Todo sucedió en septiembre de 1993. Sonó el teléfono fijo del doctor Carlos Macaya, cardiólogo y experto mundial en la implantación de “stents” de la sanidad pública española. Le llamaban desde la India. La Madre Teresa tenía que ser intervenida en sus agostadas arterias coronarias. Viajó a Calcuta de inmediato y, minutos antes de la operación, el sacerdote de cabecera de las Misioneras de la Caridad, un estadounidense rubio casi pelirrojo, le ungió las manos con agua bendecida. La angioplastia salió perfecta y el corazón de la Santa volvió a palpitar con toda su fortaleza

Las benditas manos que operaron de corazón a la Madre Teresa de Calcuta

Las benditas manos que operaron de corazón a la Madre Teresa de Calcuta

  • 4 de septiembre, 2015
  • Gregorio Del Rosario

La Madre Teresa de Calcuta padecía problemas cardiovasculares desde principios de los años ochenta y había sufrido ya un ataque cardíaco en 1991. La angina de pecho avisó en Tijuana (México) y la trasladaron con urgencia a un hospital de La Jolla, en San Diego, al sur de California. Allí le practicaron dos angioplastias en sus vasos sanguíneos para corregir la ateroesclerosis o engrosamiento de las arterias coronarias.

Una, en la obtusa marginal, que es un ramo de la arteria circunfleja, donde tenía una lesión severa; la angioplastia se hizo solo con globo o balón (se comprime la placa contra la pared arterial). Otra, en la arteria descendente anterior, que tenía una estenosis o estrechamiento no severo, donde se colocó un ‘stent’ Palmaz-Schtaz.

Dos años más tarde, mientras la Madre Teresa de Calcuta recibía un premio en Nueva Delhi, volvió a padecer otra crisis cardíaca. Pero esta vez rechazaría ser intervenida lejos de Calcuta y vuelve a su amada capital bengalí, una de las más pobres de la India. La Madre Teresa decide que, si tiene que morir, que sea en “la ciudad de la alegría”.

Fue entonces, a principios de septiembre de 1993, cuando el doctor Carlos Macaya Miguel, un joven médico español de 41 años de edad, actual jefe de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos, recibió varias llamadas de teléfono “bastante extrañas” en su domicilio de Madrid, desde la India y desde San Francisco (EE.UU.).

El doctor Carlos Macaya Miguel, jefe de Cardiología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
El doctor Macaya fue pionero en la implantación de “stents” tanto en España como en Europa. EFE / GRB

“Yo me encontraba de viaje en el Congreso Europeo de Cardiología y mi mujer, Dolores Ten, las atendió, ya que en aquella época no existía la disponibilidad de la telefonía móvil, como ahora. Cuando regresé a casa, esa misma noche, me volvieron a llamar desde la India. Era la doctora mexicana Patricia Aubanel Riedel, cardióloga de la religiosa. Me pidió que fuera a Calcuta a operar de corazón a la Madre Teresa de Calcuta”

La mediación papal

El doctor Macaya, “ni corto ni perezoso”, viajó con su mujer a la India dos días más tarde vía Amsterdam. En el aeropuerto de Delhi le esperaban dos monjas de la congregación de las Misioneras de la Caridad, quienes arreglaron “sus papeles” in situ. Las autoridades aduaneras sellaron el visado en los pasaportes y el matrimonio partió hacia Calcuta.

“Al llegar me encontré con una ciudad tremendamente pobre, llena de mendigos por las calles. Era impactante -recuerda-. Hacía un calor húmedo terrible. Me alojaron en un hotel de superlujo, el Taj Bengal. Allí me encontré con la doctora Patricia Aubanel. Me dijo que teníamos que buscar el mejor hospital de la ciudad para llevar a cabo la operación de La Madre Teresa de Calcuta”.

Los dos médicos estuvieron visitando los centros hospitalarios de Calcuta durante una semana, comprobando su disponibilidad, su calidad asistencial, la idoneidad de los quirófanos o si disponían o no de los medios humanos y tecnológicos para emprender una cirugía cardíaca urgente, cumpliendo así todos los protocolos de seguridad.

