Los niños europeos entre 1 y 4 años no alcanzan las ingestas recomendadas de nutrientes esenciales como el hierro, la vitamina D y los ácidos grasos poliinsaturados (omega3) en una etapa que es fundamental para el crecimiento y la maduración neurológica

Cristina Campoy, doctora en Medicina y Cirugía por la Universidad de Granada donde también es profesora del Departamento de Pediatría, explica que un reciente estudio de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria refleja que la dieta de los niños europeos en esta franja de edad no es tan equilibrada como sería deseable para un adecuado crecimiento.
Esta experta en endocrinología pediátrica y nutrición es además la coordinadora del Proyecto Europeo Nutrimenthe que en los últimos años ha estudiado a más de 25.000 niños con el objetivo de investigar el efecto de la nutrición precoz sobre el desarrollo neurológico y el rendimiento mental en la infancia.
Enmarcado en este proyecto europeo destaca un estudio español que ha investigado a 161 niños españoles, alemanes y húngaros de 4 años para comparar sus diferencias dietéticas. Los resultados arrojan que un 100% de los niños españoles no alcanzan las recomendaciones de vitamina D; un 64% las de hierro; y un 40% las de ácido fólico para su edad y sexo.
Sin embargo, el 96% toma mayor cantidad de las recomendada de grasas saturadas y azúcares, así como de proteína de origen animal, por lo que la ingesta energética total es más alta. Así, las tasas de sobrepeso y obesidad de los niños españoles son superiores a las de otros niños de la Unión Europa.
Estos datos significan que los niños en sus primeros años toman poco pescado, en especial azul que es el que aporta ácido graso omega3, y poca cantidad de alimentos ricos en hierro (hígado de ternera, carnes y pescados, huevos, hortalizas de hoja verde, legumbres….)
“Sabemos que los niños españoles toman más proteínas que los alemanes o húngaros y consumen una dieta más hipercalórica porque comen más volumen de alimento pero, sin embargo, somos el país donde no existe una ingesta adecuada para las recomendaciones de hierro a pesar de la ingesta de proteínas elevada”, señala la doctora.
“Hay que darles comidas con hierro de origen vegetal y animal, como los potajes de las abuelas. Y vitamina C que favorece la absorción del hierro. El hierro de origen animal se absorbe en un 25%, mientras que el vegetal solo en un 5%. Habría que combinar los alimentos de tal forma que favoreciéramos esa absorción: legumbre, un filetito y zumo de naranja”, recomienda Cristina Campoy.
Acostumbrarlos al sabor del pescado desde pequeños es fundamental para que se beneficien de todas las propiedades nutricionales de este alimentos, en especial de los ácidos omega 3 que aportan sobre todo los pescados azules.
La vitamina D

Que el 100% de los niños españoles no lleguen a tomar las cantidades de vitamina D recomendadas es otro de los datos que llama la atención en un país como España que goza de muchas horas de sol, algo que ayuda a activar la vitamina D a través de la piel, aunque para eso es necesario ingerirla mediante los alimentos.
Durante el primer año de vida los niños deben consumir 400 UI de vitamina D y 600 UI a partir del segundo año. Los principales alimentos que aportan vitamina D son la leche, el huevo, el pescado, la fruta y la verdura.
La especialista advierte de que el consumo de leche de vaca debe hacerse en su justa medida para cubrir las necesidades de vitamina D y de calcio. Lo ideal son dos vasos de leche al día, no pasar de los 500 mililitros, ya que más cantidad podría interferir en la absorción de otros nutrientes. “Un niño no necesita tomar un litro de leche al día”, advierte la pediatra.
¿Qué necesitan los niños de 1 a 3 años?
La edad de máximo crecimiento se produce durante la vida fetal, cuando de una célula se llega a alcanzar los 50 centímetros de longitud en el recién nacido. “A partir de ahí se necesita un año para crecer 25 centímetros más y de 1 a 4 años el crecimiento se ralentiza, pero aún así es una etapa muy activa del crecimiento porque volvemos a ganar otros 25 centímetros”, indica la experta.
En esta época de desarrollo, la relación del niño con la comida tiene altibajos. “Llegan a los 18 meses comiendo una cantidad de comida bastante abundante que nos llama la atención porque a veces es, incluso, más grande que la de su padre. Después, el niño empieza a rechazar la comida, a ser más selectivo, muestra menos interés por los alimentos, menos apetito. Puede comer mucho de algunas comidas y muy poco de otras. El consumo calórico va a variar, algunos días alcanzará las recomendaciones y otros días no”, subraya Cristina Campoy.
Es importante una alimentación adecuada para el crecimiento. Lo normal en esta etapa es ganar de 2 a 2,5 kilos al año. “Si gana más hay que controlarlo, ya que está consumiendo una dieta inadecuada o no hace todo el ejercicio que debe. Si gana menos peso puede afectar a su desarrollo. Son etapas, por tanto, complicadas”, señala la profesora de la Universidad de Granada.
Pero las necesidades nutricionales no solo afectan al crecimiento, también deben cubrir las necesidades energéticas que les ayuden a la maduración neurológica ya que es el momento del aprendizaje, en especial del lenguaje, y de la socialización del pequeño.
Es fundamental, afirma Cristina Campoy, que los padres se mantengan firmes en una educación que inculque a los niños hábitos alimenticios equilibrados y, sobre todo, que intenten crean una situación de bienestar alrededor de la mesa donde todos juntos compartan alimentos y eviten generar problemas de rechazo o capricho por la comida.
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