Los constantes cambios a los que se enfrenta la sociedad condicionan las necesidades del consumidor y fomentan la innovación y la aparición de nuevas tendencias. El ritmo de vida actual y la preocupación por la salud y el medio ambiente llevan a la preferencia por el consumo responsable, lo natural, lo cercano y lo sostenible, sin dejar de lado el placer y la experimentación, dos tendencias que marcarán el futuro de la alimentación. En su programa 100, “El Bisturí” ha tratado sobre los retos de la nutrición y su futuro con Laura González

“Los expertos recomiendan cambiar el patrón alimentario, porque estamos destruyendo el planeta, y además las estadísticas indican que el patrón de consumo actual no nos está sentando muy bien”.
Lo cuenta Laura González, responsable de nutrición y salud de Nestlé, en la programación especial con motivo de la emisión número 100 de El Bisturí.
Con ello se refiere a la paradoja de que mientras un 50% de los europeos sufre obesidad y cuatro millones de personas mueren por enfermedades cardiovasculares y diabetes cada año y 1.400 millones de personas están sufriendo un exceso de peso, 870 millones de personas están desnutridas crónicamente, por lo que destaca la importancia del consumo responsable de alimentos.
“Cada vez hay mayor escasez de recursos naturales como consecuencia del crecimiento de la población, y estamos viviendo muy por encima de los límites del planeta“, cuenta la experta en nutrición. También afirma que el despilfarro actual es enorme. “Sabemos que los hogares de la UE tiran el 30% de los alimentos, lo que equivale aproximadamente a unos 179 kilos por persona al año”.
Laura González también pone el foco en la importancia del desarrollo sostenible, que promueve el progreso económico y social respetando los ecosistemas naturales y la calidad del medio ambiente, es decir, satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin afectar al desarrollo de las futuras. “Se están reduciendo las especies marinas, se están contaminando los mares, la tierra, y está aumentando el calentamiento global”, alerta.
La sobreproducción genera contaminación y agotamiento de recursos. No obstante, no todos los productos desencadenan igual impacto en el medio ambiente.
“Según su naturaleza, su producción conllevará una mayor o menor emisión de CO2, que tiene un claro efecto invernadero, contribuyendo al calentamiento global y a la pérdida de la capa protectora del ozono del planeta, y requerirá más o menos recursos”, advierte.
En esta línea, la experta en nutrición ejemplifica que producir un kilo de patatas puede suponer una emisión de unos 200 gramos de CO2, mientras que un kilo de cerdo supone casi 4 kilos de dióxido de carbono, una diferencia abismal.
Por otra parte, explica que “si esos alimentos los comparamos considerando el uso del suelo, una hectárea de patatas podría alimentar a 22 personas, mientras que si ese suelo se usa como pasto para ganado, solo podría alimentar a una persona”.
Consumo responsable: proteger el planeta
El transporte de productos también genera un grave impacto contra el planeta. “Si ponemos en nuestra cesta de la compra alimentos locales, o si estos han viajado 5.000 km, hay una diferencia”, comenta Laura González. Tampoco es igual de inocuo para la salud del agua, el suelo o el aire que un producto se elabore sin pesticidas y respetando su ciclo natural o lo haga de manera intensiva.
“De este modo se podría resumir que una alimentación rica en alimentos de origen vegetal, en la que se prioricen los productos de cercanía y de temporada, y baja o moderada en productos procesados y de origen animal podría considerarse una alimentación más respetuosa con el planeta”, considera.
La nutricionista desmitifica los productos de origen ecológico. “Desde el punto de vista nutricional existen pocas diferencias entre el aporte de nutrientes de estos productos y los que no lo son”. No obstante, sí que existe una diferencia reseñable desde el punto de vista medioambiental: se elaboran sin pesticidas sintéticos ni fertilizantes químicos y respetando, sobre todo, su ciclo natural.

Aun así, Laura González nos da la clave para apostar por la protección del medio ambiente mediante el consumo responsable de alimentos: “No es necesario priorizar el uso de productos ecológicos, ya que el impacto medioambiental que puede tener una quinoa ecológica producida en Bolivia y consumida en España probablemente será mucho mayor que el de cualquier otro cereal producido a nivel nacional, aunque no sea ecológico”.
Una vez más, la experta pone el foco en el consumo de productos de proximidad y temporalidad.
La protección del medio ambiente es indispensable en un mundo en el que somos conscientes de que los recursos del planeta son limitados y que la forma de obtención y producción de alimentos actual no es sostenible, por lo que no podrá cubrir las necesidades de toda la población.
La nutricionista también advierte de que habrá que buscar fuentes de proteínas alternativas más fáciles de producir y más eficientes que hoy rechazamos porque su apariencia, sabor o textura no resultan agradables, como las algas o los insectos.
La alimentación del futuro

Explica la experta que en este contexto se abre camino a la tecnología y a los sistemas de impresión 3D, que utilizan cartuchos de ingredientes en polvo, se mezclan y se calientan antes de imprimirse, de forma que el dispositivo tiene como objetivo variar la dieta en función de las necesidades de cada individuo. “Probablemente tendremos que empezar a pensar de otro modo para adaptarnos a lo que la tecnología nos depara, porque los cambios que vamos a vivir no van a poder entenderse solo desde la actual concepción de nuestra sociedad y del modo en que vivimos hoy”, señala.
Actualmente sabemos que los requerimientos nutricionales de los individuos no dependen solo de la edad, el sexo o la etapa de desarrollo, sino que también son modificadas por la variabilidad genética dado que esta supone diferencias en el funcionamiento del metabolismo.
“Las dietas personalizadas son uno de los principales objetivos de la nutrigenómica, es decir, conseguir medidas preventivas para diversas enfermedades mediante la dieta individualizada, y que el profesional recomienda en base al estudio genético de la persona”, estima.
Otra de las modas actuales es el consumo de alimentos sin, en particular de aquellos que declaran ser sin gluten o, sobre todo, sin lactosa. No obstante, la nutricionista enfatiza la importancia de recordar que la exclusión de estas sustancias, pese a ser vital para las personas que tienen este tipo de alergias o intolerancias y ayudarles a garantizar una alimentación variada y equilibrada, carece de sentido en personas que no tienen estos diagnósticos.
“No aporta ninguna ventaja nutricional e incluso puede comportar riesgos, además un coste adicional, ya que generalmente estos productos son más caros que los tradicionales”, dice.
En esos casos, esos productos, al final, pueden ser una ayuda para mantener una alimentación variada y equilibrada. La experta no considera que esto vaya a ser una tendencia de futuro.
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