Curar exige diagnosticar, una tarea nada fácil en países africanos donde los médicos apenas tienen formación. Un dispositivo está a punto de cambiar el destino de miles de niños que tienen neumonía y no lo saben. El responsable de innovación de Unicef explica sus nuevos proyectos en una entrevista con Efe

Tecnología para salvar vidas donde faltan médicos
EFE/Dai Kurokawa
  • 26 de mayo, 2014
  • MADRID/EFE/MARINA VALERO

Más de mil millones de niños pierden la batalla contra la neumonía cada año. “La enfermedad que más menores mata en todo el mundo” requiere un diagnóstico que a menudo llega tarde, mal y nunca en regiones pobres, afirma Kristoffer Gandrup desde el área de tecnología de Unicef.

“Es muy difícil encontrar profesionales sanitarios altamente cualificados” en muchas de las zonas donde actúa la ONG. Por eso, el próximo reto es poner en marcha un dispositivo “simple y muy intuitivo” que se coloca en el pecho o debajo de la nariz del pequeño para que sea posible detectar la neumonía al momento.

Gandrup espera que este proyecto se materialice en el plazo de tres años para que miles de personas tengan acceso a “tecnología muy avanzada” desde las regiones más remotas. “Investigamos las necesidades de la gente in situ y después se lo transmitimos a las empresas que puedan desarrollar este tipo de aplicaciones”, aclara.

Lo más complicado es descubrir qué necesitan. “No es fácil cuando la gente que intentas ayudar está tan lejos de tu cultura y tu forma de vida. Ellos demandan un caballo más rápido pero no piden un coche porque no saben lo que es. Pasa lo mismo con la tecnología: no saben lo que quieren porque no conocen las oportunidades”, explica el responsable.

No hay dispositivo que pueda parar la fuerza de la naturaleza, aunque sí existe una aplicación que permite el reencuentro entre padres y niños perdidos tras un desastre meteorológico o en situaciones de emergencia.

Este proyecto se estrenará muy pronto en Uganda, un país donde “la falta de registro de nacimiento es un enorme problema” que impide calcular el número de habitantes, entender sus problemas y reconocer sus derechos, sostiene Gandrup.

Vista aérea de una carrera solidaria organizada por Unicef a su paso por la Plaza de España. Efesalud.com
Carrera solidaria organizada por Unicef en Madrid/EFE/Ángel Díaz

Consiste en un sistema de SMS que permite alertar a la población sobre las características de los niños perdidos en los campamentos de emergencia, y está previsto que se ponga en marcha en todo el mundo. “La tecnología es sólo una pequeña parte del proceso: sirve para facilitar la comunicación”, matiza el responsable.

Su propósito es que todos las personas tengan acceso a la información a través de las redes. Y es que conocer ciertos datos puede suponer la diferencia entre la vida o la muerte… o si no que se lo digan a las víctimas de otra de las enfermedades “más amenazantes” para los más pequeños: la diarrea.

Para combatirla, es necesario “tomar una serie de medicamentos de la forma adecuada”, detalla Gandrup. Muchas personas no saben dosificar los antibióticos y pierden lo más valioso que tienen por falta de información. Por ello, Unicef ya trabaja con una aplicación que permite que los padres conozcan la cantidad correcta que deben suministrar a su hijo.

“Las nuevas tecnologías son fantásticas cuando funcionan en beneficio de la gente. Sólo ahí somos conscientes de la importancia de la innovación”. A ojos del responsable, las organizaciones humanitarias deben subirse al tren del desarrollo para dar respuesta a las necesidades humanas.

No podemos olvidarnos de aquellas personas alejadas de la cultura del smartphone. “Muchos no tienen móvil porque ni siquiera pueden acceder a una fuente de energía que les permita cargarlo”, subraya Gandrup. Aún así, destaca el salto tecnológico de algunos países africanos.

“Sin tener línea de teléfono fijo, han pasado directamente a usar móviles. Este sector dirige la economía y es una de las industrias que más rápido está creciendo”, pero aún hay demasiadas carencias detrás de la tecnología.