Mucha agua ha corrido desde el origen del mítico hammam o baño árabe. Sin embargo, esta tradición se mantiene viva en numerosas ciudades y mezcla la historia con las nuevas tendencias del turismo saludable. Una periodista de EFEsalud se ha sumergido en las aguas de uno de estos centros de relajación

El hammam: un baño de estímulos para los sentidos
Esta es la sala caliente del baño árabe. Foto cedida por Hammam Al Ándalus de Madrid.
  • 10 de septiembre, 2013
  • MADRID/EFE/LUCÍA ROBLES

El Hammam Al Ándalus de Madrid está ubicado en la calle Atocha, sobre un aljibe centenario en el barrio de la Almudena, antigua Almudaina.

Antes de entrar al turno de las 20:00 horas, la ansiedad me devoraba porque un folleto prometía relajación, algo que necesitaba con urgencia para calmar un dolor que se había anclado en mi cuello semanas atrás.

Un baño en la historia

No es casualidad que el Hammam Al Ándalus se presente en su sitio web como “la fórmula más complaciente de conocer la esencia de la cultura andalusí”. El trasfondo histórico que trata de mantener es mucho más profundo que sus piscinas.

El Bañuelo de Granada, considerado uno de los baños árabes más antiguos y completos de España. EFE/Miguel Ángel Molina

La recepción fue el primer “baño” para los sentidos: olor a romero, música árabe e iluminación tenue fueron suficientes para dejar atrás el ruido de la calle y darle paso a una atmósfera distinta.

Félix Tarancón, gerente del hammam, explica a EFEsalud esa intencionalidad decorativa. “Ofrecemos una experiencia, un conjunto de sensaciones. Las personas vienen a relajarse en un entorno único, con un concepto histórico”.

El poder del agua está escrito desde tiempos inmemoriales y figura en la mayoría de libros sagrados. El bautismo cristiano o las abluciones musulmanas son ejemplos del valor purificador de este elemento para las distintas civilizaciones.

Los griegos describieron la importancia medicinal de los baños, pero los romanos llevaron el tema a la práctica: construyeron acueductos y crearon las termas, lugares para la higiene y la vida social.

Tarancón asegura que “los árabes adoptaron esta idea y multiplicaron los baños en las ciudades”, quizás para sacudirse la arena del desierto.

Hammam Al Ándalus de Córdoba, cuando acogió un torneo de ajedrez para rescatar el pasado andalusí. EFE/Rafa Alcaide

El hammam “fue un sitio de política, negocios, partidas de ajedrez” y de encuentro social accesible para todo el mundo hasta que los Reyes Católicos los cerraron.

Hoy, señala Tarancón, el Hammam Al Ándalus rescata esa tradición en Madrid, Granada, Córdoba y Málaga, pero no como un spa convencional, sino como un “templo de relajación” que homenajea el legado árabe.

Entrando al nuevo hammam

La encargada recibió mi tarjeta, que decía “Baño y ritual Al Ándalus”, me puso una pulsera y me entregó un pareo.

En cinco minutos, el recinto se había llenado de parejas jóvenes y mayores, grupos de amigos y de una madre con sus dos hijos pequeños. Éramos 23 personas muy distintas, compartiendo la misma expectativa.

Las instrucciones preliminares son breves. La anfitriona explica que el turno dura hora y media, que debemos ir a los vestuarios con bolsas en los pies para mantener el aseo, usar traje de baño, guardar nuestras pertenencias bajo llave y salir descalzos a tomar una ducha para eliminar restos de cosméticos antes de ingresar en las piscinas.

Aunque el recorrido por el hammam es libre, lo recomendable es comenzar por el agua templada, que se mantiene a la temperatura corporal. ¿Consejos finales? “Hablar en voz baja y relajarse”. Yo ya estaba lista.

Contrastes térmicos

La entrada al hammam tiene un toque de misterio por la iluminación, el aroma y los sonidos. Superado el vestuario, rigurosamente decorado, me duché y comencé mi circuito.

Primero, me interné en el escenario. El primer recinto a la vista es la sala de vapor. En diagonal, a la derecha, está la piscina fría, que es la más pequeña.

La piscina fría es la más pequeña porque es la menos utilizada, especialmente en otoño e invierno. Foto cedida por Hammam Al Ándalus Madrid.

