Hoy, 7 de abril, es el Día Mundial de la Salud. Desde hace décadas, la salud nunca ha estado más amenazada que en estos momentos. Así lo enfoca y analiza el doctor Pedro Gargantilla, en un artículo para EFEsalud, en plena pandemia de coronavirus. Este médico es escritor y divulgador, profesor de Historia de la Medicina de la Universidad Francisco de Vitoria y Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital de El Escorial (Madrid)

El mundo se estremece, las ciudades se refugian en el silencio y los gobiernos anuncian con rostros patibularios medidas excepcionales. Un enemigo invisible mantiene desde hace ya cuatro meses en jaque al mundo, a eso que hemos bautizado como aldea global y es precisamente en este momento cuando ha cobrado su verdadera dimensión.
Nunca antes la salud de un número tan elevado de personas estuvo tan amenazada. El SARS-Cov-2 ha pasado a englobar la lista de los mayores asesinos microscópicos de la historia, junto con el virus de la viruela, el de la gripe, el del sida y la bacteria de la peste.
La tercera guerra mundial está en ciernes, en esta ocasión no tenemos a dos bandos de Homo sapiens sapiens enfrentados, tenemos a la humanidad luchando en su conjunto contra el coronavirus. Es necesario que a nivel mundial se aúnen esfuerzos,se adopten estrategias internacionales y que los vectores económicos y sanitarios apunten en el mismo sentido. No es tiempo de absurdos nacionalismos. Solo aquellos que no conocen su historia están obligados a repetirla.

Si echamos la miramos hacia atrás, el despegue de las medidas frente a las epidemias no se produjo hasta bien entrado el siglo XVIII, momento en el que apareció la vacuna frente a la viruela, una enfermedad erradicada en estos momentos.
En la siguiente centuria se popularizó el lavado de manos y el uso de guantes entre el personal sanitario. Fue el siglo en el que tomamos conciencia de la fragilidad de las ciudades insalubres y se puso coto a las supersticiones irracionales como causas de epidemia.
Durante el siglo XX potenciamos el arsenal terapéutico frente a los patógenos, se desarrollaron nuevas vacunas y aparecieron numerosas familias de antibióticos, al tiempo que los métodos de diagnóstico se desarrollaban a pasos agigantados. Amparados por la ciencia creíamos disfrutar de un status de superhombre, en el sentido más nietzscheano.
Regresemos al presente. Ha tenido que aparecer un coronavirus procedentes de reservorios animales para desestabilizar nuestra zona de confort, poner al descubierto nuestra debilidad biológica frente a los patógenos emergentes y obligarnos a desempolvar viejas recetas: lavado de mano, vacunas y cuarentenas.
Afortunadamente, disfrutamos de los mayores avances científicos de la historia y si hay algo que caracteriza a nuestra especie es la capacidad de adaptación ante la adversidad. En ningún momento de la historia de la humanidad tuvimos una capacidad de reacción como la que contamos ahora. La guerra contra el SARS-Cov-2 no ha tocado a su fin, pero nunca antes el papel individual fue tan necesario para conseguir una victoria global.
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