“Hay algo que no debemos olvidar: solo porque haya una pandemia, el resto de crisis no desaparecen. Si todo cae o se paraliza, nos estrellaremos”. Artículo para EFEsalud de la enfermera de Médicos sin Fronteras Vera Schmitz desde la República Democrática del Congo donde convive con sarampión, malaria e, incluso, brotes de ébola bajo la amenaza del coronavirus. Hoy es el Día Mundial de la Asistencia Humanitaria.

“Combatir una epidemia en medio de una pandemia”, por Vera Schmitz de MSF
Un médico de MSF porta mascarilla y guantes mientras vacuna a un niño. Firma: Vera Schmitz / MSF

Esta enfermera pediátrica Vera Schmitz forma parte de un equipo de MSF que se afana por vacunar a niños y niñas contra una epidemia mortal de sarampión bajo la acechante sombra de la COVID-19.

“Combatir una epidemia en medio de una pandemia”

Por Vera Schmitz, enfermera de MSF

Las enfermedades contagiosas no son nada nuevo en la República Democrática del Congo (RDC). Ébola, sarampión, cólera… Siempre hay brotes, una y otra vez, un número considerable de personas enferman y a veces fallecen.

Desgraciadamente, nada nuevo, ni para el país ni para nosotros, los trabajadores humanitarios de Médicos Sin Fronteras que llevamos trabajando en la RDC desde hace décadas.

Tampoco lo es para mí. Llegué a la RDC a principios de noviembre. Inicialmente venía para una misión de respuesta al ébola, pero desde finales de enero trabajo en la actual epidemia de sarampión.

Mientras el mundo contiene la respiración bajo el férreo control del coronavirus, en RDC acabamos de terminar tres campañas consecutivas de vacunación en las que hemos inmunizado a más de 82.000 niños y niñas contra el sarampión.

Lo mismo una y otra vez, se podría pensar. ¿Siempre lo mismo? Bueno, no del todo.

Por supuesto, ninguna intervención es igual que otra. Otra provincia, otro lugar, diferentes personas y diferentes circunstancias. Los entornos urbanos o rurales también marcan una gran diferencia. Sin embargo, la diferencia más grande o al menos más evidente hoy en día es la actual pandemia de COVID-19.

El miedo de la población es palpable y se siente en todas partes. Tras nuestra llegada a la provincia de Sud Ubangi, en el noroeste del país, la primera reacción de la población fue de temor a la COVID-19. ¿Había un caso positivo en la ciudad? Para muchos, esa era la razón más probable para la aparición de los equipos MSF.

Hay muchas dudas, muchas incertidumbres. Y es esencial tomarlas en serio. El sarampión en el Congo es una epidemia dentro de una pandemia. Ignorar esto sería un error fatal.

En todo el mundo, se trata de contrarrestar el virus con todos los medios al alcance. Es lógico y es bueno, especialmente mientras no haya medicamentos para curar la enfermedad o vacunas fiables. Vacunas, recordemos, que deberán estar disponibles a nivel mundial y ser asequibles para todos.

Pero hay algo que no debemos olvidar: solo porque haya una pandemia, el resto de crisis no desaparecen. Aguantar la respiración, reiniciar, identificar nuevas prioridades ¡sí! Pero contener la respiración eternamente sería un desastre. Si todo cae o se paraliza, nos estrellaremos y la falta de oxígeno nos dejará sin aliento.

Si hoy ignoramos el sarampión, los pacientes corren el riesgo de sufrir coinfecciones peligrosas posteriores de sarampión y COVID-19. Será esta una carga adicional para un sistema de salud y unas infraestructuras congoleñas ya debilitadas.

Y, otra cuestión que no debe olvidarse en medio de todas las preguntas justificadas, es si este es realmente el mejor momento para una campaña de vacunación masiva contra el sarampión. La respuesta sigue siendo “sí”.

Aquí en Sud Ubangi, la COVID-19 es una amenaza, pero el sarampión es real. Los niños mueren y la verdadera tragedia es que es evitable.

Hay una vacuna. Por lo que debemos hacer todo lo posible para detener la epidemia actual y proteger a tantos niños como sea posible, ahora y siempre, contra esta enfermedad mortal.

Pero, también tenemos el mandato de no exponer a la gente a un riesgo que podemos evitar. Por eso nos hemos adaptado a la situación. El distanciamiento social en medio de una campaña de vacunación parece paradójico, pero no es imposible.

Las vacunas contra el sarampión se transportan en motos que tienen que sortear obstáculos para llegar a zonas de difícil acceso. Firma: Caroline Thirion/MSF

Las colas se separan y se organizan para separar a las multitudes. Las familias reciben instrucciones para mantener una distancia, y sí, ¡funciona! Se ha establecido un punto de lavado de manos obligatorio para toda la familia justo antes de acceder al puesto de vacunación.

Los lugares donde vacunamos, generalmente iglesias, escuelas o refugios, suelen ser especialmente grandes y ofrecen suficiente espacio. Esto nos permite mantener la distancia necesaria entre las actividades individuales, como el registro, la vacunación y la recopilación de datos, todo en un circuito que solo circula en una dirección.

Es esta también una oportunidad para aprender algo nuevo, recordar lo que es importante de verdad y cuidarnos mutuamente. Porque en este momento, la solidaridad es lo que todos necesitamos.

Un mayor número de personal nos permite controlar e instruir mejor a la población. Además, los trabajadores que están en contacto directo con los niños a vacunar están equipados con el equipo de protección adecuado.

Sin embargo, es casi más importante una mayor comunicación y conciencia con y entre la comunidad. Todos saben del sarampión, pero la COVID-19 es nueva y todas las preguntas, dudas y falta de conocimiento sobre el nuevo virus se reflejan aquí. Los falsos rumores en los medios de comunicación han generado una desconfianza general de las vacunas. Por lo tanto, se requieren programas de sensibilización.

Trabajamos en estrecha colaboración con actores clave (líderes comunitarios) de las comunidades que, con sus mensajes de refuerzo y aprobación de la vacunación a través de transmisiones de radio, refuerzan las campañas.

Durante las actividades de vacunación, parte del equipo va de puerta en puerta respondiendo preguntas y aclarando dudas.

Deseo de verdad que la pandemia en esta región siga siendo limitada, al menos durante bastante tiempo. Y que el mundo vuelva a respirar. Tendremos que acostumbrarnos a una nueva normalidad, no la que conocíamos antes. Pero no podemos permitirnos contener la respiración por demasiado tiempo y olvidar esas otras crisis.