Cuando hace más de tres meses todos brindábamos por el año 2020, ni por asomo veíamos venir lo que hoy, Día Mundial de la Salud, estamos padeciendo: un planeta arrasado por la fuerza de un nuevo patógeno, el coronavirus, que ha contagiado a más de 1.350.000 personas, ha matado a más de 74.000 y mantiene confinada al 90 % de la población en todos los continentes

Día Mundial de la Salud: Un planeta enfermo y paralizado por el coronavirus
Policías de tráfico de Bangalore, India, con un casco que simula al coronavirus para concienciar a la población. EFE/ Jagadeesh Nv

El coronavirus ha hecho que este año el Día Mundial de la Salud, el 7 de abril, sea el más enfermo y complicado desde que nació esta conmemoración, en 1948, con motivo de la creación de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta organización internacional se enfrenta ahora a una pandemia sin precedentes que pone en entredicho a los sistemas sanitarios, a la capacidad de acción y coordinación de los gobiernos, a las estructuras supranacionales y desata una crisis económica imparable.

Antes de que el coronavirus cambiase el rumbo del mundo, a principios de año, la OMS quiso dedicar el 2020 al personal de enfermería. Y en eso no se equivocó.

Esta crisis sanitaria ha puesto en valor la labor de las enfermeras y enfermeros, los que están más cerca de los pacientes. Tan cerca que, junto al resto de personal sanitario, es el grupo más vulnerable frente a la COVID-19, la enfermedad respiratoria que genera el coronavirus.

Y son frágiles porque los sistemas sanitarios no tenían suficientes equipos de protección individual que les defendiera de un virus que ha ido desbordando los hospitales mientras los profesionales combatían sin apenas escudos.

Casi 20.000 sanitarios españoles infectados, el 90 % leves que no han requerido ingreso, pero a los que no se les ha podido hacer las pruebas de diagnóstico porque no había para todos ellos, tampoco para los ciudadanos. Una situación que se ha repetido en mayor o menor grado en otros países del mundo.

En el Día Mundial de la Salud de 2019, la OMS reclamaba la cobertura sanitaria universal para millones de personas. Hoy, los que la tienen sufren carencias y los que no, se enfrentan sin defensas a otra epidemia, esta vez más veloz y globalizada.

China, el origen

Todo empezó con un brote de neumonía vírica en diciembre de 2019 en la ciudad de Wuhan, en la provincia china de Hubei.

Li Wenliang fue el médico chino que alertó sobre un nuevo virus, pero fue silenciado por las autoridades de su país. Poco después murió por coronavirus.

El virus, apuntan algunos expertos, podría vivir en un algún animal salvaje que se vendiera para consumo en un mercado de Wuhan.

El 31 de diciembre, China alertó a la Organización Mundial de la Salud mientras el mundo celebraba la llegada del 2020 sin apenas dirigir la mirada al continente asiático.

Veintitrés días después, en enero, la OMS declaró la situación de emergencia para China, pero no para el resto de países. Y en esos días ya se había registrado la primera víctima en Wuhan, que puso en cuarentena a sus once millones de habitantes, y el virus había saltado a Tailandia y a Estados Unidos.

El 24 de enero, el coronavirus llegó a Europa, a Francia, y antes de que acabara el mes España, Reino Unido, Suecia y Rusia confirmaron sus primeros casos.

En España, el afectado fue un ciudadano alemán que se contagió en su país y después viajó a la isla canaria de La Gomera.

Los casos de coronavirus en los distintos continentes eran todos importados de China, hasta que el 1 de febrero se detectó el primer contagio local en Manila (Filipinas).

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Personal de prevención toma la temperatura a una ciudadana en las calles de Guangzhou, China. EFE/EPA/ALEX PLAVEVSKI

Un febrero incierto

Febrero transcurrió entre el blindaje de China, el cierre de fronteras, la cancelación de vuelos, cruceros a la deriva con personas afectadas o la extensión del virus de forma notable en Corea del Sur, Irán y Japón .

En Europa y América, los que brindaban en Nochevieja despreocupados empezaron ya a mirar con resquemor a una epidemia que creyeron que no saldría de Asia y que empezó a golpear a los mercados bursátiles. La amenaza podría parecer más económica que sanitaria.

Pero a partir del 21 de febrero, el coronavirus atacó de lleno a Italia que multiplicó contagios y muertes y decidió, en horas, cerrar once localidades de Lombardía, la zona cero del contagio.

