La situación laboral y económica actual ha obligado a muchos jóvenes a volver al hogar familiar del que hace años se emanciparon. Este hecho tiene sus consecuencias psicológicas tanto para el individuo como para sus progenitores, y es que ambas partes tienden a pensar qué han podido hacer mal

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Frustración, rechazo y baja autoestima: los jóvenes que vuelven a casa
FOTO EFE/Farooq Khan
  • 14 de septiembre, 2015
  • EFE/MADRID/MARÍA MILÁN

“Este fenómeno (de emancipación tardía) se detecta en toda Europa y es consecuencia de la forma en la que los jóvenes hacen su transición a la vida adulta”, explica Jorge Benedicto, catedrático de Sociología de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

El experto indica que en España se ha agudizado por la crisis del mercado laboral, el aumento del paro y la poca elasticidad del mercado de la vivienda. Todos estos ingredientes provocan una emancipación “más precaria y desestructurada”.

La vuelta a casa, indica Benedicto, no es más que un acontecimiento en la trayectoria de algunos jóvenes que no genera graves problemas. Sin embargo, “en otros casos se convierte en un verdadero fracaso personal”. Y acarrea, por tanto, consecuencias psicológicas.

Padres e hijos, dos caras de la misma moneda

Frustración es la palabra con la que el psicólogo Esteban Cañamares resume las consecuencias de volver a casa cuando el joven ya se había emancipado. El perfil de estas personas es el de mujeres y hombres entre 20 y 30 años.

“El joven se frustra y siente que no tiene un lugar en la sociedad, que ésta le rechaza y no tiene un puesto en ella. Provoca que tenga falta de autoestima”, determina el especialista en psicología clínica y adultos.

Estos sentimientos, relata Cañamares, pueden desencadenar episodios de ansiedad y depresión o conductas de riesgo como abuso de alcohol y drogas.

También, esta situación prolongada puede acarrear posibles problemas sexuales, “al sentirse menos valiosos van con menos seguridad al sexo y se producen episodios de falta de erección”, apunta el psicólogo.

No solo los jóvenes se sienten perdidos en estos casos. En el hogar que un día dejaron siguen unos padres que pueden reaccionar, según Cañamares, de tres formas distintas:

  • Culpándose a sí mismos, preguntándose qué han hecho mal para que su hijo no salga adelante
  • Criticar y culpar al joven
  • Recuperar el sentimiento de utilidad. Tras una temporada con el “nido” vacío, sienten que vuelven a ser útiles, sobre todo las madres, algo que el experto define como “error”: tienen que comportarse "como madres de adulto y no como cuidadoras"

Exteriorizar la culpa

¿Cómo tratar este problema que se vuelve una carga psicológica para tantos jóvenes? El primer paso, “conseguir que dirijan al exterior la culpa y la frustración, que no la dirijan a sí mismos, sino a la sociedad”, expresa Cañamares. 

De la sociedad habla también Jorge Benedicto, pues en España la tradición ha sido siempre una emancipación tardía. El sociólogo encuentra la causa de esto en que “nunca ha habido una política de juventud que favorezca la autonomía de los jóvenes”.

“El objetivo no es que los jóvenes se vayan de casa, sino que tengan la posibilidad de conseguir autonomía y tomar decisiones en todo momento”, añade Benedicto.

Aprender a creer en sí mismos, en sus propias cualidades y valía y prestar atención y reforzar sus puntos fuertes y no los débiles, son algunos de los aspectos que trabaja el experto con los jóvenes en la consulta.

“Que no se autoculpen, no hay trabajo y lo que hay está mal pagado”: este es el primer consejo que da Cañamares a los jóvenes que acaban de volver a casa. Y mucha paciencia.

 

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