Un patrón de alimentación de alta calidad como la dieta mediterránea y tener adecuados niveles de vitamina D “nos protegen y nos hacen resistir” ante una infección por coronavirus, asegura el epidemiólogo y experto en nutrición Miguel Ángel Martínez-González. Una vez más denuncia que la sanidad ha fracasado en prevenir la pandemia de la obesidad y ahora también lo está haciendo con la gestión de la crisis del coronavirus, algo que considera una “humillación”

Martínez-González, que ha liderado la red de investigadores de Predimed, el mayor ensayo sobre los efectos de la dieta mediterránea y hábitos de salud, acaba de publicar “¿Qué comes?” (Editorial Planeta), junto a la periodista Marisol Guisasola, para hablar “claro” y combatir con ciencia la desinformación en plena pandemia de covid.
Especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, es catedrático de la Universidad de Navarra y catedrático visitante en la Universidad estadounidense de Harvard donde coordina investigaciones sobre la dieta mediterránea, además de autor de otros libros como “Salud a ciencia cierta”.
Como epidemiólogo considera que la gestión de la crisis del coronavirus está politizada, pide más participación de la ciencia y es partidario de una auditoria externa independiente.
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Ciencia y conciencia para resistir es un idea repetida en su nuevo libro ¿Qué aconseja para resistir ante la covid?
Una ingesta suficiente de vitamina D puede proteger tanto de infectarse como de que esa infección sea más grave. Hay estudios observacionales donde se ha visto que personas con niveles bajos de vitamina D en sangre se infectaban más y tenían un curso clínico más grave. La vitamina D es un inmunomodulador frente a la respuesta inmune hiperactiva ante la covid.
Esta vitamina se obtiene con 10-15 minutos diarios de exposición al sol en cara y antebrazos, además de por fuentes alimentarias como el pescado graso o los hongos. La gente no sabe que si expones los hongos al sol 15 minutos antes de cocinarlos se cargan todavía más de vitamina D.
Pero también hay otros micronutrientes necesarios para que la respuesta inmune sea la adecuada y se consiguen sobre todo con un patrón alimentario de alta calidad, como la dieta mediterránea, y así no hacen falta los suplementos de vitaminas.
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El coronavirus ha dejado en evidencia que obesidad, diabetes o enfermedad cardiovascular, en parte generadas por una mala alimentación, suponen un peor pronóstico.
Cada vez hay más evidencias de que una nutrición adecuada nos protege y nos hace resistir. Lo que está detrás de las comorbilidades del coronavirus es una mala alimentación y tenemos que hablar claro los que llevamos años trabajando en esto. Y esta ha sido una de las motivaciones para escribir este libro, para informar y empoderar al ciudadano para no dejarse engañar por los intereses de cierta industria alimentaria y de la intoxicación de pseudociencias, bulos y mitos. El mejor antídoto contra las pseudociencias es la epidemiología.

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Dice que las pandemias de obesidad y de covid suponen “dos humillaciones tremendas” que nos ponen en nuestro sitio.
La obesidad supone una humillación fuerte para la salud pública porque desde finales de los ochenta no ha dejado de crecer mientras en los congresos no se deja de hablar de moléculas mágicas. La obesidad requiere una aproximación mucho más conductual, sociológica y psicológica, de confrontar por una parte el ambiente obesogénico que hay con medidas más radicales de salud pública y, a la vez, fortalecer la Atención Primaria con nutricionistas.
Cuando surge una pandemia como la del coronavirus agravada por la obesidad se resalta las carencias de nuestro Sistema Nacional de Salud donde el médico de familia va agobiado y no hay medidas preventivas. También hemos visto que no teníamos una Atención Primaria que evitase el colapso de los hospitales.
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Seguimos a la cabeza de Europa en obesidad infantil ¿Qué le diría a los padres?
A los niños hay que enseñarles a no ser consumistas. No darles golosinas como premio o celebrar cumpleaños en una hamburguesería. Implicarlos en preparar, por ejemplo, ensaladas creativas sin imposiciones, con un matiz divertido y basando la alimentación en verduras y frutas. También los padres deben exigir menús saludables en los centros escolares, que no abunden los ultraprocesados.
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Dice que es necesario recomendar frugalidad pero que no se hace por la presión de la industria alimentaria.
El dominio racional de las apetencias forma parte de la educación en nutrición y de la modificación de conductas. Hay un abuso en las guías alimentarias de la palabra moderación en lugar de utilizar reducir, limitar o eliminar. Se usan eufemismos para no hablar claro y esas guías deberían ser más contundentes, sin temor a que no resulte políticamente correcto ante determinada industria alimentaria a la que no le interesa el mensaje “comer menos” y está detrás de las tasas de obesidad.
Siempre repito que la dieta mediterránea tiene la característica de la frugalidad, que se come en plato de postre, como decía Francisco Grande Covián, y bien preparada y con sabor.
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¿Cree que en España estamos convencidos de que seguimos la dieta mediterránea y que solo nos la saltamos de vez en cuando?
Totalmente, estamos convencidos de que la seguimos perfectamente. Por eso en el libro proponemos un test de 14 puntos del estudio Predimed para hacer un autoexamen.

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En ¿”Qué comes?” dedican buena parte a las pseudoterapias y precisamente el coronavirus es un buen nicho ¿Las administraciones están suficientemente implicadas para combatir esta desinformación?
Nos falta más desarrollo de la epidemiología y de la salud pública en nuestro país para hacer frente a las pseudociencias. Con el coronavirus lo que ha primado muchas veces son visiones muy politizadas de uno y otro signo y no la visión científica.
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Como epidemiólogo cómo cree que se está gestionando esta pandemia.
Es preocupante. La gestión es como la metáfora del incendio en el bosque: si actúas con celeridad contra una chispa no tiene mayores consecuencias, si tardas muchas de las medidas que se tomen tarde ya no van a ser eficaces.
Para mí, el ejemplo es Taiwán, con más de 23 millones de habitantes y con siete muertos por coronavirus. Tomaron las medidas a final de enero y ya tenían experiencia con el SARS-COV-1.
Soy firmante de una de las dos cartas publicadas en la revista científica The Lancet, me sumo a las voces que piden una auditoría externa, sin implicación política. Considero que la cifra de fallecidos es una infravaloración.
Sigue todo excesivamente politizado y hay que dejarlo en manos de la ciencia. No hay visión amplia de lo que hay que priorizar. También se están haciendo cosas adecuadas como el incremento de pruebas diagnósticas.
El lastre que arrastramos es que hay mucha más infección de la que parece, faltan recursos para hacer un rastreo suficiente de los contactos y todo está muy pintado de tintes políticos.
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Asegura que está más claro que nunca que ahora la responsabilidad está en nuestras manos.
Tenemos que aplicar la triple M (lavado de manos, metros de distancia y mascarilla) y evitar la triple C (recintos cerrados, lugares concurridos y contactos cercanos), todo lo que se insista es poco.
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¿Cómo va a ser nuestra vida post covid?
Nos queda un año y medio o dos y se conseguirá con una inmunidad de rebaño de más del 60% de la población o cuando se tenga una vacuna. Un gobierno mínimamente responsable debe tener un plan con recursos ante otras posibles pandemias y la aparición de otros virus.
Tenemos que fortalecer los sistema de salud pública y epidemiología, faltan recursos.
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