Los altos niveles de contaminación del aire y de ruido provocan un repunte en los ingresos hospitalarios de urgencias de los niños menores de 10 años, según un estudio de la doctora Cristina Linares, centrada ahora en ampliar esta investigación a los efectos de estos factores ambientales durante el embarazo

Doctora en Medicina y Salud Pública y licenciada en Biológicas por la Universidad Autónoma de Madrid, Cristina Linares, de 37 años, trabaja con un contrato “Miguel Servet” financiado por el Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) que desarrolla en la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III de Madrid.
“Estoy analizando el efecto de diferentes contaminantes atmosféricos, como las partículas materiales y óxidos de nitrógeno emitidas por vehículos diésel, ozono troposférico y otros factores ambientales como la temperatura, los niveles de polen y de contaminación acústica sobre variables adversas al nacimiento”, explica Cristina Linares.
Se trata de averiguar si la exposición de las mujeres embarazadas a estos factores ambientales tiene como consecuencia el nacimiento de niños con bajo peso, crecimiento retardado del embrión o, incluso, muerte fetal en las últimas semanas de gestación.
Todavía no hay resultados puesto que se trata de un proyecto de cinco años que se encuentra en fase de recopilación de datos y que se basa en la asociación de los factores ambientales (contaminación, ruido, polen y olas de calor y frío) y su incidencia en las mujeres gestantes.
“Me gustaría determinar qué semanas de la gestación son las más críticas o más sensibles a la exposición ambiental. Si la madre en determinadas semanas ha estado expuesta a altos niveles de contaminación puede desencadenar que se produzcan nacimientos de niños con bajo peso y otras patologías asociadas”, indica.
Impacto en menores de 10 años

El origen de este proyecto se encuentra en un estudio anterior realizado por esta investigadora en niños menores de 10 años circunscrito a la ciudad de Madrid.
Hasta el momento se conoce que estos factores ambientales tienen una repercusión directa en las personas mayores de 65 años, en especial en aquellas que sufren patologías previas como enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) o diabetes.
En los casos de los mayores, los factores ambientales como la contaminación, pueden ocasionar ingresos urgentes e incluso mortalidad prematura por causas respiratorias y circulatorias, fundamentalmente.
Ese fue el punto de partida para averiguar si también esos picos de ingresos hospitalarios de niños menores de 10 años en Madrid, en concreto en el Hospital Gregorio Marañón, coincidían con días de índices altos de contaminación, ruidos, polen o temperaturas extremas.
El nivel de ruido y el de contaminación están relacionados al proceder de la misma fuente, el tráfico.
“Los niños que no descansan por dormir en lugares ruidosos (aquellos que superan los 55 decibelios según la Organización Mundial de la Salud) generan una serie de hormonas, como el cortisol, que provocan que el sistema inmunitario se deprima, que bajen sus defensas”, dejando así la puerta abierta a enfermedades virales respiratorias como la bronquitis o la neumonía, apunta.

Los picos de polinización de las cupresáceas en invierno y de las gramíneas en primavera influyen asimismo en los ingresos hospitalarios, al igual que las temperaturas extremas.
En el estudio se comprobó que las olas de frío, que provocan infecciones respiratorias, son más dañinas para los niños que las altas temperaturas en verano ya que se les protege de la exposición al sol y al calor y se presta especial cuidado a su hidratación.
El objetivo de la investigadora del Instituto de Salud Carlos III es ampliar a otras provincias españolas el trabajo que realizó en Madrid con menores de 10 años, además de extenderlo a los efectos que pueden sufrir los recién nacidos, y que sirva para advertir a la población utilizando una metodología novedosa en este campo mediante el análisis ecológico de series temporales.
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