El 34% de los diagnósticos del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) son incorrectos, según afirman varios estudios llevados a cabo por psiquiatras estadounidenses. Con el objeto de solventar esta situación, el Instituto del Sueño (IIS) implanta una nueva prueba para evitar falsos positivos

TDAH: Biomarcadores para evitar falsos positivos
Los pacientes con TDAH tienen una probabilidad 2-3 veces mayor de sufrir trastornos del sueño/J.J. Guillén
  • 15 de diciembre, 2017
  • MADRID/EFE/ANA MARCOS

Esto deriva en una situación de sobrediagnóstico que se debe, en palabras del neurólogo Diego García-Borreguero, a que la detección del TDAH se lleva a cabo mediante diagnóstico clínico y, por tanto, es interpretable.

Para reducir el grado de subjetividad del diagnóstico del TDAH, el IIS ha desarrollado un nuevo sistema basado en la realización de un encefalograma que mide el Índice de Disfunción Cerebral, aportando datos objetivos. “El diagnóstico clínico tienen un grado de certidumbre del 61%, mientras que si a este proceso le añadimos información procedente del Índice de Disfunción Cerebral el grado de concordancia es del 88%”, informa el neurólogo.

No obstante, el éxito de este método solo es posible sumado a la historia clínica y a la información obtenida de padres y educadores. “Es una prueba que añade certidumbre y precisión al diagnóstico, pero por sí sola no vale nada”, añade.

“Los sistemas actuales de diagnóstico del TDAH se basan exclusivamente en la recogida de información aportada por los padres, la observación de la conducta del niño y la recogida de información por parte de los educadores”, cuenta el director del IIS. Esto, según el neurólgo, siempre lleva asociado un cierto grado de subjetividad tanto de los informantes como de los evaluadores.

El doctor García-Borreguero afirma que esto hace que exista un alto grado de falsos positivos, dado que el TDAH puede enmascararse con conductas que pueden ser normales en la infancia, como la impulsividad o la inatención, así como con patología del desarrollo del lenguaje y del aprendizaje como la dislexia, los trastornos de ansiedad, los cuadros obsesivo-compulsivos, la depresión e incluso la psicosis.

“Si bien desde el comienzo de los años 80 la prevalencia del TDAH en los países occidentales se situaba entre el 3 y el 5% en los niños de entre 5 y 12 años, estudios realizados en los últimos años han hablado de hasta el 20%, no tiene razón de ser”, analiza el doctor García-Borreguero.

Esto no solo ocurre con el TDAH, sino que las cifras de prevalencia varían en varias enfermedades, incluso dentro de la neurología. “El problema es que no tenemos un marcador biológico, una prueba objetiva que permita determinar si un niño tiene TDAH o no”, expone.

TDAH y los trastornos del sueño

El Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad también puede confundirse con trastornos del sueño. Aproximadamente la mitad de los niños con este trastorno tienen problemas para dormir. “La probabilidad de un niño con TDAH para tener problemas de sueño es 2-3 veces mayor que la de un niño sin él”, explica el doctor.

Además, cuenta que los niños con este trastorno tienen un 30% de probabilidades de tener apnea del sueño y un 44% de desarrollar síndrome de piernas inquietas.

El neurólogo advierte de que los problemas de sueño agravan los síntomas del Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. ”Es una morbilidad que aumenta la severidad de la enfermedad de origen, lo cual puede requerir mayores dosis de fármacos, que a su vez pueden volver a alterar nuevamente el trastorno del sueño, lo cual puede desempeñar una situación de círculo vicioso”, señala.

TDAH
Un turista aprovecha la sombre para dormir en la Plaza de cataluña de Barcelona. EFE/Lluis Gene

En los casos de sobrediagnóstico, “la consecuencia práctica más probable es que a ese niño le vamos a tratar con medicación, con psicofármacos estimulantes”.

Esto se agrava en el caso de un niño por dos motivos. El primero de ellos es que los fármacos se le suministran durante varios años. El segundo, que el cerebro de los niños está en pleno desarrollo, y estos fármacos modifican el equilibrio neuroquímico del cerebro sin que previamente esté alterado.

“Si el niño tiene TDAH puede ser positivo modificarlo, porque previamente estaba alterado, pero si no es así, esa toma continuada, crónica, de psicofármacos, va a tener unos efectos sobre el desarrollo del cerebro”.

El neurólogo cuenta que existen experimentos en ratones donde se suministran determinadas cantidades de metilfenidato, que es el fármaco que más se utiliza en el TDAH, desde las fases embrionarias.

“Lo que se ve es que al cabo de X meses se producen cambios en el funcionamiento del cerebro, una disfunción en la corteza prefrontal, que es algo muy parecido a lo que tiene, de hecho, el TDAH. Los mismos fármacos acaban por generarlos problemas de la enfermedad”.