¿Cómo afrontaremos los brotes de Covid-19 que vendrán en el futuro?, ¿Cambiaremos realmente como sociedad después de esto?, ¿Hasta qué punto nos ha perjudicado depender de la industria china para el abastecimiento de material sanitario? El Bisturí ha realizado un monográfico para hablar en profundidad del coronavirus y de las reflexiones que tendremos que hacer una vez pasada la primera ola. Intervienen un virólogo, un sociólogo y el presidente del Círculo de la Sanidad

La desescalada del confinamiento ha comenzado y parece que por fin vemos el final a la crítica situación que hemos vivido en los últimos dos meses, eso si no hay rebrotes.
Sin embargo, aunque alcancemos pronto la ansiada “nueva normalidad”, no debemos olvidar que el coronavirus y sus devastadoras consecuencias quedarán entre nosotros durante mucho tiempo
Este tema ha sido analizado por El Bisturí en un monográfico que expone, desde tres enfoques distintos, lo que ha supuesto la pandemia Covid-19 y las lecciones que debemos aprender.
El coronavirus desde el punto de vista de la virología
El 31 de diciembre de 2019 China dio el primer aviso de casos de neumonía en la ciudad de Wuhan. El coronavirus apareció entonces en escena saltando de un país a otro, lo que llevó a la Organización Mundial de la Salud a decretar la emergencia internacional.
Para hacer balance de estos meses y conocer qué se sabe actualmente sobre un virus del que vamos aprendiendo cada día, El Bisturí ha contado con Albert Bosch, catedrático del Departamento de Genética, Microbiología y Estadística de la Universidad de Barcelona y presidente de la Sociedad Española de Virología.
Razones para ser optimistas
En primer lugar, con respecto a la situación actual en España, el mensaje de Bosch es tranquilizador: “estamos consiguiendo bajar la curva de casos y fallecimientos y a eso se suma la llegada del buen tiempo, que va a contribuir a aligerar la situación”.
“No es momento de relajarse, pero sí de bajar un poco la tensión de estos meses, que ha sido terrible”, valora el virólogo.
¿Hay relación entre el calor y el impacto del virus?, preguntamos. “Hasta que no estemos en verano y esa suposición se haya cumplido, no podemos asegurar nada, y menos con este virus tan impredecible”, responde Bosch.
El virólogo sí cree que habrá una fase de bajada de contagios con la llegada del buen tiempo. “Lo que no sabemos es hasta cuando permanecerá así; se espera que a finales de otoño o principios de invierno vuelvan a aparecer casos”.
¿Cuánto tiempo permanece el virus en el organismo?
“Lo que se cree hasta la fecha es que el virus entra, se multiplica, alcanza unos niveles elevados en el organismo y, aunque se aloja en las vías respiratorias, también está presente en otras vías como el tracto intestinal; hay una carga viral muy abundante en las heces”, explica.
Sin embargo, parece ser que el virus deja de ser infeccioso con el paso del tiempo. “Entra, provoca su cataclismo en el individuo infectado -que además presenta un amplio abanico de síntomas- y después desaparece su carga infecciosa”.
Las aguas residuales, objeto de estudio
Esta importante carga del virus en las heces -ya inactivo-, que se mantiene durante un largo periodo de tiempo, resulta muy interesante, según el experto, desde el punto de vista preventivo.
“El virus va a parar a las aguas residuales, algo que puede ser fantástico para trazar la circulación del virus en la población y poder detectar futuros botes. Su estudio es una herramienta fantástica para seguir el devenir de la infección”, asegura.
La inmunidad de los contagiados, cuestionable