La caliente está al frente y después, la más grande, que es la templada, donde comencé mi baño, siguiendo las recomendaciones de los expertos.

No exagero, pero lo que sentí al sumergir los pies en el agua templada, rodeada de ese ambiente perfumado que me había envuelto los sentidos, es difícil de explicar: fue una sobredosis instantánea de paz.

Maricarmen Mondéjar, quiromasajista y jefa del área de masajes, considera que no hay nada como los contrastes térmicos para “calmar y activar la circulación”.

Esta especialista recomienda, después de la piscina templada, “tres minutos en el agua caliente, que se mantiene a 40 grados, y luego un minuto en el agua fría, a 18 grados”.

La iluminación y la decoración también hacen parte de la experiencia en el Hammam Al Ándalus de Madrid.

Estos cambios de temperatura “aumentan el riego sanguíneo en las extremidades y tienen un efecto relajante que se siente como un hormigueo. La sensación es espectacular”. Minutos después le di la razón, aunque sugiero entrar al agua fría sin pensarlo mucho, porque el impacto es brutal.

La especialista agregó que los contrastes térmicos se usan desde hace siglos en muchas culturas para tonificar y aliviar los músculos. “Son ideales para las personas con artritis reumatoide, piernas agotadas o estrés. También combaten la celulitis”.

“El baño turco, que aconsejamos usar por unos cinco minutos, es fenomenal para eliminar toxinas y calmar problemas respiratorios”, añade Mondéjar.

El rincón de los aromas

Una encargada me sacó del trance, mientras flotaba en el agua caliente, para decirme que pasara al rincón de los aromas para escoger la esencia de mi masaje.

El té es fundamental en cualquier hammam, como el de Nuri al Din, uno de los más antiguos de Damasco. EFE/Jorge Fuentelsaz Franganillo-rsa

Este lugar es digno de un sultán: sillas, cuatro pilares informativos para percibir las esencias y una fuente inagotable de té verde con menta, porque, según Tarancón, “es crucial mantener la hidratación, más si hemos pasado por la sala de vapor”.

Maricarmen Mondéjar explica que en el hammam trabajan con “cuatro esencias: lavanda, para la relajación; ámbar rojo, con un efecto calmante; violeta, para activar la circulación y rosa, para hidratar”.

Escogí la violeta y tomé té. Me invadió una risa nerviosa porque me habían contado que los baños árabes tradicionales eran “una paliza para la piel” y no sabía qué esperar. Sin embargo, ya era tarde para escapar.

Baño y kessa tradicional

La masajista me sonrió y me pidió que me acostara en la tradicional piedra caliente del hammam. Aunque me había preparado psicológicamente para una pequeña tortura, me tranquilizó que comenzara con un baño de agua tibia.

Luego, me cubrió con espuma de jabón de uvas rojas y, entre las burbujas, caí en un letargo. Después, comenzó a frotar mi piel con un guante de fibra de algodón, conocido como guante kessa tradicional.

Este guante, precisa Maricarmen Mondéjar, “sirve para eliminar las células muertas con las frotaciones y activar la microcirculación de la piel, dejándola tersa y preparada para el masaje relajante”. Nada de palizas: el ritual me había dejado como nueva.

El masaje relajante

De la piedra pasé a una cómoda camilla, ubicada en otra sala. Los clientes pueden elegir el masaje relajante en las piernas, la espalda o en ambas.

Mondéjar, la jefa de este área, afirma que el masaje también ha estado presente en la historia de los baños árabes. “Aunque no hacemos tratamientos ni tocamos lesiones, aliviamos el estrés, que no es poco por estos días”, dice.

Sobre los beneficios de los masajes se ha escrito mucho: relajan, mejoran la circulación, alivian dolores y alegran la vida. Yo, días después de esta experiencia, puedo decir que mi dolor de cuello es un tema del pasado y que, afortunadamente, el hammam hace parte del presente.

Félix Tarancón me lo había advertido: “el único momento crítico dentro del hammam es cuando acaba el turno”.  Miguel De Soto, uno de los clientes, lo resumió así: “Yo vine un poco escéptico, pero salgo renovado. Lo único malo es que termina muy pronto”.

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