En el II Simposio Internacional de Cáncer de Mama, organizado por los hospitales Clínico San Carlos y Gregorio Marañón de Madrid, con la colaboración de la Fundación Grupo IMO, cuatro pacientes han contado el impacto social, laboral, personal y familiar que supone pasar por esta enfermedad

En este II Simposio de cáncer de mama, celebrado en Madrid, se ha dado un lugar especial a los pacientes, y se ha contado con una mesa redonda centrada en su experiencia y en cómo han afrontado el cáncer de mama y la vida después de la enfermedad sufrida.
Teresa Terrén, responsable de la División de Cáncer de Mama del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (GEPAC), y Carmen Yélamos, directora de la Fundación Grupo IMO, han sido las moderadoras de estas ponencias. El simposio ha contado con la presencia de Elisa Borrego, Miriam Aguado, Cristina Colom y Macarena Baena, cuatro ejemplos de mujeres que han convivido con esta patología.
Ellas han contado sus vivencias, el impacto que supone el diagnóstico y posterior tratamiento así como su vuelta a la vida cotidiana tras el cáncer. El objetivo del foro ha sido normalizar una situación que, al principio, es difícil, pero que supone un aprendizaje de vida del que todos debemos aprender.
“La comunicación entre médico y paciente es cada vez más importante, no solo durante el proceso de la enfermedad, sino también después. Gracias a los avances, habrá tratamientos cada vez más eficaces que permitirán que se supere el cáncer de mama. Pero luego muchos de ellos no encuentran como poner punto y seguido a su vida personal y laboral y ahí es donde debemos ayudarles”, afirma la directora de la Fundación Grupo IMO.
“Le damos importancia a que el paciente esté informado y formado para ser autónomo, es decir, que pueda hablar con el médico y buscar las herramientas que le ayuden a cubrir sus necesidades”, añade Teresa Terrán. Los tratamientos dejan huella en la condición física del paciente, la cirugía debilita el cuerpo y las consecuencias emocionales también aparecen.
“Los supervivientes conviven con incertidumbre y ansiedad, además de necesidades sociales y estéticas. Para todo esto deben saber dónde acudir y tienen que tener herramientas que les ayuden”, subraya la responsable de la División Cáncer de Mama en GEPAC.
Cuatro supervivientes que toman la palabra
Elisa Borrego está libre de la enfermedad desde hace dos años y lanza un mensaje para reclamar las necesidades de los pacientes que superan la enfermedad: “Es importante que nos ayudéis a sentirnos bien. Cuando el tratamiento acaba te surgen mil dudas sobre cómo seguir adelante. Hago un llamamiento a instituciones públicas y privadas para que se esfuercen en ayudar a quienes lo superamos”.
Apunta que queda mucho por hacer y que hay que seguir fomentando acciones como este simposio, aunque señala que lo más importante es no dejar de investigar. “Debemos permitir el acceso a los nuevos fármacos a todos los pacientes con cáncer. Recordemos que España estaba a la cabeza de ensayos clínicos y no podemos dejar de estarlo”.
Miriam Aguado se refiere al impacto laboral que se suele experimentar después de la tormenta del cáncer. “Me di cuenta de que, con mi enfermedad, perdimos todos: mis compañeros, mi empresa, mis clientes,… Debo decir que una empresa puede saber cuánto tiempo puede durar una baja por maternidad, pero cuando se trata de cáncer de mama, su vuelta al trabajo se convierte en una gran incertidumbre”.
Además, cuenta que la vuelta al trabajo para un enfermo de cáncer supone, en ocasiones, tener que reciclarse. “Te quedas desactualizada con el tiempo que has estado fuera, pero a pesar de todo, he logrado bajarme de un tren a toda velocidad y dedicarme más tiempo a mí misma y a mi familia”, señala.
A Cristina Colom le diagnosticaron un cáncer de mama a los 26 años y acababa de casarse. Su proyecto de vida era formar una familia y el cáncer lo paró en seco. “Cuando me lo diagnosticaron no tuve miedo a morir, solo me producía dolor saber que mi familia iba a sufrir”.
Ya han pasado 20 años desde que es libre y afirma: “He podido ver como otras personas han experimentado el miedo al diagnóstico, por eso insisto en la importancia que tiene como el médico transmite la noticia del diagnóstico. En función de cómo se vive ese primer impacto el paciente vivirá el proceso de su enfermedad de una manera positiva o traumática”.
Para Macarena Baena, el deporte ha sido su mejor medicina durante el tratamiento. “Los beneficios del deporte para los pacientes con cáncer de mama son conocidos pero no reconocidos. Creo que los oncólogos deben prescribir el ejercicio físico de manera obligatoria tanto durante el tratamiento como después. A mí, durante la quimioterapia me ayudó a reducir el dolor articular, a no tener insomnio y a fortalecer mis defensas”.
Después de su experiencia, Macarena insiste: “Yo les diría a otras mujeres que no existen las ‘súperwoman’ y que piensen que el objetivo es ser feliz y buscar el equilibrio”.