Entrar en la universidad con solo 12 años es un logro al alcance de muy pocos pero, al contrario de lo que podamos pensar, ser superdotado no garantiza el éxito académico. Aunque algunos niños obtienen notas muy altas y están en cursos superiores a los que les correspondería, otros fracasan en los estudios. Una psicóloga especialista explica las particularidades de estos niños extraordinarios

Sólo tiene 12 años pero Carlos Antonio Santamaría Díaz estudia física biomédica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). El joven universitario ya había cursado dos diplomados en la UNAM, uno en bioquímica y biología molecular y otra en química analítica. (Un diplomado es un curso corto cuya duración suele oscilar entre las 20 y las 120 horas lectivas).
Para poder matricularse en la licenciatura, ha tenido que realizar una prueba de acceso. Al examen se presentaron 72.000 aspirantes, de los que sólo quedaron 6.300, Carlos Antonio entre ellos.
Al menos un coeficiente intelectual de 130
Durante su comparecencia ante los medios de comunicación, destacó el papel que ha tenido internet para su aprendizaje. “Internet, sabiendo cuidarse de la información falsa, es la herramienta de conocimiento y (al mismo tiempo) el arma de destrucción más poderosa para la humanidad”, subrayó.
Carlos Antonio aboga por un sistema educativo que no enseñe a memorizar sino que, mediante ejemplos prácticos, “haga comprender a los estudiantes por qué las cosas son como son”.
Por su parte, Fabián Santamaría, el padre de Carlos Antonio, dijo que no se sabe cuál es el cociente intelectual (CI) del niño y desea que siga siendo así, pues no cree que sea bueno encorsetar sus posibilidades a lo que digan los números.
En lo relativo a cifras, recientemente ha salido a luz el caso de Ophelia Morgan-Dew, una niña británica de tres años con un cociente intelectual de 171, superior al de físicos como Albert Einstein o Stephen Hawking, según han publicado varios medios del Reino Unido.
Ophelia es la persona más joven del Reino Unido que logra entrar en la sociedad para superdotados MENSA, una organización que sólo acepta como miembros a aquellas personas que demuestren tener un cociente intelectual superior al 98% de la población.

“El cociente intelectual medio de la población general se sitúa entre 90 y 110”, explica Isabel Ancillo, psicóloga especializada en altas capacidades. Se considera que una persona es superdotada cuando tiene un cociente intelectual de, al menos, 130.
“Pero han de cumplirse otras características, como unos altos niveles de creatividad y determinados rasgos de personalidad. Si sólo aparece un CI de 130 o superior, estaríamos ante una persona muy inteligente, pero no superdotada”, aclara Ancillo, quien también es maestra, psicopedagoga y miembro de MENSA.
La psicóloga comenta que entre los superdotados se da un desarrollo general más avanzado, tanto físico como sensorial.
“Los niños alcanzan bastante antes la pubertad, por ejemplo. También son personas perfeccionistas, que dan mucha importancia a la justicia, altamente sensibles, procastinadoras (que dejan las tareas para más adelante, las posponen) y con un sentido de la estética muy elevado. Además, suelen tener manías o fijaciones con la limpieza, las enfermedades u otras cuestiones que, a veces, se confunden con un trastorno obsesivo compulsivo”, apunta.
Entre los problemas a los que con más frecuencia se enfrentan está “el aburrimiento por la repetición de contenidos en el aprendizaje académico”, detalla Ancillo.
La especialista subraya que los niños superdotados se sienten “incomprendidos por los niños de su edad, pues se ven ‘entre bebés’, y por los adultos, que los tachan de sabelotodo o raros”.
“Sus sentimientos, muy complejos y difíciles de manejar, suelen causarles problemas. Además, el hecho de no conseguir aceptar que la mayoría de la gente piense y actúe de una manera diferente a la suya también suele ser problemático”, añade.
Familia y escuela
Lo más habitual es que los casos de superdotación los detecte la propia familia “porque son niños extremadamente sensibles a los que todo les afecta y reaccionan de manera desproporcionada a ojos de los adultos. Suelen ser muy selectivos con los niños con los que eligen relacionarse y no les importa estar solos. Preguntan por la muerte a una edad muy temprana. Además, aprenden muy rápido y tienen una memoria prodigiosa respecto a vivencias, de las que hablan incluso en términos de olores, sabores, etc.”, describe Ancillo.
No obstante, también pueden ser detectados en el colegio, cuando “el profesor se da cuenta de que el niño tiene ciertos conocimientos que trata de ocultar. O todo lo contrario, busca llamar la atención por saber mucho más que sus compañeros”, apunta.
La experta señala que es “sorprendente su madurez frente a los compañeros, por el interés que demuestran en ayudarles o por su forma de enfrentarse a los profesores”.
En el terreno académico, algunos niños con altas capacidades obtienen excelentes resultados. Otros, sin embargo, fracasan en los estudios.
En este sentido, Isabel Ancillo subraya que los superdotados dan una gran importancia a la relación personal, por lo que si consideran que el profesor no hace bien su trabajo, no trata bien a los niños o no sabe suficiente sobre lo que explica, acabarán enfrentándose a él de manera activa o pasiva.
“Esto repercutirá en los resultados académicos, de modo que pueden sacar un diez o un cero en la misma asignatura dependiendo de si el profesor les consiguió motivar para ese examen o de si se trata de un educador u otro”, expone.

“Es prácticamente imposible que un niño superdotado aísle lo que siente por sus profesores de lo que son puros conocimientos académicos”, recalca la psicóloga.
Asimismo, indica que este funcionamiento se mantiene en adolescentes y adultos, aunque algo más controlado. No obstante, aclara, que “un superdotado siempre estará muy influenciado por la relación personal con sus profesores, jefes o figuras de autoridad en general”.
Sobre el caso concreto de los niños que acceden a la universidad, Ancillo afirma que el simple hecho de “ser reconocidos como personas que pueden estudiar contenidos a un nivel superior, que se les valore por sus capacidades y madurez, por su facilidad para resolver problemas, será un incentivo en su desarrollo”.
No obstante, un niño que llega a la universidad se va a encontrar con compañeros que son varios años mayores que él. En este sentido, la psicóloga señala: “Posiblemente, dentro de la universidad sean capaces de ganárselos y mantener una relación estupenda con ellos, puesto que mentalmente estarán a su nivel y emocionalmente le entenderán, siempre que estén dispuestos a ello”.
“Las dificultades surgirán cuando el niño no pueda llevar el ritmo de sus compañeros que, seguramente, ya salgan de fiesta por la noche, pasen días fuera con total libertad, puedan conducir, etc… Es decir, el niño superdotado se va a encontrar vetado y con un desfase en ese sentido, lo que puede hacerle sentir muy solo y originará problemas en aspectos al margen de lo académico”, subraya.
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