Esclerosis, epilepsia, migraña, alzhéimer, párkinson…. Hoy te contamos cuál es el mejor deporte o actividad física que hay que practicar para la enfermedad que padeces. Pero antes que nada decir que el sedentarismo es uno de los principales factores de riesgo tanto para las enfermedades neurodegenerativas como para las enfermedades cerebrovasculares

Además, el sedentarismo merma significativamente la cantidad y la calidad del sueño, afectando a nuestro rendimiento físico e intelectual.
Por otra parte, la actividad física es beneficiosa tanto para la vascularización cerebral, como para fomentar las sinapsis neuronales, que es el espacio que permite la conexión entre las células.
De hecho, algunos estudios han demostrado la función protectora de la actividad física frente a enfermedades neurodegenerativas o cerebrovasculares, hasta el punto de suponer un retraso de 10 o más años en la aparición de las primeras manifestaciones clínicas.
Según el doctor David Ezpeleta, portavoz del Grupo de Estudio de Humanidades de la Sociedad Española de Neurología (SEN), múltiples líneas de investigación han demostrado que la actividad física, especialmente el ejercicio aeróbico, es un potente estimulo de la neurogénesis.
Ezpeleta ha explicado a EFEsalud un estudio poblacional realizado en Suecia con mujeres sanas, a las que se siguió durante 44 años de su vida, hasta 2012.
Dicha investigación arroja una reducción del riesgo de demencia del 88 % y un retraso hasta el tiempo de comienzo de la demencia de entre 5 y 10 años.
“Por eso ahora cuando a un paciente le diagnosticas un deterioro cognitivo leve, y no sabes si van a desarrollar o no una enfermedad de alzhéimer, les recomiendas ejercicio físico, de tipo aeróbico muy simple, como caminar cuatro o cinco días a la semana o hacer bicicleta, porque ya se sabe que retrasa la aparición de esta dolencia”.
Enfermedades y actividad física
Con estos datos en la mano ya nadie duda de que la actividad física debe formar parte de muchos programas de rehabilitación y neurorrehabilitación para el tratamiento de muchas enfermedades.
“En la actualidad, disponemos de evidencias suficientes para recomendar la actividad física como parte del tratamiento en la mayoría de enfermedades neurológicas”.
Eso sí, siempre adaptada a las posibilidades de cada paciente”, apunta la Dra. Nuria González-García, portavoz también de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
Esclerosis múltiple y bicicleta
En pacientes con esclerosis múltiple, la actividad física produce una mejoría en casi todos los parámetros clínicos estudiados, sobre todo en la velocidad de la marcha, la fatigabilidad y la espasticidad.
Otros aspectos también relevantes, como la depresión, la calidad de vida y la fatiga, se benefician de la práctica de la actividad física, incluso en formas más avanzadas de la enfermedad.
“A estos pacientes recomendamos, en general, realizar ejercicios aeróbicos y de resistencia, como la marcha o la bicicleta, así como ejercicios de mantenimiento de posturas o transferencias. Idealmente a primera hora del día y en ambientes frescos”, indica la doctora González-García.
Epilepsia y deportes de contacto
Los pacientes con epilepsia también pueden obtener beneficio del ejercicio en la posible reducción de las crisis y de las descargas epileptiformes interictales (alteraciones eléctricas cerebrales sin convulsiones).
Se ha demostrado la reducción de actividad epileptiforme clínica y eléctrica en grupos de epilepsia del lóbulo temporal y epilepsia mioclónica juvenil.
“En estos casos, recomendamos realizar deportes colectivos y de contacto (como fútbol, baloncesto o judo) o deportes de raqueta”.
La razón es que son actividades que, en caso de que el paciente padezca una crisis durante la práctica deportiva, no va a estar solo y el episodio no va a suponer mayor riesgo para él o para el resto de jugadores, señala la doctora Nuria González-García.
Migraña y musculatura cervical
El ejercicio no solo se considera favorable en los pacientes con migraña, sino que debería ser uno de los pilares del tratamiento preventivo no farmacológico.
La actividad física ha demostrado tener una función analgésica tanto a corto como a largo plazo. Los ejercicios que implican a la musculatura cervical y de los hombros parecen ser los más eficaces.
Por otro lado, es probablemente en la función cognitiva donde más se ha profundizado sobre el conocimiento de las bondades del ejercicio.
Este tiene efectos positivos tanto en individuos sanos como en pacientes con deterioro cognitivo.
