de posibilidades.

  • Paciencia: una aptitud idealizada.

Relacionado con la incertidumbre anteriormente señalada, la paciencia es una idealización. En este caso, su antónimo gana más y más terreno: la inmediatez de las nuevas tecnologías han potenciado la impaciencia, una característica muy común en la infancia. Inculcarla, o al menos intentarlo, es esencial.

Pero… ¿Qué es el aburrimiento?

Para simplificar un concepto tan sumamente amplio y difuso como el “aburrimiento”, Josefa Ros habla de un desequilibrio entre necesidad de estimulación interna y lo estimulante que percibimos el entorno.

“Cuando sentimos ese tedio con respecto a nuestra realidad, que no nos satisface como debería, el aburrimiento hace de señal, es un indicativo de que algo no va bien”

Funcionalidad del aburrimiento

Esta patología, tan necesaria como inevitable, es un aviso, un toque de atención cuyo mero objetivo es el de señalar una obviedad: debemos desarrollar una estrategia de huida e intentar llevarla a la práctica.

Así, nuestro cuerpo nos invita a evitar el estancamiento y a ampliar horizontes. El éxito reside en saber cómo lidiar con ello y hacerlo adecuadamente. Y es que en la mayoría de las ocasiones las respuestas a este tipo de situaciones suelen ser conductas desadaptativas, por lo que el aburrimiento pierde su funcionalidad.

Dormir más, comer más, ansiedad, depresión… Son muchas las consecuencias que pueden derivar de la mala gestión del aburrimiento. Y precisamente por ello es importante saber cómo tratarlo, además de conocer los factores que lo favorecen o condicionan.

El papel de las nuevas tecnologías

En este sentido, cuestionar si la presencia de las pantallas puede solucionar o empeorar la situación es lo que se plantea con más frecuencia.

Las nuevas tecnologías son fuente de entretenimiento, al igual que de desensibilización. Y es que la sobreestimulación asociada al abuso de las pantallas puede desgastar, haciendo que algo agradable deje de serlo. Montserrat Amorós indica que se trata de encontrar el equilibrio y saber que la educación debe adaptarse al nuevo contexto digital.

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EFE/ Luis Tejido

“Vamos por el camino de conseguir a nivel educativo una adaptación a una realidad diferente, condicionada por las nuevas tecnologías”, asegura la psicóloga.

Por otra parte, no podemos pasar por alto el concepto de “inmediatez” antes mencionado. Las nuevas generaciones, definidas por la instantaneidad e impaciencia, sufren en mayor medida el aburrimiento precisamente por eso.

Pero, lejos de tratarse de algo negativo, la experta decide interpretarlo como una señal: el tenerlo todo “ya” no es ni realista ni posible. Si el coste de que los niños se conciencien sobre ello es el aburrimiento, habrá que pagarlo.