“Fue un trabajo complicado y muy delicado, en el que tuvimos que hablar con un buen número de médicos y cardiólogos indios. Decidimos que la Madre Teresa de Calcuta se operaría en el Hospital B.M. Birla Heart Research Centre de Calcuta”.

El Papa Juan Pablo II habla con la Madre Teresa de Calcuta, vestidos ambos con sus hábitos habituales, él de blanco con la cruz dorada colgada sobre su pecho y ella con el sari de las Misioneras de la Caridad, blanco y con rayas azules.
Juan Pablo II con la Madre Teresa de Calcuta. Imagen de EFE TV.

A pesar de la celeridad con la que se llevó a cabo todo este proceso, la Madre Teresa de Calcuta había tenido hasta entonces ciertos reparos y titubeos en ser operada de nuevo. Tuvo que ser la diplomacia vaticana quien la convenciera finalmente.

“El propio Papa Juan Pablo II le animó a ser intervenida quirúrgicamente. Si hubiera sido por ella habría tirado la toalla -dice el doctor Macaya-. El Papa le expuso que era muy importante que se mantuviera viva, ya que estaba haciendo una labor enorme en las conciencia de las personas de todo el mundo y una labor encomiable en pro de los más desvalidos y necesitados”.

La divina providencia

Y llegó el día de la intervención. La angioplastia se iba a realizar al final de la mañana, pero lo que no sabía el doctor Macaya era que la Medicina cardíaca le tenía reservada una experiencia mística.

“Una hora antes de entrar al quirófano, más o menos, ¡cuál fue mi sorpresa! -exclama-, me llama ante su presencia el cura que celebraba las misas de las Misioneras de la Caridad en Calcuta y oficiaba todos los rosarios a las cinco de la tarde en la casa donde residía la Madre Teresa de Calcuta”.

Era un sacerdote americano de Carolina del Norte, rubio casi pelirrojo.

“Me preguntó qué religión profesaba. Le respondí que yo era cristiano y católico. Me preguntó que si era practicante o no, aunque no fuera decisivo, pero sí lo hubiera sido que no estuviera bautizado o no hubiera recibido la confirmación. Y me preguntó, para concluir, que si no me importaba que me bendijera, acto al que por supuesto no me negué”.

En ese momento se inició la ceremonia de la bendición de sus manos.

“Imagínense que están hablando en inglés con un sacerdote en un confesionario y te ungen las manos con agua bendita… se te ponen los vellos de punta al escuchar… Señor, bendice las manos que van a intervenir a la Madre Teresa…”, rememora con emoción el cardiólogo.

El doctor Carlos Macaya nunca imaginó que iba a operar de corazón a una persona muy reconocida socialmente, la Madre Teresa de Calcuta fue Premio Nobel de la Paz en 1979, pero menos aún que iba a hacerlo con sus manos bendecidas.

Minutos antes de la operación, todavía impresionado, tuvo un encuentro muy cordial con la paciente.

“La Madre Teresa ya estaba ya acostada en la mesa del quirófano. Fui presentado como el español que había venido para participar en la angioplastia con la médica mexicana, también cristiana y católica. Formábamos un equipo que se caracterizaba por la uniformidad en las creencias religiosas”.

Pero ahí no se acabaron las sorpresas.

La cara principal de la medallita de la Milagrosa, en la que se puede ver a la Virgen sobre un globo terráqueo, coronada por una aureola, con los brazos extendidos y despidiendo rayos luminosos con sus dedos. En el ribete de la cara de la medalla está escrito: "Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti"
Medalla de la Milagrosa que guarda en su casa el Doctor Macaya. EFE / GRB

“La Madre Teresa me preguntó… What’s the name of your mother?… y al decírmelo en inglés yo entendía que me preguntaba por el nombre de mi madre, hasta que comprendí que quería saber cuál era la Madre de España, refiriéndose a nuestra Patrona. Yo le respondí que era la Virgen del Pilar”, sonríe el doctor.

A continuación, la Madre Teresa le entregó un puñado de sus famosas medallitas; insignias que también solía entregar a las personas que hacían donaciones después de rezar el rosario en su ‘Mother House’.