Alzhéimer y párkinson: yoga y taichi
“En la enfermedad de alzhéimer se ha planteado incluso que podría ralentizar la neurodegeneración o prevenir el declive cognitivo en casos preclínicos o incipientes”.
En los pacientes con deterioro cognitivo leve, debe recomendarse ejercicio físico al menos dos veces por semana como parte del tratamiento, añade la especialista de la SEN.
Al igual que en otras enfermedades degenerativas, en los pacientes con enfermedad de Parkinson, la actividad física ha demostrado no solo la mejoría de los síntomas motores y no motores, sino que podría modificar la supervivencia y la progresión de la enfermedad.
Se han demostrado beneficios con ejercicios muy diversos, como baile, yoga, taichi, ejercicio aeróbico o de resistencia, con mejoría de la velocidad de la marcha y el equilibrio postural.
Además, las actividades físicas que incluyen música rítmica implican la activación de áreas neuronales de control motor y mejoran aún más la marcha y el equilibrio.
El ictus
Finalmente, destacar que son numerosos los trabajos que han estudiado los beneficios del ejercicio tras un ictus con afectación motora.
“La actividad física ayuda moderadamente a la rehabilitación de las extremidades paréticas, pero muy significativamente a la marcha; además, aquellos pacientes que practican ejercicio de forma regular presentan menor área final del infarto, mayor circulación colateral y mejoras en el flujo sanguíneo tras el ictus”, concluye la citada portavoz de la SEN.
Ninguna otra estrategia terapéutica, incluso las farmacológicas y nutricionales, consiguen tantos efectos saludables, en número y en duración, sobre el organismo, como el ejercicio físico para la población, según un un documento de consenso de la Sociedad Española de Medicina del Deporte.
Según los expertos, el entrenamiento físico también se está revelando cada vez más como un potente fármaco, aunque el estado de los pacientes pudiera parecer, a priori, totalmente incompatible con cualquier ejercicio que requiera un mínimo esfuerzo.
Una vez aceptada esta tesis, el quid de la cuestión reside en acertar con las dosis adecuadas, principalmente en tiempo e intensidad.

Beneficios
De acuerdo con la Sociedad Española de Medicina del Deporte, en términos globales y para la población en general el ejercicio físico tiene los siguientes beneficios:
Aparato Cardiovascular: Mejora de la capacidad cardíaca como bomba. Aumento de la perfusión cardíaca. Efecto bradicardizante. Aumento del aporte de oxígeno al miocardio. Disminución de las demandas de oxígeno. Disminución de la concentración de catecolaminas. Efecto beneficioso sobre la tensión arterial. Prevención de la cardiopatía en edad adulta.
Metabolismo: Disminución del colesterol LDL. Aumento del colesterol HDL. Disminución ponderal. Redistribución del tejido adiposo. Mejor tolerancia a la glucosa. Disminución de la producción de insulina. Aumento de la sensibilidad tisular a la insulina. Mejoría de los mecanismos de transformación de energía en el músculo.
Respiratorio: Fortalecimiento de los músculos respiratorios. Mejora de la capacidad respiratoria. Aumento de la perfusión pulmonar. Efecto expectorante.
Aparato locomotor: Aumento de la masa y densidad ósea. Aumento de la estabilidad articular. Actuación positiva sobre el desarrollo motor en niños y adolescentes. Estimulación del crecimiento (niños).
Aumento de la fuerza muscular. Aumento de la flexibilidad articular. Disminución del riesgo de osteoporosis. Posibilidad de compensación de la osteoartritis con un buen sistema muscular. Disminución del riesgo de caídas.
Sistema inmunológico: Mayor resistencia a las infecciones. Prevención de ciertas neoplasias (colon, colorrectal, mama en mujer post-menopáusica, endometrio, esófago y riñón).
Varios: Aumento del flujo cerebral. Aumento de la resistencia aeróbica. Aumento del umbral del dolor y tolerancia al mismo. Sensación de placer. Disminución del consumo de tabaco. Reducción del riesgo de muerte prematura en general.
Beneficios psicológicos: Menor susceptibilidad al estrés. Menor tendencia a la neurosis. Autoestima y mejor conocimiento de uno mismo. Inicio a la motivación deportiva. Mejora de la autoconfianza en uno mismo. Reducción de las respuestas cardiovasculares al estrés.
Asimismo hay un mayor ajuste psicológico. Mejores resultados en test de función cognitiva. Menores síntomas de ansiedad y de depresión. Menor riesgo de padecer depresión. Retraso e incluso mejoría de algunas enfermedades neuropsiquiátricas como la demencia.
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