Las quemaduras son una de las patologías más frecuentes y su dolor asociado uno de los más incapacitantes. Si bien los avances médicos han aumentado la supervivencia de pacientes con quemaduras de primer y segundo grado, el reto hoy está en lograr un tratamiento eficaz para paliar ese dolor crónico asociado. Un grupo de científicos ha demostrado que la aplicación de una toxina procedente de veneno de tarántula permite bloquear la transmisión del dolor. Una diana terapéutica que podría ser el primer paso para el desarrollo de un fármaco apto para humanos en unos 5-10 años

Quemaduras, cada vez más cerca de un tratamiento eficaz contra su dolor
  • 29 de diciembre, 2017
  • MADRID / EFE / LAURA MARTÍNEZ TÉBAR

Desde la segunda mitad del siglo XX se han producido grandes avances en tratamientos que han logrado aumentar la tasa de supervivencia de personas con parte del cuerpo afectado por grandes quemaduras en países desarrollados, así como en la prevención de las mismas.

No obstante, estos progresos no han ido a la par que los avances realizados para la búsqueda de un tratamiento eficaz al dolor permanente asociado a las quemaduras graves. Y es que, las opciones clínicas para tratar el dolor asociado a este tipo de lesión y su recuperación son aún reducidas y producen efectos secundarios no deseados.

Según datos aportados por los Centros, Servicios y Unidades de Referencia del Sistema Nacional de Salud (CSUR-SNS), se estima que unos 120.000 españoles reciben atención médica anualmente por quemaduras; de los cuales un 5 por ciento (unas 6.000 personas), requieren ingreso hospitalario en unidades de quemados al tratarse de quemaduras graves.

Recientemente, un equipo multidisciplinar de científicos del Reino Unido del Imperial College London, entre los que se encuentra el neurobiólogo alicantino José Torres y liderado por el Dr. Istvan Nagy, ha probado un mejor tratamiento para el dolor asociado a las lesiones por quemaduras.

El estudio, publicado en la revista Journal of Molecular Medicine, ha sido desarrollado principalmente en el Chelsea and Westminster Hospital (centro reconocido por su unidad de quemados), y en el Instituto de Fisiología de la Academia Checa de Ciencias y en la Charles University de Praga, donde se han realizado parte de los experimentos.

“Hemos llegado a un punto en el que la tasa de supervivencia de grandes quemados ha aumentado muchísimo y ahora observamos que estas personas, con el paso de los años, siguen experimentando episodios de dolor asociados a las quemaduras”, explica a EFEsalud el investigador José Torres.

Una de las características del dolor, aparte de maleable, es su capacidad de potenciarse. He ahí el problema del dolor asociado a las quemaduras: “No es simplemente un dolor que se produzca en el momento en el que te haces la quemadura, sino que es un dolor que con el paso del tiempo va en aumento”, sostiene Torres.

El proceso de cura pasa por quitar la piel muerta levantando la capa superior de la dermis, el cambio diario de vendajes y demás cuidados para evitar infecciones, realizar un proceso de rehabilitación… Una serie de cuidados sumamente dolorosos que generan a su vez nuevas fases de dolor.

Una sensación que termina por cronificarse y que lleva a seguir experimentando dolor durante diez o quince años después. Esta situación puede generar trastornos psicológicos y “se asocia a tendencias de depresión, suicidio y otros desórdenes mentales”, indica el científico.

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José Torres, neurocientífico alicantino y uno de los investigadores del Imperial College London.

Por todo ello, muchos grupos de investigadores están tratando de focalizarse en cómo paliar ese dolor tan intenso y duradero y que, hasta ahora, se trata principalmente a base de opioides (como la morfina o el fentanillo).

“Pese a que tienen importantes beneficios en el control del dolor, a su vez tienen muchos efectos secundarios” (reducción de la tasa respiratoria y cardíaca, generan dependencia y perdida de efectividad con el tiempo), motivo por el cual, comenta Torres, es necesario buscar estrategias analgésicas igualmente efectivas pero sin los efectos secundarios de los opioides.

¿Cómo se produce la sensación de dolor?

