Mantenerse físicamente activo es una de las mejores formas de conservarnos sanos, junto con una alimentación saludable y abstenerse de consumir sustancias tóxicas.

¡Muévete, no te oxides!
  • 3 de abril, 2013
  • Laura Muñoz

No tener tiempo, dinero, un gimnasio cerca… Tienes muchas excusas para no hacer ejercicio. No eres el único: en general, en nuestra sociedad, no realizamos suficiente actividad física, tal vez una de las causas sea el desconocimiento de sus grandes beneficios. Y la actividad física reporta muchos beneficios a la salud, con independencia de sexo, edad y raza.

Efectos de la actividad física sobre la salud

Un efecto inmediato y muy beneficioso es que la actividad física nos ayuda a mantener un peso adecuado, facilitando el desarrollo de nuestras tareas diarias, como subir escaleras o algo tan cotidiano como ir de compras. Por ello desde fases iniciales de la actividad, nos encontraremos mucho mejor, más ágiles, más resistentes…

Hay que recordar que la actividad física aumenta la elasticidad muscular y articular, incrementa la fuerza y resistencia de los músculos (efecto muy importante en la tercera edad por el deterioro muscular que se presenta) y tendones, además de prevenir la aparición de osteoporosis. Todo ello favorece una mejor calidad de vida y un mayor grado de independencia en personas que padecen enfermedades reumáticas y/o personas de edad avanzada.

Otros de los efectos positivos es que los adultos que se mantienen activos tienen menos incidencia de depresión y menor disminución de la función cognitiva a medida que envejecen. Existen tres aspectos que inciden en esta mejora:

– La teoría de la distracción. Esta distracción rompe el ciclo vicioso del pensamiento pesimista.

– La teoría de las endorfinas. El ejercicio provoca una liberación de endorfinas que incrementan la sensación de bienestar que se siente durante y después de la práctica del mismo.

– La teoría de que el ejercicio mejora la autoestima, la percepción del control sobre su propia vida y es un acontecimiento social.

Favoreciendo así la disminución del estrés y de la ansiedad.

También, de forma directa o indirecta, reduce el riesgo de padecer algunas enfermedades como las dolencias coronarias, diabetes o el cáncer. Además, los efectos son extensibles a muchos otros órganos del cuerpo, aunque los más beneficiados son el corazón y los pulmones.

Efectos sobre el corazón

Una actividad física regular, de moderada a intensa, fortalece el músculo cardíaco y, por tanto, mejora su capacidad funcional de bombear sangre al resto del cuerpo. Esto permite que haya una mayor oxigenación en los tejidos que lo necesitan, lo que contribuye a disminuir el riesgo de enfermedad coronaria.

Esta enfermedad consiste en el depósito de un material graso, llamado placa, en el interior de las arterias coronarias, estrechando su calibre y reduciendo el aporte de sangre al músculo cardíaco, lo que puede conducir a la aparición de la enfermedad coronaria en combinación con otros factores de riesgo como la obesidad, tabaquismo, hipertensión arterial, etc.

La actividad física controlada influye positivamente sobre muchos de los factores de riesgo de la enfermedad coronaria:

  • Ayuda a controlar la tensión arterial.
  • Influye en la reducción de la concentración de triglicéridos.
  • Favorece el aumento del colesterol HDL (el colesterol bueno).
  • Ayuda a nuestro organismo a controlar las concentraciones de glucosa e insulina en sangre.
  • Contribuye a la reducción del sobrepeso.

Pero no sólo colabora en su prevención, sino que también ayuda a las personas que ya la padecen en mejorar el funcionamiento cardíaco, reduciendo el riesgo de aparición de nuevos ataques coronarios si ya han sufrido uno.

Riesgos de la actividad física

Evidentemente también la actividad física puede conllevar riesgos, pero sin duda los beneficios superan con creces a estos últimos.

El riesgo de presentar problemas del corazón debido a la actividad física, tiene que ver con el estado físico de cada persona, con la intensidad de la actividad que esté realizando y con la existencia previa de enfermedades cardíacas.

Así, una persona con baja condición física, con hipertensión, con diabetes o con otras enfermedades, necesita un asesoramiento especializado. Y un primer paso para comenzar cualquier actividad física debe consistir en integrarla de forma progresiva dentro de las costumbres diarias de cada uno.

Recomendaciones sobre la actividad física

  1. Algo de actividad física es mejor que nada.
  2. Para obtener el mayor beneficio se recomienda unos 45 minutos diarios de actividad física aeróbica moderada como caminar a buen ritmo, bicicleta, correr, etc.
  3. Complementarla con actividades de fortalecimiento muscular de intensidad moderada o alta, dos o más días por semana, con la finalidad de ejercitar todos los grupos musculares importantes: piernas, caderas, espalda, abdomen, hombros y brazos.
  4. Comienza lentamente y aumenta el grado de actividad, a base de incrementar el tiempo y la distancia.
  5. Realiza actividades físicas con tus amigos y familiares.
  6. Aumenta la intensidad de las actividades cotidianas: suba por las escaleras en vez de tomar el ascensor, camine hasta el trabajo, etc.

En resumen: ¡muévete, no te oxides!

Este texto ha sido elaborado a partir de informaciones del Dr. F. José Sarasa Oliván, Unidad de Medicina Deportiva Trayner de Hospital Quirón Zaragoza

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