“Son unas medallas muy sencillas, de aluminio, donde está la efigie de la Virgen de la Milagrosa“, describe el cardiólogo.

La angioplastia con “Stent”

El hospital elegido cumplía todos los requisitos médicos y contaba con la mejor sala de hemodinámica de la ciudad. Además se convino la colaboración de un equipo quirúrgico de otro hospital especializado en cirugía cardíaca por si en la operación se diera algún tipo de contratiempo.

“La sala estaba equipada con tecnología alemana Siemens. No era la tecnología más avanzada de esta marca, ya que nos encontrábamos en Calcuta en el año 1993, pero era suficiente y adecuada para la operación”, dice Macaya.

El equipo de cardiólogos contó también con una gran cantidad de ‘stents’ para elegir el más adecuado durante la intervención quirúrgica en los vasos de la Madre Teresa, dispositivos de todo tipo de calibres de múltiples fabricantes autorizados.

¿Y qué observaron los médicos en el corazón de la Madre Teresa?

“Nos encontramos el ‘stent’ implantado dos años antes en La Jolla (California), cumpliendo sus funciones perfectamente; y el progreso de la ateroesclerosis en otros dos vasos sanguíneos, donde le colocamos, sin mayor problema, un par de ‘stents’ de pequeño calibre -malla que mantiene abierta la luz del vaso-, puesto que las arterias coronarias de la Madre Teresa eran de reducido tamaño”, explica.

Un dispositivo stent o malla que sirve para dar luz a los vasos sanguíneos cuando se engrosan.
La malla del “Stent” se despliega sobre las paredes engrosadas de las arterias coronarias. Imagen de EFE TV

El acceso del cateterismo fue por vía femoral, a través de la ingle, ya que entonces no se empleaba la técnica del cateterismo por vía radial.

“Aunque esta técnica tampoco se hubiera podido efectuar en su caso, ya que era una mujer menudita y su arteria radial no cumplía las condiciones mínimas necesarias; hubiera sido prácticamente imposible por esa vía”, indica.

La pasión de la Madre Teresa de Calcuta

La operación de corazón de la Madre Teresa salió según lo previsto y la Misionera de la Caridad vivió unos cuantos años más, falleciendo el cinco de septiembre de 1997 por culpa de otras enfermedades que guardaba en su silencio.

“Aparte de sus problemas cardiovasculares, padecía malaria o fiebres palúdicas que había contraído en sus quehaceres diarios, en los que alimentarse bien tampoco formaba parte de sus prioridades”, cuenta Macaya.

Ni siquiera dejaba de trabajar para recuperarse de estas patologías cronificadas.

“De forma periódica, cada tres o cuatro semanas, sufría graves episodios febriles que solo se le notaban cuando las enfermeras le ponían el termómetro, ya que ella no paraba de trabajar y de rezar para los más pobres. No interrumpía su labor por ningún tipo de dolencia; de hecho, ésta era una de las razones por las que se había negado a ser operada, para no abandonar sus actividades ni un solo segundo”, detalla.

La Madre Teresa, que nació en Macedonia en agosto de 1910, era una mujer infatigable y muy disciplinada, y su congregación la tenía y la tiene como un espejo donde mirarse a pesar de que “pusiera firmes a las novicias”. Las Misioneras de la Caridad son fieles devotas y muy sacrificadas.

El primer plano de la mirada de un niño pobre de Calcuta puede hacer que el espectador repase todas sus acciones en favor de los más débiles.
Los ojos tristes de un niño en Calcuta (India). Imagen cedida por CMM.

“Con nosotros, sus médicos, tuvo un trato muy correcto, incluso con ciertos rasgos de simpatía. Pero con quien se mostraba realmente cercana, y llegaba a ablandarse, era con los pobres, con los discapacitados; con los más necesitados. Esa era la fortaleza de la Madre Teresa de Calcuta”, opina el doctor Carlos Macaya.

Y esa entrega, unida a la espiritualidad del corazón y del alma, es algo muy necesario para sobrevivir en un escenario tan duro como Calcuta, una de las ciudades más pobres del Estado de Bengala, en la India, aquella que un día fuera capital del imperio colonial británico, en la que ya solo quedan vestigios de su próspero pasado.

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