De forma casi sincronizada, América Latina y África registraron sus primeros casos, pero la OMS siguió hablando tibiamente de “potencial pandemia”. No la decretó hasta el 11 de marzo, cuando el mundo sobrepasaba los 100.000 casos.

Marzo, un mes de vértigo

Marzo fue un mes vertiginoso para Europa. Los gobiernos se afanaron en tomar medidas que ayudaran a controlar el virus pero atentos a las  consecuencias económicas.

Italia se convirtió en el centro de la pandemia y en la misma semana decidió cerrar colegios y universidades, suspender actos multitudinarios y deportivos, restringir los movimientos en todo el país y aislar a 16 millones de personas.

Mientras, China dejó de registrar casos locales tras más de 82.000 contagios y solo algo más de 3.000 muertes, según los datos oficiales, en el país más poblado del mundo.

Antes de que terminara marzo, Estados Unidos se convirtió en el país con mayor número de contagios, hoy con más de 368.000, en especial en el estado de Nueva York, y con un presidente, Donald Trump, que gestiona esta crisis sanitaria envuelto una vez más en la polémica.

España, tres intensas semanas

Los países europeos, en marzo, no llegaban a las cifras de Italia pero intentan controlar la epidemia que también amenazaba especialmente a Francia y Alemania.

Pero fue en España donde la epidemia creció en pocos días y el Gobierno determinó decretar el estado de alarma, una decisión sin precedentes que le hizo asumir el mando único, confinó a los ciudadanos en sus hogares, restringió movimientos, cerró fronteras o puso a la sanidad privada al servicio de la pública, una vez que ya había cerrado colegios y universidades.

Cuando el Gobierno aprobó el estado de alarma, el 14 de marzo, España sumaba más de 5.000 contagios y más de 200 muertes.

Las siguientes semanas los contagios ascendieron rápidamente por la curva epidemiológica, las muertes se multiplicaron, las UCI se desbordaron y las residencias de mayores se convirtieron en focos de infección y muerte. Eran los momentos más duros de la pandemia en España.

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Los servicios de urgencias en el hospital Infanta Leonor, en Madrid por la pandemia de coronavirus. EFE/Mariscal

Similar a una situación bélica, el Ejército y las fuerzas de seguridad salieron a la calle a brindar protección y realizar tareas para la población, se habilitaron varios hospitales de campaña, sobre todo en Madrid y Barcelona, las ciudades más castigadas.

Ya nadie recuerda lo que nos sorprendió que Wuhan levantara un hospital en diez días. En menos, Madrid acondicionó el inmenso recinto ferial de Ifema para 5.500 camas o las ONG médicas, curtidas en epidemias letales en otros continentes, levantaron unidades sanitarias para descongestionar las urgencias.

Como en una guerra, se paró la actividad no esencial para reducir aún más el movimiento, los contagios y bajar la presión asistencial. Y como en una contienda también se incrementó la fabricación de los productos de primera necesidad como respiradores, mascarillas y equipos de protección individual.

El Gobierno amplió el estado de alarma hasta el 11 de abril y esta semana lo volverá a alargar hasta el 26 de este mes. Parece que las medidas están dando resultados y la tendencia de contagios y muertes han entrado en una evolución decreciente, aunque las cifras siguen siendo alarmantes.

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Vecinos de Ourense aplauden desde sus balcones como agradecimiento a todos los que trabajan en la crisis del coronavirus. EFE/ Brais Lorenzo

Día Mundial de la Salud, encerrados por el coronavirus

Hoy, Día Mundial de la Salud, los españoles y otros ciudadanos de mundo permanecen confinados en casa en una situación tan insólita como necesaria y solidaria que podría tardar algún tiempo en normalizarse y que será escalonada.

Ya nadie se acuerda cuando el 12 de febrero nos echamos las manos a la cabeza porque se suspendió el Mobile World Congress de Barcelona. Después se suspendió todo lo que parecía imposible suspender: las ligas de fútbol, las Fallas de Valencia, los Juegos Olímpicos de Tokio, la actividad parlamentaria, las misas, las bodas, los velatorios…

A punto de llegar a los días grandes de una Semana Santa sin procesiones ni tambores, cada día a las ocho de la tarde sonarán los aplausos de los ciudadanos desde sus ventanas y balcones para recordarnos, hoy Día Mundial de la Salud, que las pandemias terminan superándose.

Y entonces brindaremos, como en Año Nuevo, y será porque la ciencia ha hecho una vez más su trabajo y ha encontrado la vacuna contra el coronavirus.

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