Con respecto a las personas que han superado la enfermedad, se ha hablado mucho del “pasaporte de la inmunidad”, una idea que defiende que la detección de anticuerpos del SARS-CoV-2 en una persona podría ser suficiente para extender un “certificado” que declarara que ya no puede contagiar a otros y le permitiera ciertos privilegios de circulación. Algo que la OMS ha rechazado.
Para Bosch esto es poco aceptable, tanto desde el punto de vista sanitario, como ético. “Nadie puede tener un pasaporte discriminatorio en base a si se tiene o no una infección. Pero es que , además, los datos apuntan a que solo un 10 % de la población presenta una inmunidad frente a este virus, una cifra muy baja. ¿Qué hacemos, mantenemos al 90 % de la población en casa y al otro 10 % le dejamos salir? No tiene sentido”.
El futuro del virus
“Es bastante probable que reaparezca, este no va a ser el final del coronavirus. En cuanto a las mutaciones, se trata de un virus con RNA, y este es muy propenso a cambios, aunque este caso es un poco excepcional: tiene mecanismos que corrigen sus mutaciones“, advierte el presidente de la Sociedad Española de Virología.
Lo explica de la siguiente manera: “Digamos que tiene un genoma tan grande que necesita sistemas de corrección para evitar que un amplio número de mutaciones provoque su extinción, ya que algunas son letales para él. Es un sistema de protección, de corrección de estos errores.”
Asegura que esa escasa variación del virus es positiva para el desarrollo de vacunas, a diferencia de lo que sucede con otros como el de la gripe. Estas, según el experto, podrían llegar en otoño de 2021, y nos permitirían ganar por fin la batalla al virus.
“Seguirá matando gente, porque siempre habrá una población especialmente vulnerable, pero lo mantendremos a raya”, afirma.
Las consecuencias a nivel sociológico
¿Cómo van a ser nuestras relaciones sociales tras vivir una pandemia como esta? El Bisturí ha entrevistado a Pablo Santoro, profesor e investigador de la Facultad de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
Así explica él la situación en la que nos encontramos ahora mismo: “Nuestra vida individual y social ha sufrido un cambio muy súbito que, a pesar de las advertencias, nos pilló por sorpresa. Todo se ha quedado en pausa, en vilo. Ahora hay que ver cómo nos adaptamos cuando se empiece a recuperar el ritmo social”.
La adaptación a la “nueva normalidad”
Santoro asegura que, basándose en situaciones similares que se han dado en la historia, la sensación de extrañeza no durará mucho. “Será una sensación rara al principio, cuando nos volvamos a encontrar con gente a la que estábamos acostumbrados a saludar de una forma y de repente no se puede; pero ese miedo generalizado se irá focalizando”.
“A lo mejor nos da miedo el contacto con personas mayores, con niños, o con gente de otros países; personas a quienes no consideramos miembros de nuestro grupo. Muchos analistas destacan que los entornos domésticos saldrán muy reforzados porque es donde percibimos sensación de seguridad”, apunta.

¿Cambiaremos como sociedad?
El sociólogo no tiene duda. Asegura que habrá un cambio que ya estamos notando todos en nuestras vidas, aunque quizá no tan grande como algunos pronostican.
“Cuando hay una situación de crisis parece que todo va a ser diferente de un día para otro, y con el tiempo ves que eso no es así. Aunque muchas cosas cambiarán, hay que ser prudentes, no se va a establecer un nuevo orden mundial ni va a ser el fin del capitalismo”, afirma.
Por otra parte, está claro que una situación límite como esta puede sacar lo mejor y lo peor del ser humano, aunque, para Santoro, será más bien lo segundo.
“Del miedo y la sensación de amenaza no suelen surgir herramientas sociales buenas, sino defensivas, de repliegue en los pequeños grupos donde nos encontramos seguros, de odio hacia quien es diferente. Un caso claro fue el VIH en la década de los 80: generó dinámicas de exclusión y rechazo y surgieron estereotipos muy negativos en torno a quienes tenían el SIDA. No sabemos qué ocurrirá con esta”, expone el catedrático.
La dependencia industrial en materia sanitaria
¿Que supone para nuestra sociedad, a la hora de hacer frente a esta pandemia, depender de otros países para obtener productos sanitarios? ¿Puede el mundo estar en manos de un único fabricante?
Para responder a estas preguntas, El Bisturí ha entrevistado a Ángel Puente, presidente del Círculo de la Sanidad, una asociación cuyo objetivo es facilitar el acercamiento entre los ámbitos sanitario y empresarial.
“Esta situación ha puesto de manifiesto nuestra absoluta dependencia en lo que a material sanitario se refiere, y eso nos tiene que hacer pensar en la importancia de cuidar más nuestro tejido industrial”, reclama.
China, el mayor productor de material sanitario

En cuanto a los países que se reparten el mercado de la salud, Puente afirma que son los asiáticos, fundamentalmente China, que es el mayor productor.
“El consumo de este material lo hace mayormente la administración, es decir, a través de concursos públicos, y en estos se ha puntuado muchas veces según el precio. No podemos competir con la mano de obra de países como China, Taiwán o La India“.
Y continúa: “Hemos sido capaces de reconvertir nuestra industria para fabricar mascarillas o respiradores cuando el mercado internacional se ha colapsado. Eso pone en relieve la capacidad de nuestro tejido industrial, lo que hay que hacer es cuidarlo“, advierte.
Las compras fallidas del Gobierno a China
A la hora de comprar este material a China, nos hemos encontrado mascarillas que no sirven y test rápidos que no cumplen las expectativas. Según Puente, es fundamental analizar por qué ha pasado esto.
“Ese material se ha comprado a empresas que no conocíamos nadie del sector, ¿por qué no se recurrió a las que suministran normalmente esos productos a los hospitales?, y ¿qué criterio de compra se ha seguido? Probablemente haya sido el precio, una vez más”, lamenta.
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