Nadie nace sabiendo y, los niños, repiten o no una conducta en función de sus consecuencias. El sistema de premios y castigos es uno de los métodos que ayudan a que los más pequeños adquieran un hábito en la forma de comportarse. Aplicarlos adecuadamente es importante

Premios y castigos para reforzar las conductas del niño
EFE/Biel Aliño
  • 25 de agosto, 2014
  • MADRID/EFE/PAZ OLIVARES

El sistema de puntos, el de elogios y alabanzas, castigos eficaces o la retirada del niño de situaciones desagradables son diversas tácticas que, desde que tenemos uso de razón, nos enseñan a actuar en una u otra dirección. Asimismo, los padres son los que han de descubrir lo importante que es la atención que prestan para reforzar las conductas del niño.

Una vez más, la psicóloga Supernanny nos guía para hacer un buen uso de los premios y castigos para canalizar la ansiedad o la agresividad. Pero, ¿dónde está el secreto para conseguirlo? En las consecuencias. Y es que un simple beso después de recoger los juguetes puede ser una experiencia positiva para el niño, algo que refuerza que aumenta las posibilidades de que vuelva a recogerlos al día siguiente.

¿Qué son?

Los premios y castigos son el resultado de los sucesivos comportamientos y determinan que, en una situación parecida, se repitan o no. Antes de utilizarlos, es necesario que se tengan en cuenta tres aspectos:

  • Es imprescindible aplicar todas las técnicas en conjunto para que funcionen.
  • Un premio es algo que resulta gratificante para quien lo recibe.
  • Un castigo solo puede considerarse como tal cuando quien lo sufre lo vive como algo negativo.

Supernanny: “Es importante observar qué considera el niño un premio y qué le parece desagradable; incluso se puede hacer una lista con lo que le gusta y le disgusta para determinar los premios y castigos más eficaces”.

Algo de lo que, por lo general, no nos damos cuenta es que si al niño se le presta atención cuando llora, pega o grita, se refuerza su conducta, aunque la intención sea la contraria. El pequeño acapara la atención de sus padres, y eso para él ya es premio suficiente.

La clave es no caer en el error de seleccionar únicamente las conductas negativas, ya que esto impide observar y valorar las positivas, con lo cual se corre el riesgo de que no las repita.

Detalle de una modelo que desfila con un juguete de un caniche rosa. Efesalud.com
EFE/ Biel Aliño

Tiempo fuera

Es una técnica que la especialista aconseja y que consiste en retirar al niño de la actividad que está realizando y llevarlo a un espacio donde no haya entretenimiento durante cierto tiempo. Es efectivo si se cumplen unos requisitos:

  • Deben desaparecer los reforzadores que mantienen la conducta.
  • Hay que avisar al niño de que, si insiste en esa conducta, se le llevará a un lugar donde no haya entretenimiento durante un tiempo determinado.
  • El lugar elegido no debe proporcionar al niño ningún entretenimiento. “Si se le lleva al salón y puede ver dibujos animados, no vivirá el cambio como una consecuencia desagradable de su comportamiento”, asegura la psicóloga.
  • La retirada de la actividad no debe dilatarse en el tiempo. Se puede seguir un criterio relacionado con la edad del niño, por ejemplo, un minuto por año.
  • Los padres deben tener claro que el niño cumplirá la medida. “Si acaban enfrentándose con él o persiguiéndole por toda la casa para que permanezca en el lugar elegido, se convertirá en un juego gratificante para él”.
  • Se requiere consistencia y firmeza en la aplicación. Hay que recordar que, si no se aplica siempre que se dé el comportamiento inadecuado, volverá a aparecer.
  • Esta técnica se debe combinar con otras, como ponerle al niño una tarea reparadora y reforzar las conductas alternativas.

Escultura de niño teniendo una rabieta. Efesalud.com
Escultura “Niño furioso” en el Parque Vigeland de Oslo, donde se encuentran las esculturas del artista noruego Gustav Vigeland/ EFE

Qué hacer ante una rabieta

Entre las conductas que más preocupan a los padres, se encuentran las míticas rabietas. Se tira al suelo, se pone a llorar y a dar patadas, ya sea en casa, en la calle o en cualquier lugar público.

Eso sí, hay que recordar que debe ir acompañada por el refuerzo de las conductas positivas: se atiende al niño cuando deje de llorar, independientemente de lo que haya hecho durante la rabieta.

Son una conducta típica de los niños de 2 y 3 años y los pasos a seguir ante ella son:

  1. Ignorar la conducta y continuar con lo que se estaba haciendo.
  2. Expresarle en primera persona el efecto que provoca su actitud, como es “me estoy enfadando mucho”.
  3. Utilizar palabras clave o frases cortas como “basta” o “se acabó”.
  4. Decirle tranquilamente al niño que no va a conseguir lo que quiere: “lo siento, no voy a comprarte chucherías”.
  5. Añadir con firmeza cuál es el comportamiento que se espera de él: “cuando te tranquilices y dejes de llorar, te atiendo”.
  6. Retirarse de la situación y darle al niño un tiempo para que reflexione.