El Bisturí hace un balance general de la crisis sanitaria en la que "todavía seguimos inmersos" en su último monográfico del año. Tres profesionales de la salud cuentan cómo ha afectado esta situación a los diferentes grupos de la población: la doctora Montserrat Esquerdo, del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña; el presidente de la Confederación Salud Mental España, Nel González Zapico; y la psicóloga Silvia Álava

Tres expertos recorren 2020 desde los micrófonos de "El Bisturí"
Vista de una terraza que permanece cerrada en el popular "Tubo"de Zaragoza. EFE/ Javier Belver

La COVID-19 ha detenido el mundo en 2020. Los viajes programados, los planes pendientes, los tratamientos en marcha. Todo se interrumpió para "atender una situación de emergencia".

Según los expertos, nos hemos topado con una situación desconocida que ha traído consigo emociones de tal intensidad que aún cuesta asimilar.

"Y cuanto más intensas han sido, más tiempo nos costará recuperarnos", expone la doctora Montserrat Esquerdo, presidenta de la Comisión de Deontología del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña.

Pero esto, opina Esquerdo, todavía no ha terminado.

De aquí en adelante

La vida de millones de personas ha cambiado a lo largo de la pandemia, pero los expertos indican que la de los sanitarios lo han hecho de una manera diferente. Mientras la población debía quedarse en casa, ellos debían enfrentarse a una nueva realidad en cuestión de pocos días.

"Para los profesionales sanitarios fue asumir retos a los que nunca se habían enfrentado. Fue cambiar radicalmente la forma de trabajar, prácticamente en un fin de semana. No hubo tiempo de preparación", rememora la doctora Esquerdo.

Uno de los deseos de algunos profesionales de la salud es "volver a tocar suelo firme, tener certeza, poder volver a organizarse mejor y reconstruir la sanidad del futuro que quiere la sociedad".

De una manera u otra, esta situación ha impuesto sobre estos trabajadores una "sobrecarga cuádruple", tanto a nivel física y emocional, como ética.

"Un conflicto ético grande son las personas que están al final de su vida por otra enfermedad que no es coronavirus y no pueden estar acompañadas por sus familias", precisa la presidenta de la Comisión de Deontología del Consejo de Colegios de Médicos de Cataluña.

La doctora resalta, sobre todo, la escasez de recursos humanos, que ha llevado a que profesionales que no tenían ninguna formación en cuidados paliativos, dejasen su especialidad para apoyar a este sector.

Las condiciones laborales y salariales, por otra parte, también han sido motivo de controversia durante la pandemia. Esquerdo resalta, por ejemplo, que hemos llegado al siglo XXI con transiciones sanitarias pendientes.

Carencias al descubierto

Ante un confinamiento impuesto y una reducción de la movilidad, Nel González Zapico, presidente de la Confederación Salud Mental España, explica que los trastornos mentales (alimentarios, del sueño, ansiedad o depresión)  se vieron agravados o alentados a resurgir.

Nel González Zapico
Nel González Zapico, presidente Salud Mental España

Este problema se ha visto empeorado, opina, con las carencias que ya existían antes de la llegada del coronavirus.

"En Europa hay 18 psicólogos y psicólogas por cada 100.000 habitantes, y en España hay 4. Y esa brecha es la que impide que puedan orientar adecuadamente a las personas en atención primaria", argumenta González Zapico.

Por esta razón, gran parte de la población ha quedado "devastada con un grandísimo sufrimiento ante situaciones traumáticas, difíciles de canalizar".

"Las familias perdieron a alguien y no pudieron despedirse ni acompañarlo en sus últimos momentos. Eso es una tragedia humana y deja secuelas. Seguramente el estrés postraumático llegará a mucha gente y se cronifique".

El Estado, piensa el presidente de la Confederación Salud Mental España, debe proteger la salud mental de la población.

"El 20 % de la carga de morbilidad en la sanidad pública corresponde a los problemas de salud mental. Sin embargo, los recursos económicos que sostienen a la salud mental destinados son del 4 %", lamenta.

Asimismo, el experto insiste en que la prevención es "esencial". Una de las medidas en este terreno, defiende, es enseñar a los niños y niñas que "la vida no es de color de rosa, sino que tiene luces y sombras".

Generalizar no es una opción

Tanto los niños como los jóvenes han sido el centro de atención desde el principio. En una primera instancia, se relajaron las medidas con este grupo de población, pues, según los expertos, no se contagiaban. Más tarde, se consideraron una de las principales amenazas en cuanto a portadores de la enfermedad.

Y estos mensajes "contradictorios" han sido una de las razones por las que hay ciertos jóvenes que tienen una conducta incorrecta y otros no, explica la psicóloga Silvia Álava, quien opina que no se pueden meter a todos los jóvenes en el mismo saco.

"Igual que algunos han sido bastante irresponsables y vemos esas imágenes de botellones, también hay otra gente joven que está reaccionando de forma muy positiva, que están siendo voluntarios", comenta Álava.

Del mismo modo, la psicóloga advierte de que ha habido una gran atención en que la población de riesgo puede tener un desenlace fatal, pero no se ha dado prioridad a los mensajes sobre la conducta.

"Se nos ha olvidado lo que son las conductas de riesgo, es decir, qué hace que puedas contagiarte con más facilidad. Eso pone el foco en ti, en lo que tú puedes o dejas de hacer".

Por ello, Álava aboga por mensajes constructivos y no por apelar al miedo que, a su parecer, no sirve como campaña.

Silvia Álava Psicología
La psicóloga Silvia Álava/Foto cedida

Los niños también han sido uno de los más afectados a nivel mental. La psicóloga habla de que han sufrido cambios en sus comportamientos durante la cuarentena con desinterés, apatía y falta de concentración.

En ellos, también se ha visto un incremento en los casos de ansiedad y estrés, incluso de estrés postraumáticos.

El estrés postraumático, explica la experta, no se da solo en adultos después de haber vivido "un desastre natural o por haber visto en peligro la vida", sino que viene de una situación que "pasa factura" cuando la persona no puede procesar, integrar o interiorizar esa situación.

"Es lo que les pasa a muchos chicos y chicas que siguen teniendo mucho miedo a salir, al contagio y al coronavirus. También depresión, no podemos olvidar se han perdido muchos factores protectores, de quedar con amigos, de salir", añade Silvia Álava.

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