Eterna cuidadora de la salud de los demás, hijos, marido, suegros... la salud de la mujer no importa, no existe, no hay tiempo. Se coloca en la última casilla. El coste es muy alto: tristeza crónica, depresión, ansiedad y aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares y psicosomáticas.

8 de marzo Día Internacional de la Mujer: Mi salud no importa
EFE/Gustavo Amador
  • 7 de marzo, 2016
  • MADRID/EFE/PILAR GONZÁLEZ MORENO

Con ocasión del Día Internacional de la Mujer, EFEsalud se acerca a este problema con ayuda de la doctora en medicina y sexóloga, Ana Rosa Jurado, de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN) , y el doctor Alberto López, integrante del Grupo de Trabajo de Atención a la Mujer de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (semFYC).

Ambos especialistas coinciden en señalar que en esta cuestión sigue habiendo una “normativa no escrita” que relaciona siempre a la mujer con el cuidado de los demás: alimentación, limpieza, salud...

 

Mi salud no importa

Para Ana Rosa Jurado, esta responsabilidad de la mujer está absolutamente interiorizada, hasta el punto de que las mujeres son las que se encargan de la alimentación de su familia para que se desarrolle de forma saludable, se responsabilizan de que los niños y niñas hagan deporte, de su calendario de vacunación, de acompañarles a las consultas médicas,  de pedir días de permiso laboral y bajas para atender a los familiares enfermos.

“Evidentemente estamos hablando de mujeres que se han tenido que  incorporar al mercado laboral por necesidades obvias de consumo, bajos salarios para la familia.. Esto conlleva una sobrecarga para el sexo femenino que implica un descuido de sus propias necesidades básicas”.

Las mujeres son capaces de acudir a consulta por algún problema de salud de un familiar, pero ellas no se plantean ir al médico, porque  infravaloran aspectos de su propia salud o simplemente no lo quieren contar  para no generar  problemas a los que viven a su alrededor.

 

La última casilla

juego de mesa
EPA/PATRICK SEEGER

La última casilla a la que se relegan las mujeres tiene consecuencias muy serias, y según Ana Rosa Jurado cada día existe más incidencia de infartos de miocardio, ictus... entre la población femenina, y “es probable que otra de las consecuencias sea el aumento de enfermedades con componente psicosomático como la fibromialgia y la fatiga crónica.

Entre las consecuencias psíquicas, señala el aumento de procesos de salud mental como tristeza crónica, distimia, depresión, ansiedad, “con el consiguiente uso y abuso de medicación que en muchos casos se utiliza de 'tabla de salvación', para poder seguir dentro del mismo ritmo que la sociedad le impone.

 

Violencia de género

Entre las consecuencias sociales, una menor probabilidad de proyección y desarrollo profesional, y mayor vulnerabilidad social que expone a las mujeres a tener un nivel más bajo de salud, menor calidad de vida, y perpetúa la desigualdad, “lo cual favorece problemas como la violencia de género”.

También el doctor Alberto López opina que la situación es caldo de cultivo de la violencia de género y denuncia que estos roles de género se sigan manteniendo en la actualidad, al tiempo que considera que son “muy difíciles de cambiar”.

A su juicio, hay determinadas situaciones que también se pueden considerar, entre comillas, de violencia, y éstas son cuando la mujer tiene que ocuparse de una manera exhaustiva y poco equitativa de sus suegros.

Aislamiento social

Desde la experiencia de su ejercicio diario, este especialista destaca como estos cuidados exhaustivos de la familia provocan que se conviertan en “auténticas esclavas”.

La situación, indica, está agravada por el aumento de la esperanza de vida, cada vez hay más gente dependiente y las familias no tienen presupuesto para una residencia o un cuidador profesional que les ayude unas horas.

A las enfermedades ya citadas, hay que sumar el riesgo de aislamiento social. En este caso, precisa, estamos hablando de una mujer de entre 45/ 60 años de clase media baja.

“Es muy curioso ver como llegan a la consulta los pacientes varones, y cuando se les habla de la medicación es la mujer la que lo sabe y es ella también la que conoce el calendario de citas con los especialistas o los alimentos que tiene que tomar.”

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