En todo nuestro cuerpo hay unas terminaciones nerviosas (nociceptores) especializadas en la transmisión del dolor y que se activan cuando reciben una estimulación nociva suficientemente intensa -como es en el caso de una quemadura-.

Ante esta situación, los canales de sodio presentes en dichas neuronas se abren permitiendo la transmisión de la señal del dolor hasta la médula espinal.

El canal de sodio Nav 1.7 actúa como “interruptor” en las neuronas nociceptoras y, por tanto, si la estimulación es lo suficientemente nociva, decidirá activarse.

De activarse, una segunda neurona situada en la médula espinal interpretará la información de estos nociceptores y, dependiendo de la intensidad, de nuevo decidirá si el estímulo es lo suficientemente nocivo como para transmitirlo hasta llegar a diferentes áreas cerebrales.

En ese caso, en las áreas cerebrales se integra la diferente información que la persona está recibiendo por diferentes puntos del sistema nervioso para, finalmente, desarrollar la sensación de dolor.

Objetivo: Bloquear el interruptor del dolor

El dolor es una interpretación del cerebro. Por ello, el objetivo del estudio era bloquear este interruptor molecular a fin de observar si, al frenar la primera conexión entre nociceptores y médula espinal, se conseguía inhibir la transmisión de información al cerebro y, por tanto, la sensación de dolor.

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Ejemplar de Thrixopelma pruriens, de cuyo veneno se extrae ProTxII. Imagen: Rick C. West

Según comenta el neurobiólogo, lo que su equipo de investigación desarrolló fue un “modelo de dolor por quemaduras con ratones” a los que se les aplicó la protoxina II (ProTxII), un compuesto que está presente en el veneno de la tarántula peruana (Thrixopelma pruriens) y que bloquea de manera específica el canal de sodio Nav 1.7.

Con ello, comprobaron que, efectivamente, modificando esta sinapsis se reducía significativamente la transmisión del dolor a la médula espinal “con un efecto similar al que produce una inyección de morfina”, afirma Torres.

¿Cuándo llegará la terapia efectiva contra el dolor por quemaduras?

Si bien la protoxina II (ProTxII) no es apta como estrategia terapéutica en humanos (sería necesario utilizar compuestos modificados), tras este hallazgo se prevé que estemos cada vez más cerca de mejorar los tratamientos contra el dolor producido por quemaduras.

“Lo importante es que bloqueando el Nav 1.7 conseguimos un efecto paliativo del dolor asociado a quemaduras; hemos descubierto la diana terapéutica, se trata de un avance muy positivo”, destaca el investigador.

Cabe señalar que existen una serie de patologías asociadas a las posibles mutaciones del canal de sodio Nav 1.7 (en concreto en el gen SCN9A). Así, cuando está mutado en humanos, podemos hablar de casos en los que la persona experimenta “sensaciones aberrantes de dolor” de forma crónica (como sucede en patologías como la eritromelalgia o el trastorno del dolor extremo paroxístico).

Mientras que si el Nav 1.7 está modificado al contrario, el canal de sodio vería afectada la transmisión de señales de dolor desde el lugar de la lesión al cerebro y, por tanto, estaríamos ante el caso de personas que no presentan sensación de dolor físico (insensibilidad congénita al dolor).

“Lo destacable de todas estas patologías asociadas a mutaciones en el Nav 1.7 es que para ellas ya se han desarrollado fármacos que bloquean específicamente este canal de sodio y ya han pasado los controles de seguridad y son aptos para utilizar en humanos. Así pues, esa fase ya la tenemos superada y podríamos redirigir estos fármacos para comprobar si funcionan en personas que sufren dolor por quemaduras, explica el investigador.

Normalmente transcurren entre 15-20 años desde que una compañía farmacéutica comienza a investigar una molécula innovadora hasta que el medicamento llega al mercado. En el caso del fármaco para el dolor por quemaduras “podríamos estar hablando de que en 5-10 años llegaría al mercado”, asegura José Torres.

En definitiva, el campo del dolor por quemaduras “sigue siendo un ámbito interesante para seguir investigando, en especial el proceso de generación del dolor en la fase aguda”, sentencia el neurobiólogo alicantino.