Este 9 de mayo llega a su fin el estado de alarma que ha permitido, mediante restricciones como el toque de queda nocturno, gestionar la pandemia de coronavirus. Más de seis meses ininterrumpidos en los que hemos vivido tres de las cuatro olas de contagios, la histórica llegada de las vacunas contra la covid, la amenaza de las variantes del virus y el cambio de ministro de Sanidad en el peor momento de esta crisis sanitaria

Seis meses de estado de alarma: tres olas de contagios y la histórica llegada de las vacunas
En seis meses de estado de alarma, España ha pasado por tres olas de subidas y bajadas de contagios, como una montaña rusa. EPA/RONALD WITTEK

El 25 de octubre de 2020 el Gobierno aprueba un nuevo estado de alarma de seis meses, sin necesidad de prórrogas, que cuatro días después ratifica el Congreso de los Diputados cuando España estaba inmersa en la segunda ola de la pandemia.

Ese día, el 29 de octubre, la incidencia acumulada se situaba en 468 casos por 100.000 habitantes y en comunidades como Madrid o Navarra se sobrepasaban los mil positivos. Las muertes por covid sumaban 790 en una semana.

Atrás quedaba la victoria frente al coronavirus de una primera ola que nos desarmó, pero que conseguimos doblegar tras un confinamiento estricto domiciliario de casi tres meses que situó la incidencia acumulada en junio de 2020 en torno a 8 casos por 100.000 habitantes.

Con la llegada del calor se nos permitió viajar con PCR en mano, disfrutar de unas playas con horarios y relacionarnos con precaución y todo ello controlado con un marco de actuaciones coordinadas que suplía cien días del primer y seis veces prorrogado estado de alarma.

Intentamos “salvar el verano” pero no pudimos evitar abrir la puerta a la segunda ola de la pandemia. Empezó la montaña rusa de contagios y de medidas restrictivas.

Con la posibilidad en el horizonte de un nuevo confinamiento domiciliario que nunca se produjo, se aprobó en octubre el nuevo estado de alarma que ofreció un marco jurídico para establecer un abanico horario de toque de queda nocturno, cierres perimetrales o limitaciones de aforo.

La mayoría de las regiones se cerraron ante el avance del virus que alcanzó su pico más alto el 9 de noviembre, 529,43 casos por 100.000 habitantes de media, pero con comunidades autónomas superando los mil casos, y con un récord diario de muertes, 537, el día 24 de ese mes.

El descenso en la curva de contagios de la segunda ola duró poco. El 10 de diciembre empezó de nuevo a subir, tras el puente de la Constitución.

El punto de inflexión fueron las navidades cuando algunos volvieron a casa, otros visitaron a los “allegados” y la mayoría no salió de su localidad. Pero fue inevitable que las reuniones sociales dentro y fuera de los domicilios dispararan los casos.

En plena Navidad, el 27 de diciembre, la esperanza llegó con nombre de mujer: Araceli. Ella fue la primera persona en España que recibió la vacuna contra el coronavirus. Con 96 años simbolizó la protección a todos los mayores de las residencias, los más golpeados por el virus.

Y así empezó el proceso de vacunación, con una estrategia que prioriza por grupos de edad, de mayor a menor, y a los profesionales esenciales como los sanitarios, fuerzas de seguridad o docentes, y que tiene el objetivo de vacunar al 70 % de la población de España, 33 millones, durante el verano.

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Araceli, de de 96 años, la primera en recibir la dosis de la vacuna en España/EFE/Pepe Zamora POOL

La dureza de la tercera ola

El avance de la tercera ola coincidió con la borrasca de nieve Filomena. Madrid y el centro peninsular se teñían de un blanco profundo nunca antes visto, mientras que la llegada de las vacunas era tan irregular que desataba la polémica, sobre todo cuando determinados cargos políticos e institucionales se saltaron la cola de la vacunación.

Un enero difícil, con 7.482 muertes notificadas que hicieron que España sobrepasaron la barrera de los 50.000 fallecimientos desde el inicio de la pandemia, además de los dos millones de contagios.

El 27 de enero la curva alcanzó la cumbre con 899,93 casos de incidencia acumulada con una presión en las ucis del 41% y 2,6 millones de positivos globales.

Fue el peor momento de esta tercera ola y coincidió con la llegada de Carolina Darias al Ministerio de Sanidad en sustitución de Salvador Illa, que se presentó como candidato del PSOE a las elecciones catalanas.

En la cogobernanza de la gestión de la pandemia entre el Gobierno central y las regiones, cada comunidad autónoma adaptó los instrumentos a su alcance a la evolución epidemiológica.

Algunas como Castilla y León fueron estrictas en sus cierres perimetrales e incluso fueron más allá de lo permitido al adelantar el toque de queda a las 20.00 horas. Otras más laxas, como Madrid, fueron reticentes a cerrar su perímetro (excepto en puentes festivos), los comercios o la hostelería.

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Una persona pasa por delante de un bar que permanece cerrado en Valencia por la pandemia de coronavirus. EFE/Ana Escobar

Pero el más difícil todavía se produjo con la aparición de las distintas variantes del virus identificadas en Reino Unido, la mayoritaria y más virulenta; Brasil; Sudáfrica y ahora una nueva en India con casos ya en España. El riesgo radica en la efectividad de las vacunas contra ellas.

La cuarta, una “pequeña ondulación”

Hasta el 23 de febrero España no consiguió bajar del nivel de riesgo extremo, situado en 250 casos por 100.000 habitantes de incidencia acumulada a 14 días, tras las medidas de contención; las comunidades con mayores restricciones aceleraron más su ritmo de descenso de la transmisión.

En el horizonte nuevos periodos vacacionales: la festividad de San José, el 19 de marzo, y la Semana Santa, del 1 al 4 de abril, la segunda en pandemia.

La experiencia de las navidades y sus nefastas consecuencias hicieron que el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud adoptara un acuerdo de mínimos de obligado cumplimiento sobre el cierre perimetral de todas las comunidades autónomas, excepto Canarias y Baleares, y el toque de queda de 23.00 a 06.00 horas.

La curva de contagios subió de nuevo pero esta de vez de forma suave, lenta pero constante hasta alcanzar un pico de 235 casos por 100.000 habitantes de media en España pero de forma muy dispar entre comunidades autónomas, aunque con una presión en las ucis preocupante y un número de muertes que ronda el medio centenar diario.

Como dijo Fernando Simón, el gestor de la pandemia del Ministerio de Sanidad, más que una cuarta ola se trata de “una olita, una pequeña ondulación” comparada con la virulencia de las tres anteriores.

Y ha tenido que ver, además de las medidas de control, el proceso de la campaña de vacunación con cuatro vacunas en marcha: Pfizer, Moderna, AstraZeneca y Janssen, con sus piedras en el camino como la aparición de ínfimos casos de trombos con las dos últimas que han replanteado y limitado su dispensación evitando, de momento, a menores de 60 años.

Cuando esta noche finalice este estado de alarma España tendrá vacunados con una dosis al 28 % de la población y al 12,6 % con la pauta completa, inmunizados, pero también sumará 3.567.408 contagios y 78.792 muertes desde el inicio de la pandemia.

Las comunidades autónomas se preocupan por cómo controlar esta epidemia, qué hacer y qué no hacer para que no afecte a los derechos fundamentales de los ciudadanos.

Llega el calor, la movilidad, los encuentros…pero el virus continúa. ¿Habrá una quinta ola o la vacunación será ya un freno a la transmisión?